Perder a un familiar, una relación afectiva o incluso algún objeto es un proceso doloroso al que se enfrentan las personas tarde o temprano en la vida.
Luego de esos acontecimientos, los seres humanos experimentan un periodo llamado duelo, cuyo objetivo es “aceptar e integrar la pérdida bajo un nuevo propósito en la vida”.
Rakel Mateo, psicoterapeuta y presidenta de la asociación española Goizargi, entidad que trabaja en el apoyo de personas que han perdido a un ser querido, explica que esta reacción emocional es un proceso normal, absolutamente individual en cada persona, no solo a nivel físico sino también espiritual, social, cognitivo e inclusive conductual.
“Cada doliente recorre un camino personal de elaboración de la pérdida determinado, no solo por sus recursos personales de afrontamiento, sino también por el tipo de muerte, el vínculo que lo unía a la persona fallecida, la red social de apoyo que recibe… Es por eso que el duelo impactará de manera diferente a cada persona, por lo que es difícil hablar de tiempos”, explica la profesional.
Sin embargo, si las muertes y pérdidas de por sí suelen ser difíciles de asimilar, al ser provocadas por un fenómeno natural de gran magnitud o un hecho violento, pueden tornarse más complicadas.
“Es diferente manejar el duelo cuando se trata de una catástrofe que socialmente ha afectado a muchas personas. Entonces la intervención de este tipo de crisis es totalmente distinta”, aclara Jorge Luis Escobar, presidente de la Asociación Ecuatoriana de Psicólogos.
Uno de los principales problemas es que al tratarse de sucesos que ocurren de un momento a otro, no dan el espacio suficiente para que la gente asimile la muerte.
“Es lo que va a ocurrir en muchas familias, porque como no se hizo el ritual adecuado, sino que sepultaron a sus parientes el mismo día del evento o los embalaron de una forma no convencional, todo esto se agrega al postrauma de la superación del duelo”, menciona Escobar.
Los rituales mortuorios, como velar el féretro por algunos días u otras costumbres sociales y culturales, ayudan a superar el primer paso de la formulación del duelo: la aceptación.
“Hay muchas personas que van a mantenerse en el proceso de negación, no porque lo quieran sino porque desgraciadamente no han podido afrontar la realidad desde el tema del duelo convencional. Entonces aquí entra otro aspecto, que es la resiliencia en todos los niveles, tanto en la pérdida material como en la transición afectiva entre la muerte física y reasignarle un nivel a la persona amada en otra categoría”, detalla el profesional.
Paso a pasoAunque cada profesional tiene diferentes metodologías para trabajar el duelo en sus pacientes, lo primero será dar espacio al trauma o shock que ocurre en la mayor parte de los casos.
Tras ello, Rakel Mateo menciona las cuatro tareas del duelo del doctor William Worden: aceptar la pérdida, trabajar las emociones y el dolor que ocasionó dicha pérdida, adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente y adaptarse emocionalmente al fallecido para seguir viviendo.
“Elaborar el duelo nunca implica olvidar, sino recordar de manera positiva”, enfatiza la psicoterapeuta.
Señales de alertaNo todas las personas resuelven su duelo de la misma manera. Hay quienes “se quedan ahí, estancados” y por lo tanto necesitarán terapias de apoyo psicofarmacológicas.
“Durante los primeros 15 días a tres semanas (de la muerte), van a entrar en un estado de estrés postraumático o depresión; pero a medida que pasa el tiempo van asimilando y aceptando la situación con normalidad. Pero si pasa el tiempo y esto no se logra, sino que van imaginando o pensando cosas como que esperan al fallecido, que los visita, que ven su sombra, o si en su organismo aparecen trastornos en el sueño, apetito, cuidado personal o alucinaciones auditivas o visuales, ya no es normal y se necesita ayuda de profesionales de la salud mental”, advierte el psiquiatra Juan Montenegro.
Aunque no existen cifras, el especialista menciona que las mujeres son más susceptibles a verse afectadas por las pérdidas.
Por eso, las personas cercanas a quien haya enfrentado la muerte de un ser querido deberán estar pendientes de que no ocurran cambios drásticos en su comportamiento, pues sin la vigilancia adecuada pueden convertirse en depresiones “que incluso ocasionen un suicidio”. Y si notan síntomas de alarma como los antes mencionados, deberán llevar a la persona a un especialista para que reciba un tratamiento psicofarmacológico y psicoterapia de apoyo, para que restituya su esfera afectiva.