Por Ángel Amador
angel77amador@gmail.com
No imaginó que sería así. Tan inexplicable. No tenía palabras. Solo pensaba en ella. En esa mujer que le ‘robó’ un beso y su virginidad. Franco, de 18 años, conoció a Cecilia en un centro comercial. Fue, literalmente, un golpe el que despertó el gusto entre ambos. El chico tropezó al caminar y cayó casi a los pies de la mujer que tenía 10 años más que él. Casi la derriba, pero su destreza en la gimnasia artística la ayudó a mantener el equilibrio. Dio un paso hacia atrás y ayudó a levantar al joven. A primera vista, ella vio solo un muchacho cualquiera. Él, a una bella mujer que despertaba sus más bajos deseos. Dejó pasar la oportunidad, pero al día siguiente regresó al centro comercial esperando tropezarse de nuevo y, al levantarse, ver los mismos ojos... así pasó. Ella trabajaba en uno de los locales del lugar en la venta de ropa para hombres.
Fue la excusa perfecta para acercarse y conversar con ella.
Camisas, pantalones de gabardina y corbatas, no eran compatibles con su estilo más descomplicado de jeans, camiseta y converse. No importó. Tomó un par de camisas y pidió ayuda de aquella mujer. Ella no se acordó de él. Tantas caras que ve al día que una nueva es una más. Franco compró las camisas.
Al día siguiente regresó y compró dos pantalones. Al otro día tres corbatas. Solo para hablar con la vendedora.
Uno de esos días, Franco regresó a la tienda casi a la hora de cierre. Ya no sabía qué comprar. La mujer intuyó las intenciones del joven y lo encaró. Este, se armó de valor y le dijo que le gustaba. La vendedora, notablemente sonrojada, solo atinó a sonreír.
La joven, por cualquier motivo que ni ella logra aún encontrar, se acercó al oído de Franco y le susurró algo. Solo fue cuestión de minutos para cerrar por dentro el local y la pareja encontrarse en la bodega, el mejor lugar para dejarse llevar.
Sobre una pila de ropa sin planchar la vendedora se acostó y empezó a sacarse la ropa. Franco solo pensó: “se me hizo”. Estaba ahí parado. Sin saber qué hacer mientras observaba cómo ella le lanzaba cada prenda a su rostro. El sonido de su teléfono celular lo despertó de tal aletargamiento. Vio la pantalla y decía: Mamá. Solo colgó y lo apagó.
Se acercó a la joven y se acostó a su lado. Ella, ya desnuda, empezó a quitarle la ropa a su acompañante. Una prenda tras otra. El joven solo observaba. Respiraba fuerte y rápidamente. Cerró los ojos. Lo siguiente que vio fue a la joven sobre él. Lo besaba. Acariciaba. Él hacía lo mismo, pensando cada movimiento. Luego de unos minutos ya no pensaba, solo actuaba. Ambos quedaron exhaustos. Franco encendió su celular. Veintiocho llamadas perdidas, once mensajes de voz, otros diez mensajes de texto y de whatsApp. Era su madre. El joven se levantó rápidamente. No lograba encontrar su ropa entre tantas prendas desperdigadas en el piso. Ella seguía acostada. Solo lo miraba y le dijo: “Oye, por cierto, me llamo Cecilia”.
angel77amador@gmail.comNo imaginó que sería así. Tan inexplicable. No tenía palabras. Solo pensaba en ella. En esa mujer que le ‘robó’ un beso y su virginidad. Franco, de 18 años, conoció a Cecilia en un centro comercial. Fue, literalmente, un golpe el que despertó el gusto entre ambos. El chico tropezó al caminar y cayó casi a los pies de la mujer que tenía 10 años más que él. Casi la derriba, pero su destreza en la gimnasia artística la ayudó a mantener el equilibrio. Dio un paso hacia atrás y ayudó a levantar al joven. A primera vista, ella vio solo un muchacho cualquiera. Él, a una bella mujer que despertaba sus más bajos deseos. Dejó pasar la oportunidad, pero al día siguiente regresó al centro comercial esperando tropezarse de nuevo y, al levantarse, ver los mismos ojos... así pasó. Ella trabajaba en uno de los locales del lugar en la venta de ropa para hombres.