Con gran sencillez Rafael Salazar, candidato a asambleísta por parroquias rurales de Quito, por el Partido Socialista, conversó con un equipo de Diario EXTRA para recordar lo que ha hecho que se convierta en un hombre humilde y luchador.
“Nací en Tumbaco hace 51 años, cuando todo era botado, no había medios de transporte ni otros servicios básicos”, indicó.
Rafael no tuvo la suerte de salir a la capital para estudiar en prestigiosas instituciones educativas, pues el dinero no alcanzaba en su hogar, así que sus padres decidieron enviarlo a una escuela y posteriormente a un colegio fiscal que acogía a todos los jóvenes de su parroquia.
“Siempre fui un tanto callado, pero lo que sí me gustaba era descubrir cosas en medio de la naturaleza, nuevas plantas o frutas”, comentó.
Le encantaba jugar a las escondidas o a las cebollitas, actividad en la que varios niños se tomaban fuertemente de los brazos y otro intentaba sacar a alguien de la fila, de los deportes su favorito siempre fue el fútbol.
Padres le inculcaron el amor al trabajo“Mi padre fue agricultor y mi mami vendía tortillas de papa con carne y chicha en la puerta de mi casa”, dijo.
Todos en el barrio conocían la excelente sazón de doña Rosa Ramona y sus exquisitas tortillas que logró hacerlas famosas. “Mi madre se convirtió en la jefa del hogar, porque era la que aportaba con dinero a la casa, mi papi en cambio llevaba el alimento”, explicó.
A pesar del arduo trabajo que realizaban sus padres el dinero siempre faltaba en la casa, por eso desde jóvenes sus hermanas tuvieron que salir a trabajar como empleadas domésticas para poder ayudar con los gastos.
“Vengo de una familia humilde, pero gracias a Dios muy unida y trabajadora”, comentó Rafael.
LE ENCANTA BAILAR CON BANDA DE PUEBLOLa tradición en los pequeños pueblitos es rendirle tributo a todos los santos y festejar con banda de pueblo y efectuar comparsas, para Rafael no es nada raro ser un integrante más de los tradicionales desfiles.
“De pequeño salía disfrazado de pastorcito, incluso una vez salí de payaso, pero eso no me gustó porque todos me reconocieron por los zapatos”, contó mientras se reía.
Su padre era un buen músico, pues no había instrumento que no tocara, por ello también llegó a ser el instructor de la banda de Tumbaco, sin embargo Rafael no heredó esas habilidades.
“Mi papi nunca tomó, por eso él ayudaba a los músicos a llegar sanos y salvos a las casas y sobre todo cuidaba los instrumentos para que nadie se los robe”, indicó.
Salazar asegura que es necesario recuperar las tradiciones y volver a disfrutar la vida como en los viejos tiempos.
“Ahora Tumbaco es una zona de pelucones, queda muy poco de donde nací”, dijo con nostalgia.
Una sola reinaEn medio de 5 hombres, Gloria Padilla se ha convertido en la reina de la casa. “No sé qué haríamos sin mi esposa”, dijo Rafael.
Hace 29 años contrajeron matrimonio y desde entonces se han apoyado el uno al otro.
“En un inicio vivíamos cerca de mi mami y ella aprendió a cocinar como lo hacía mi viejita, por eso mis hijos y yo somos fanáticos de su comida”, comentó Rafael. “Me tocó aprender a la fuerza”, dijo entre risas Gloria.
Luego de varios años de aprendizaje Gloria es una experta en hacer platillos complicados, como la exquisita colada morada.
“Como nací en el campo, rodeado de animales y plantas, sé cuándo una comida es buena y cuándo no”, indicó.
Por la amistad y buena comunicación que tienen como pareja y como padres sus hijos también son excelentes seres humanos.
“Mi primer hijo es un buen alumno, pero el segundo no quiere hacer deberes, cada uno es diferente y a todos los amo”, explicó Rafael.
Con cuatro varones, lo único a lo que le teme es a dejar sola a su esposa. “Tengo miedo de morir y que ella se quede sola”.
“Los hombres se van rápido, desde ahora el teléfono de la casa pasa solo ocupado, porque viven hablando con las novias, pero está bien a su edad”, concluyó.
BUENO CON LA PELOTADesde muy pequeño sus piernas fueron ágiles para patear un balón de fútbol y en una edad más madura logró desenvolverse muy bien en las canchas del barrio, además estuvo a punto de pertenecer al equipo de la Universidad Católica, pero por razones económicas no pudo alcanzar su sueño de ser futbolista profesional.
Se alegró la vida practicando el deporte junto a sus vecinos y amigos. “Mi apodo es Pelé, porque dicen que juego bien”, manifestó con modestia.
Como buen quiteño también es un experto en el ecuavoley. “Siempre juego de volador o servidor, para eso soy número uno”, señaló.
Ya que él no pudo tener el apoyo económico de sus padres, ahora gracias al esfuerzo que ha hecho puede respaldar a sus hijos en diferentes disciplinas deportivas.
“Tengo cuatro varones, dos de ellos son muy buenos para el fútbol y los otros dos son ciclistas, uno de mis muchachos obtuvo una medalla en los Panamericanos”, dijo orgulloso.