Vestida completamente de negro, con el rostro pálido y entristecido, desde una fría celda de la cárcel de mujeres de Quito, “Graciela” recuerda la terrible pesadilla que empezó el pasado 4 de enero, cuando le dio una puñalada a su esposo cerca del pulmón izquierdo y le quitó la vida.
ENTRE EL AMOR Y EL DOLOR“Conocí a mi esposo (fallecido) cuando tenía 14 años, él era mayor a mí con 16, pero no nos importó esa gran diferencia, nos casamos en Estados Unidos y luego de muchos años decidimos regresar al Ecuador para que mis tres hijas, de 9, 8 y 3 años pudieran estudiar en nuestra propia tierra”, comentó la mujer.
La vida de casada no fue como ella veía en las novelas o lo había escuchado en los cuentos de hadas, pues los golpes y las agresiones llegaron a su hogar para terminar con su tranquilidad.
“Desde hace algunos años cambió totalmente, me gritaba, golpeaba, incluso quería abusar sexualmente de mí, pero soportaba todos los maltratos porque lo amaba, aún lo sigo amando”, indicó la detenida.
Ella nunca se atrevió a separarse de su esposo, pues cuando no estaba “mal genio” era un hombre cariñoso, divertido y sobre todo siempre fue un buen padre.
“Cuando vivimos en Estados Unidos trabajaba y él se quedaba en casa cuidando de las niñas, cuando regresamos nos compramos un bus, contratamos un chofer y cobrador y ambos manejábamos ese dinero”, indicó la mujer de 29 años.
“Graciela” cierra los ojos en su celda y revive diariamente las virtudes de su esposo. “Nunca le gustó tomar, fumar, ni siquiera tenía amigos, él no era malo”, mencionó.
El único defecto que tenía el hoy occiso era ser un hombre sumamente impulsivo. “A veces ni siquiera me pegaba a mí, se golpeaba él mismo”, dijo la mujer.
Por el gran amor que le unía a su esposo, “Graciela” no se atrevió a denunciar el maltrato del cual era víctima. “Me daba vergüenza y no quería hacerle daño a él y a mis hijas”, indicó.
En el Ecuador tan solo el 3,8% de las mujeres que ha sufrido algún tipo de abuso se atreve a denunciar, las demás prefieren mantener su martirio escondido puertas adentro.
“LO MATÉ SIN QUERER”El 4 de enero, en medio de una pelea que mantenía la pareja en su domicilio, el esposo de “Graciela” lleno de ira por un problema de trabajo tomó a la joven madre del cabello y la golpeó varias veces contra la pared.
“Le pedía que no me pagara frente a las niñas, se calmó, pero cuando mis hijas salieron de la casa, él no se controló y me dijo que nunca me había golpeado como me lo merecía, pero que ese era mi día”, comentó.
Mientras le pegaba con brutalidad, también empezó a tocar su cuerpo e intentó sacarle la ropa para “enseñarle lo que sabía hacer”, pero ella no quería que las manos que la golpeaban también la tocaran.
“Estaba tirada en el suelo y él se acercó al cajón de la cocina, tomó el cuchillo y con el mango del objeto me golpeaba en la cabeza, de repente el cuchillo se cayó, lo cogí y estiré el brazo hacia atrás, sentí que se lo clavé a un costado del pecho y boté el arma del susto”, confesó la mujer.
“Graciela” no imaginó que el corte que le propinó en el brazo a su esposo, el amor de toda su vida, le provocaría la muerte.
“Lo vi ensangrentado y salí a pedir ayuda, llamé a la Policía y una ambulancia, pero no llegaron rápido, le di primeros auxilios y cuando las autoridades llegaron, él estaba muerto porque se desangró”, manifestó mientras los ojos se le cristalizaban y la garganta contenía la voz entrecortada.
La mujer permanece con prisión preventiva, hasta el lunes, día en que se realizará la audiencia de juzgamiento y se definirán los años que deberá pagar por el crimen que cometió.
El doctor Ramiro Román, abogado penalista, explica que la pena podría ser entre 16 a 25 años por el delito de asesinato, sin embargo se pueden aplicar causas de justificación para que sea reducida.
“La defensa de la mujer puede alegar que ella actuó en legítima defensa, en este caso cometiendo un exceso, de ese modo los años podrían ser menos”, afirmó el penalista.
Para el jurisconsulto es necesario que la defensa presente pruebas como: boletas de auxilio, testimonios de que el hombre solía estar bajo los efectos del alcohol o alguna otra señal para que se pueda comprender el motivo que hizo que la mujer efectuara el crimen.
Según una encuesta realizada por el INEC en el 2011, 6 de cada 10 mujeres ecuatorianas son víctimas de violencia y 1 de cada 4 ha sufrido abuso sexual.
Rommel Artieda, médico psiquiatra y psicoterapeuta, explica que el ser humano puede actuar en defensa propia bajo dos circunstancias: una en plena conciencia de lo que se hace y la otra bajo falta de lucidez.
“El ser humano tiene una parte agresiva que sale a flote cuando no tolera más el estrés, la angustia o la violencia, es entonces normal que busque defenderse, pero se da cuenta claramente de lo que hace, sin embargo otras personas pueden estar bajo un cuadro psicótico agudo transitorio, es decir actúan sin darse cuenta de lo que cometen, esto se produce por altos niveles de estrés, angustia, preocupación o dolor”, mencionó el galeno.
DEPENDENCIA AL MALTRATO“Nunca quise separarme de él porque era el padre de mis hijas y lo amaba con sus defectos, hasta ahora cuando cierro los ojos me imagino que aún sigue vivo, no sé cómo será mi vida sin él”, comentó .
El INEC muestra que el 90% de las mujeres que ha sufrido violencia por parte de su pareja no se ha separado, de este grupo el 54.9% no piensa separarse, el 23.5% se separó por un tiempo y regresó con su pareja y el 11.9% piensa separarse.
Bajo estos conceptos, el 52.5% de las mujeres no se separa porque considera que “las parejas deben superar las dificultades y mantenerse unidas”, el 46.5% piensa que “los problemas no son tan graves” y el 40.4% “quiere a su pareja”, mientras el 22% “no se puede sostener económicamente”.
Rommel Artieda, médico psiquiatra y psicoterapeuta, asegura que se pueden llegar a formar relaciones de dependencia patológica, es decir que, a pesar de los golpes, el maltrato y la violencia, la otra persona pretende seguir soportándolo por un supuesto sentimiento de por medio.
“Siempre que hay un maltratador, hay una persona que se deja maltratar”, indicó el especialista.
ANHELA VER A SUS HIJASMientras “Graciela” traía al presente la terrible historia que empezó hace tres semanas, también pedía que no le quitaran el derecho de ver a sus hijas y saber de ellas.
“Desde que estoy presa, la familia de mi esposo las cuida, porque todos mis parientes están en Estados Unidos, pero jamás me las traen, no me dejan hablar con ellas y eso me parte el corazón”, dijo la madre.
Dentro de su alma y su conciencia la joven progenitora guarda un gran remordimiento. “No me voy a perdonar nunca haberlas dejado a mis hijas sin padre y ahora incluso se quedaron sin madre”, comentó “Graciela”.
La joven busca desde la celda ayuda psicológica, pues quiere recuperar la razón de vivir, las fuerzas y sobre todo poder dejar de lado la culpa que carga entre sus hombros
“Quiero que alguien me ayude, lo necesito, sé que no estoy bien”, concluyó la mujer.
El especialista indicó que ella necesita recibir un tratamiento, para lo cual deberá ser evaluada constantemente para que pueda recuperarse.