Redacción QuitoLas flores no eran lo único que se ofrecía dentro de aquella plantación emplazada a las afueras de Cayambe, cantón nororiental de Pichincha. Un ‘chongo’ se camuflaba en el área destinada teóricamente al comedor de los trabajadores. El administrador incluso montó una pista de baile para que las ‘bielas’, al son de los ritmos más calientes, corrieran entre los clientes que buscaban placer a precios asequibles.El pasado mes de enero, las autoridades clausuraron el establecimiento. Pero la acción de la policía puso de manifiesto una realidad que iba más allá de aquella intervención puntual: los cabarés clandestinos de la zona se levantan donde uno menos se lo espera.Ángel Zapata, jefe de la Policía de Cayambe y Pedro Moncayo, confirmó a EXTRA que la prostitución se ejerce actualmente de tres maneras en el lugar, todas ellas irregulares.
En el primer caso, los ‘chongos’ ilegales han encontrado su asidero en “locales que tienen como fachada el negocio de billares”. Además, “las prepago” buscan a sus clientes en las vías con “vestimenta bastante provocativa”. Y, finalmente, también han proliferado las sexoservidoras, que acuden a moteles y hostales tras cerrar sus citas por vía telefónica con los usuarios.Desde mayo pasado a enero, Ángel Cárdenas, comisario del cantón Pedro Moncayo, ha clausurado unos ocho establecimientos que camuflaban sus actividades sexuales. “Muchas de las chicas son de la Costa, pero también hay colombianas o venezolanas que se dedican a esto”, indicó el comisario, quien dijo que los trabajos de control se realizarían de mejor manera si existiera un centro de tolerancia.
“Salir corriendo”EXTRA visitó una antigua casa de arriendo, que oculta un negocio de placer entre sus paredes, fuera del poblado cayambeño. Un plástico negro cubría los vehículos que ingresaban al inmueble, así como a las chicas que usaban diminutos vestidos con los que ‘venteaban’ sus curvas.‘Diana’ estaba sentada junto a otras tres mujeres en el interior de la vivienda, de un solo piso. Ella, originaria de Manabí, arribó hace poco a Cayambe para ejercer su profesión ‘calladita’. Lleva en el negocio más de dos años y, por el camino, atravesó por un divorcio. Ha dejado a sus dos hijos bajo los cuidados de su madre, en su tierra natal.“Cobro 10 dólares por la ficha. Ocho son para mí y dos para el dueño. En caso de que vengan los policías, una tiene que salir corriendo”, confesó ‘Diana’.
‘Walter’ es el dueño del club, que tiene más de tres meses de funcionamiento. Él es tecnólogo en hotelería, pero se quedó sin trabajo. Con un poco de dinero, se compró un bar cuyas ventas no terminaban de despegar: “Entonces me dijeron que contratara chicas”.El propietario le da “un mes más de vida” a su local, porque es consciente de que las fuerzas de seguridad pueden cerrarlo en cualquier momento. “Esto es un juego del gato y el ratón. Si no pongo este negocio yo, alguien más lo pondrá”, aseveró el hombre.
En los cuartos apenas hay un camastro para que las muchachas y sus clientes den rienda suelta a sus pasiones. Sin embargo, ‘Walter’ suele advertir a sus ‘empleadas’ que no posee todas las garantías de seguridad porque el sitio es clandestino.Para llegar a ese ‘chongo’, ‘Luis’ tuvo que preguntar a un conocido la dirección exacta. “Uno debe conocer al dueño para que lo dejen entrar”, apuntó el sujeto, que llegó con la intención de tomarse una cerveza y pasar un buen rato con alguna de las chicas.
Ante esta tesitura, ‘Walter’ y otros socios están formando una asociación con el objetivo de pedir a las autoridades que se facilite un permiso de funcionamiento. De ese modo, ellos darían una mayor garantía de seguridad y no tendrían que “esconderse”.
Un cabaré en el olvidoEn el kilómetro 2 de la vía Tabacundo-Cajas, un inmueble permanece desolado. Muchos viajeros lo conocían como El 21.Allí las chicas bailaban y daban cariño a sus clientes, pero hace un año el lugar cerró porque, al parecer, mataron a una persona.
La diversión nocturna se ha apagado y ya solo quedan los ‘esqueletos’ de las luces de colores que invitaban a vivir un momento de placer.
Un hombre que cuidaba el inmueble indicó que, probablemente, el establecimiento se abra de nuevo, ya que ahora tiene otro dueño que compró la propiedad. Sin embargo, no se atrevió a decir si será para desarrollar la misma actividad.
“Hay que arreglar y barrer toda la parte de dentro. Parece que van a poner una discoteca”, declaró en los exteriores del local.
Una ‘zona rosa’, pero con permisosEn algunos cantones como Cayambe, el tema de la prostitución genera cierto malestar por la falta de sitios donde pueda ejercerse de manera legal.
A juicio de Rafael Sánchez, coordinador en la central de trabajadores de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (Ceosl), sería necesario crear una ‘zona rosa’ para este tipo de actividad.
Sánchez señaló a este Diario que se debe tener en cuenta el crecimiento demográfico experimentado por algunas localidades. Porque mientras en la década de los 70 había unos 25.000 habitantes en la zona, actualmente Cayambe sobrepasa los 120.000 y Pedro Moncayo, los 70.000. “Debido a este crecimiento de la población, considero que este tipo de servicios deberían darse, pero con todos los permisos correspondientes”, precisó el representante sindical. (MAG)