Eran tres. Aparecieron disfrazados de policías y funcionarios del Ministerio de Salud, a eso de las cuatro de la tarde, mientras el capataz de la finca y su esposa reparaban la cubierta de un corral: “¡Policía Nacional! ¡No se muevan! ¡Entreguen sus documentos!”. Los gritos acongojaron al trabajador, que pidió permiso para llamar a su patrón. Pero cuando agarró el celular, uno de los falsos uniformados lo encañonó con un revólver. “Esto es un asalto. Si no colaboran, les mataremos”, les anunció impávido.
Los abigeos amarraron a la pareja y, una hora más tarde, telefonearon a sus compañeros para que hicieran llegar el camión y los hombres de refuerzo, cuya misión era cargar los chanchos: un verraco; nueve hembras, cinco de ellas preñadas y dos recién paridas; dieciocho lechones… También embarcaron un televisor de 42 pulgadas, una bomba de riego, una escopeta y alimento balanceado. Y para culminar el saqueo, envenenaron a los tres perros de raza bóxer que el dueño tenía en sus terrenos. En total, más de 13.000 dólares en pérdidas.
El vehículo se esfumó poco después, dejando tras de sí una densa nube de polvo y desolación. Pero los tres asaltantes se quedaron en la finca, situada en Balzar (Guayas), hasta pasadas las nueve de la noche. Debían garantizar que la mercancía arribara a su destino y, al parecer, deseaban encontrarse con el propietario, Jonathan Montiel, que solía visitar la granja todas las tardes cuando cerraba su tienda de piensos, vacunas y medicamentos para animales. Al ver que Montiel no llegaba, optaron por marcharse.
Fue entonces cuando el capataz y su mujer se liberaron de las cuerdas y corrieron hasta una casa cercana para pedir ayuda. El patrón, que sin darse cuenta había evitado un desastre mayor al no acudir a su cita vespertina con los puercos, acudió descorazonado a la granja. Incluso intentó salvar a uno de los perros, que aún respiraba. Pero el can se rindió minutos después. “Llevaban un mes investigándome. Me quitaron todo. De no ser por mi otro negocio, tal vez me habría ahorcado”, sostiene este joven veterinario de 28 años.
El 19 de marzo de 2014, Montiel pensó en abandonar la ganadería porcina. Sentía pánico. Era el cuarto balzareño que sufría un robo de idénticas características en pocos meses. Pero sus compañeros le animaron para que no claudicase. Así que a la mañana siguiente interpuso una denuncia en la Fiscalía, con la esperanza de que los responsables pagaran por aquel ultraje.
No solo no averiguó quiénes habían perpetrado el asalto, sino que los episodios continuaron produciéndose con igual ‘modus operandi’. A lo largo de ese año y principios de 2015, hasta diez campesinos de los alrededores sufrieron ataques similares. “Después de tantos incidentes, la labor policial debía dar resultados. Eso nos hizo pensar… A veces no sabemos en qué agentes confiar”, desliza preocupado.
A una compañera le arrebataron cuarenta ejemplares; a otro, sesenta; a un tercero, cerca de cienLos cuatreros casi destruyen el sector porcino de la zona. “Las víctimas solían ser pequeños productores, pero también entraron a la granja de un señor que posee seiscientos animales y seguridad privada”, añade.
Tras aquella oleada, Montiel y sus colegas constataron que había más afectados “en Quevedo, Pedro Carbo…”. Y en Santo Domingo de los Tsáchilas también se registraron al menos dos casos durante los primeros meses del año pasado. Una de las víctimas perdió cuarenta puercos y la otra, alrededor de una veintena. Aunque los delincuentes siguieron el mismo método que habían empleado en Balzar, Ángel Chuquirima, que preside la Asociación de Porcicultores de Santo Domingo, ignora si una única banda llevó a cabo todas las acciones.
EL COLECTIVOAlgunos balzareños, arruinados y abatidos, se salieron del negocio. Pero siguiendo el ejemplo de quienes se dedican al sector bovino, Montiel se sobrepuso a su frustración e impulsó la creación de la Asociación Balzar Produce, compuesta por unos treinta porcicultores, “la única” del ramo en la provincia de Guayas y cuyo proceso de legalización finalizará en breve.
Eso sí, en su piara ahora apenas posee diez cerdos. “Me siento más tranquilo porque ha pasado un tiempo y mi empresa veterinaria funciona mejor. Pero no tenemos confianza. Debemos presentarnos a las autoridades y presionar”, resalta vehemente a EXTRA.
De hecho, frente a las 120 asociaciones que aglutina la Federación de Ganaderos de Ecuador (Fedegan), cuya actividad se centra en las reses, apenas hay un puñado con personalidad jurídica que defiende los intereses de los productores de cerdos en Quito, Matas (Oriente), Balsas (El Oro), El Triunfo, Santo Domingo y el propio Balzar, entre otras localidades del país. “Ni siquiera disponemos de un censo sobre el número de criadores de nuestro cantón. No tenemos peso”, critica.
A LA ACCIÓNLos ataques coincidieron con la subida de precios de la carne porcina registrada en 2014, que convirtió a los marranos en el objetivo perfecto para las bandas criminales. Porque, a diferencia de las vacas, son animales “manejables y fáciles de faenar”, su rastro se pierde más rápido… “Los robados se venden en carnicerías y en camales clandestinos”, atestigua.
Así que en noviembre y diciembre de 2015, la época del año en que más actúan los cuatreros debido a que los caminos vecinales se encuentran en mejor estado por la ausencia de lluvias, tanto él como sus compañeros comenzaron a realizar patrullajes preventivos nocturnos con la Policía Nacional. Y, al menos por el momento, esa tenaz labor de vigilancia ha disuadido a los bandidos: “Estábamos desanimados. Pero desde entonces, se lo piensan dos veces antes de atacarnos”.
CONTRABANDO “DESDE PERÚ Y COLOMBIA”El sector porcino ecuatoriano se enfrenta a otra amenaza: el “contrabando” de carne “desde Perú y Colombia” hacia algunas ciudades como Quito, que se ha “potenciado” a raíz de que los productores detectaran el fenómeno “hace unos ocho meses”.
Ángel Chuquirima, que preside la Asociación de Porcicultores de Santo Domingo, se muestra “muy preocupado” porque la ‘Carita de Dios’ es el principal mercado de su colectivo, compuesto por unos veinte ganaderos, y los precios están bajando de forma alarmante.
“El dueño de una granja que vende treinta animales a la semana está perdiendo alrededor de 2.500 dólares”, resalta.
Según las cifras que manejan su asociación y Balzar Produce, los campesinos ecuatorianos obtienen entre 80 centavos y un dólar por libra sin faenar, mientras que en 2014 percibían entre 1,25 y 1,5 dólares aproximadamente.
“Al igual que el abigeato, esa caída de los precios también nos repercute muy negativamente”, indica Jonathan Montiel, líder del colectivo balzareño.
De ahí que Montiel desee firmar “acuerdos estratégicos” para utilizar la maquinaria de embutido que el Gobierno español donó al instituto agropecuario del cantón, así como buscar financiación de cara a adquirir una cámara de frío, donde los ganaderos puedan almacenar género y así comerciar directamente con carniceros, restaurantes o clientes finales. “Eliminaríamos intermediarios”, concluye.
EL MINISTERIo DEL INTERIOR NO RESPONDEEl pasado 1 de febrero, este diario remitió un mail al Ministerio del Interior, a través de su departamento de Comunicación, para solicitar distintas cifras relacionadas con los reportajes de EXTRA sobre el abigeato, que aparecerán publicados entre hoy y el próximo jueves.
Además, tres días después volvió a pedir los mismos datos, así como una entrevista con un representante de dicha cartera, para “contrastar” la información y valoraciones de los afectados, entre los que figuran algunos productores de cerdos. Pero hasta la fecha no ha obtenido ninguna respuesta.