Johanna Pisco, QuitoDesata su última batalla sobre el escenario. Las plataformas, pelucas, pestañas y trajes de fantasía, que usó durante 18 años, irán al fondo del baúl.
Kruz Veneno, el ‘drag queen’ más veterano de Quito, representa en el ‘ring’ a la vieja escuela, enfocada en un arte “con contenido” activista frente a una nueva generación de personajes travestidos que “solo busca entretener”.Su ‘alter ego’ es Pablo Gallegos, primer actor ‘drag’ en Ecuador, que alumbró a Kruz en 1998. Era la época en que el país despenalizaba la homosexualidad y la carga social y política, que el actor descargaba en cada una de sus presentaciones, jugaba un papel trascendental en la lucha de los colectivos GLBTI.Mientras Kruz duerme, Pablo, de 43 años, se dedica a la gestión cultural y a la promoción del arte en distintos escenarios de la ciudad. Considera que está muy involucrado con la actuación y separarse del todo de ella no es una opción que se plantee. Reconoce que transformarse no es solo subirse a un escenario, sino también tener personalidad.La imponencia de Kruz aflora sobre las tablas una noche más y despierta la admiración del público y de sus compañeras Sarahí Bassó, personificada por Daniel Moreno, y Kmile Mounique, en la piel de Gabriel Vega.
Para Daniel, ser ‘drag’ significa tener conciencia de lo que esto representa. “El personaje debe contar con un ‘sostén’, una esencia. No puedes vestirte porque sí, sin discurso”, sostiene mientras desliza el delineador negro sobre sus párpados.Kruz asiente. “Tomar prestada la blusa o falda de tu prima no te convierte en ‘drag queen’. Las nuevas generaciones de ‘drags’ están echando al piso lo que nosotros logramos”, sentencia.
Por eso se retira. Su último show se llama ‘18 años de un bufón’. Y es que para su personaje, el público es “el rey” y el ‘drag’ debe encargarse de “hacerle reír de sí mismo”.Esa fue la fórmula que les ayudó a darse a conocer y a llamar la atención de distintos colectivos sociales. “No se trata solo de la comunidad, sino de todos los problemas que acechan a la sociedad: el femicidio, el racismo, la violencia intrafamiliar, el regionalismo...”, añade Daniel.Porque, en realidad, el artista trata de combinar su imagen y su discurso en un conjunto equilibrado y plagado de sentido. “Uno puede maquillarse bien y tener un vestuario impecable, pero eso no justifica su actuación. Si la personalidad del ‘drag queen’ no es buena, el maquillaje resulta inútil”, añadeKruz.Porque los grandes exponentes tienen conocimientos de teatro, danza, maquillaje, vestuario, iluminación, continúa Kruz, ahora sentada en medio de un auditorio vacío, en lo que describe como su última entrevista.Su objetivo es exagerar la realidad para que la audiencia se ría y se percate de los problemas de fondo, a través de un estilo “cómicamente agresivo”.
Minutos antes, un auditorio formado por más de cien personas la aplaudió de pie y la despidió deseándole mucha suerte y preguntándose qué hará ahora sin su aclamado personaje.
Una nueva camadaMientras Kruz abandona los escenarios, desde hace menos de una década se prepara una nueva generación de artistas.Las Hermanas 4D empezaron a hacer de ‘drags’ porque les llamaba la atención este arte y querían ofrecer una puesta en escena fresca. Su objetivo es distinto al de sus predecesores, ya que dejan el activismo para el día a día, cuando no visten plataformas. Entonces, Drástika Lula es John Orozco. Él explica que el discurso social, si bien no quedó atrás, puede ser abarcado desde otras aristas.
“Nosotros estamos aquí para entretener, para hacer presencia y ganarnos al público. El activismo no lo hacemos desde las tablas”, argumenta.A su juicio, su visión del espectáculo no le resta contenido, sino que mantiene un apego a los principios básicos del teatro, que es “el fin último del drag”. “Somos artistas, no nos interesa saber si un ‘drag’ es hetero o gay. El show debe continuar”, remarca.Pero ellos dicen tener muy clara la trascendencia e influencia que ejercen sus personajes: “El público decide cómo interpreta nuestro trabajo. No porque no llevemos la bandera multicolor a cada espectáculo significa que hemos olvidado el peso de nuestros papeles”.La preparación por la que él y sus “hermanas” han pasado, si bien empezó como algo empírico, se ha profesionalizado con el tiempo y sigue en evolución. Para su grupo, el espacio que ahora queda por llenar tiene importantes exponentes.
PreparaciónAmbas tendencias defienden que tanto al público como a los artistas en general les falta preparación para comprender el estilo ‘drag’. Por eso, ya sea desde el escenario o fuera de este, su compromiso es continuar con él. Para Drástika, el conflicto con sus predecesores es innecesario. Si Kruz se retira, ellas seguirán su labor por amor a lo que hacen.Kruz, por otro lado, se mantiene a la expectativa y aunque su personaje ‘murió’ el 26 de marzo de 2016, seguirá luchando para que el ‘drag’ crezca y se profesionalice. “Esto no es lo último que sabrán de mí”, concluye mientras se retira a su camerino en medio de la oscuridad.
Un espacio vacío en la cultura quiteñaEl músico Sebastián Segovia, de 35 años, ha seguido los espectáculos ‘drag’ desde sus inicios. “Yo he visto a Kruz Veneno presentarse en múltiples ocasiones desde 1998. Y puedo decir que tanto ella como los personajes más antiguos promovían un discurso distinto a lo que se ve ahora”, comenta.El también gestor cultural cree importante reconocer que, cuando este arte empezó en la capital, era un momento crítico. Ecuador vivía entonces la transición de un país donde la homosexualidad se penalizaba a otro que trataba de aceptarla. “Sus puestas en escena tenían una carga social y política que ayudó a generar muchos cambios en la concepción de la sociedad respecto a la comunidad GLBTI”, añade.Desde aquella época hasta ahora, Segovia aprecia una metamorfosis en el transformismo artístico. Por eso afirma que hoy es difícil encontrar shows que vayan más allá del entretenimiento.La ausencia de exponentes antiguos, como Kruz, dejarán un vacío en la escena cultural quiteña, que será “muy difícil de llenar”.