“Me gusta pintar y jugar con mis peluches”, afirmó ‘Blanquita’ (nombre protegido) en su dormitorio lleno de muñecos. El año pasado, en el mes de agosto, la niña, de apenas seis años, confesó a su madre que el chofer del expreso escolar presuntamente habría abusado de ella.
El triste episodio se habría dado en el interior del automotor, durante el trayecto de su casa al colegio o viceversa, en un sector rural de un cantón de Guayas.
La misma pesadilla habría vivido supuestamente ‘Anita’, una menor de edad de ocho años que cursa sus estudios en otro centro educativo.
Al recordar lo ocurrido en el mes de octubre, las lágrimas se deslizaron por las mejillas de ‘Anita’, que agachaba la cabeza y se quedaba en silencio unos minutos, mientras se frotaba las manos con fuerza, como si reprimiera su desazón.
“Me decía que me quería, me tocaba. Él dejaba primero a los otros niños y a mí, la última”, destacó la pequeña a EXTRA
Según las progenitoras de ambas niñas, las dos estudiaban por la mañana, eran las primeras en subirse al vehículo y “las últimas” en regresar a casa, normalmente pasadas las 14:00.
‘Mercedes’, madre de ‘Blanquita’, rememoró que su hija se negaba a ir en el expreso. Preocupada por el cambio de conducta, le preguntó qué le pasaba. Hasta que se enteró de que presuntamente, el sujeto la tocaba. Una práctica que se habría repetido con ‘Anita’. Tras conocer el horror que habría sufrido la pequeña, ‘Mercedes’ interpuso una denuncia en la Fiscalía el 31 de agosto de 2015.
“A veces, él hacía de copiloto y su hijo manejaba el expreso. Entonces cogía la mochila y subía a la niña al carro, la sentaba en un lugar determinado. Pero en el trayecto la colocaba a su lado, le tapaba las piernas con la mochila y metía su mano por debajo de la falda...”, explicó indignada.
La maestra de ‘Blanquita’ conoció lo ocurrido a su alumna por boca de la progenitora. Además, la notaba diferente. “Perdió el interés en el estudio, no quería participar en nada. Le preguntaba qué le pasaba y ella me respondía que ya no iba a seguir con el expreso debido a que le estaban haciendo cosas”, señaló la docente. “Esto se debe investigar”, agregó preocupada.
EL SEGUNDO CASO‘Anita’ desveló lo que presuntamente estaba padeciendo tras escuchar a sus padres hablando, precisamente, sobre el calvario de la otra niña. “Me dijo llorando que a ella también le hacía lo mismo”, indicó su madre, ‘María’. Cada vez que bañaba a su pequeña, veía sus genitales “enrojecidos” y la niña se quejaba de los dolores que sentía. La mujer denunció el caso el 7 de octubre del año pasado.
Una de las progenitoras subraya que conoció al sospechoso dentro de un aula del centro educativo y que este se le habría presentado como la persona encargada del expreso escolar. “Ese señor es malo, está sucio. Diosito lo va a castigar”, resaltaba ‘Blanquita’ a ‘Anita’ para que no le tenga miedo.
“Pido a las autoridades que piensen en las niñas. Cuánto tiempo ha pasado y no se hace justicia...”, lamentó la abuela de la segunda.
LA PARTE DENUNCIADAEXTRA contactó con el hombre denunciado, pero este se disculpó y no dio su versión de los hechos debido a que su abogado no estaba presente. Aunque se le ofreció un número de contacto para que pudiera dialogar con este periódico si cambiaba de opinión, al cierre de esta edición no se había comunicado con el diario.
Por su parte, la directora de la escuela donde estudia ‘Blanquita’ confirmó que el chofer llevaba y traía alumnos del plantel que dirige, pero con el consentimiento de los padres de familia. Llevaba tres años desarrollando dicha actividad.
Además, añadió que no tenía un nexo laboral con el centro educativo y que, cuando tuvo conocimiento de las denuncias que pesaban contra él, se sintió sorprendida. “Él me dijo que en ningún momento las había tocado”, manifestó la docente. Tras este episodio, el hijo del investigado se hizo cargo el expreso, donde solían viajar alrededor de dieciocho niños, entre varones y mujeres.
LA FISCALÍA INVESTIGA
“Efectivamente el proceso se está sustanciando en esta Fiscalía, pero está en etapa investigativa, por lo cual es de carácter reservado”, declaró Walter Romero Jaén, fiscal de lo penal que dirige el caso.
Hasta el momento, según él, se han efectuado todos los exámenes pertinentes, tanto médicos como psicológicos, a las menores de edad: “La Fiscalía ha actuado de una manera óptima dentro del presente expediente para esclarecer los hechos suscitados. Se ha receptado una serie de versiones y realizado un sinnúmero de diligencias. Estamos recabando todos los elementos de convicción para poder actuar de una manera objetiva y con certeza”, concluyó el funcionario.
AUDIENCIA ORAL PÚBLICALas denunciantes expresaron que el pasado 6 de abril, el Ministerio Público ya ofició al juez de Garantías Penales para que convoque la audiencia oral pública de formulación de cargos, a fin de dar inicio a la etapa de instrucción fiscal en contra del denunciado.
Además, la autoridad habría solicitado que se autorice entrevistar a ‘Anita’ en la cámara de Gesell. Sería una psicóloga la encargada de hablar con ella. También pretendería recibir la versión de la directora de la escuela donde estudia la afectada.
Pero las dos madres acotaron que no están conformes con que se procese al sospechoso por abuso sexual, como en principio parece que sucederá, ya que entienden que estos sucesos constituyen delitos de violación por la gravedad de las prácticas.
“LAS SEDUJO, LES DIJO QUE LAS QUERÍA”Por su parte, Édgar Ramírez, abogado de las madres, comentó que la cámara de Gesell es una forma muy práctica y no dañina para las menores porque no tienen que enfrentarse al sospechoso.
“He pedido la nómina completa de todos los padres de familia que contrataron los servicios de este señor y de los niños que llevaba”, anunció a este diario. El motivo de esta medida es comprobar si existen más presuntas víctimas del conductor.
Ramírez remarcó que una de las pequeñas presenta problemas psicológicos. “Este tipo no solo abusó -supuestamente- de las criaturas, sino que las sedujo, les dijo que las quería”, acotó.
LAS PENAS POR VIOLACIóN Y ABUSO SEXUALHéctor Vanegas, exfiscal del Guayas, recordó que las penas por violación y abuso sexual son diferentes, lo que también se extiende a los menores: “Si se introduce algo, es violación (artículo 171 del Código Orgánico Integral Penal). Para esto hay que hacer una pericia médica”. La condena por este delito va de 19 a 22 años de prisión, pero si la víctima tiene menos de diez, se aplica el máximo, sin perjuicio de otras posibles agravantes que pueden aumentarla en un tercio.
En el supuesto de que solo se hayan producido tocamientos, se considera abuso sexual (artículo 170) y la pena oscila entre los tres y los diez años (de cinco a siete si la víctima tiene de seis a 14 años y de siete a diez, si la edad es de cinco o menos). “Lo que vale es la declaración de la víctima”, aclaró.
Vanegas precisó que las autoridades judiciales tienen un año para investigar estos casos, pero si existen indicios suficientes de responsabilidad, “se debe ordenar la detención del sospechoso”, remató.
LOS TRAUMAS MÁS COMUNESPara el psiquiatra y sexólogo Germánico Zambrano, cuando los niños con víctimas de abusos sexuales y no comparten el problema con sus padres, tienden a ponerse ansiosos, se aíslan, se deprimen, no quieren participar con los demás niños y bajan el rendimiento escolar. En ocasiones, los pequeños incluso se sienten culpables y, en la adolescencia, pueden sentir un rechazo a la sexualidad.
Sobre el perfil de los pedófilos, Zambrano indicó que suelen ser personas inmaduras y tienen un problema a la hora de poder conquistar o seducir personas de su misma edad. Por eso buscan a los niños.
En otros casos, son hombres casados y con hijos, pero que ocultan una fijación erótica “con sensación de poder” hacia este grupo vulnerable. Hay quienes intentan seducir a los menores de edad de forma “paulatina y progresiva” y les tratan “con bondad, con gestos de cariño y regalos como golosinas” para que los afectados piensen que el pedófilo los quiere.
También se han constatado casos de adultos que se disfrazaban de personas caritativas o religiosas para estar cerca de los niños.