Uno de los sitios en donde se siente preocupación sobre lo ocurrido es en Tiwino, comunidad ubicada en Pastaza, a dos horas y media de camino desde el centro de Coca, en Orellana.
Allí habitan 58 familias de la etnia waorani y a pesar de la matanza contra un grupo taromenane el pasado 29 de marzo las actividades siguen normalmente.
Los dirigentes están en alerta roja por lo vivido en el sector de Yarentaro, en el cantón orellanense de Aguarico. Roberto Ima, uno de los líderes comunitarios de Tiwino, así lo confirmó y dijo que está preocupado por una posible incursión taromenane en la zona. “El jueves de la siguiente semana tenemos una reunión en la comunidad para hablar sobre el tema”, explica Ima.
Él teme que el clan de los no contactados avance hasta la zona, debido a que toda la atención está puesta sobre Yarentaro y eso empuja a los taromenane ir a Tiwino.
El actual conflicto se dio por una aparente venganza que tomó el pueblo waorani contra los taromenane, ya que estos últimos asesinaron a dos líderes wao: Ompure y su esposa Buganey.
Ima cuenta que incluso Ompure habría advertido el año pasado del riesgo que corría su vida.
“Ellos, según dicen, estaban presionando a Ompure para que apaguen los generadores (petroleros). Pero él (Ompure) habría dicho que no es de su competencia”, explica Roberto.
Según se conoció, Ompure tenía contacto con los pueblos tagaeri y taromenane y él les facilitaba utensilios básicos a esas etnias. Pero todavía no se ha confirmado cuál fue el motivo específico para que los taromenane asesinaran a la pareja de ancianos.
Además, las niñas Conta (5 años) y Daboca (3 años) fueron retenidas por la comunidad wao luego del ataque. Actualmente, afirmó Yeti, una de las pequeñas está asustada por los ruidos que provocan las petroleras cercanas a Yarentaro, sitio donde se encuentran, y la menor tiene gripe.
Tiwino y los waoEl conflicto no hizo que Ene Mincahue, habitante waorani de Tiwino, frene su actividad como artesana. Su vivienda tiene una mezcla de tradición wao y modernismo arquitectónico, ya que tiene una casa de cemento y hormigón, pero a su vez posee una choza donde perfecciona sus artesanías.
No habla el español, sino en wao y sus hábiles manos confeccionan una serie de artesanías que las vende incluso a los petroleros. Hace collares e incluso platos de paja en la choza de hoja de monte que tiene junto a su hogar entregado por el Ministerio de Vivienda (Miduvi).
“Esta es la primera casa entregada a un waorani en Tiwino”, recuerda Ike Ima, primo de Ene y líder de la comunidad. Ima vive desde 1982, año en el que vinieron sus padres y hermanos hasta esa zona petrolera desde Curaray, en Pastaza.
Lo hicieron con sus costumbres, pero se acoplaron a la cultura occidental por la presencia de los empresarios del oro negro. La imagen que se tenía del pueblo, conocido por los kichwas como aucas (salvajes), era la de hombres y mujeres desnudos, pero la realidad en Tiwino es otra.
Todos llevan prendas e incluso visten el uniforme de empresas petroleras que trabajan en el sitio. La zona está cambiada totalmente, según recuerda Ike. En los primeros años de presencia wao no había carreteras y peor aún casas como las que construye el Miduvi.
En el lugar se ven construcciones de hormigón que se levantan como los árboles que los rodean. Hay un pequeño coliseo para las fiestas comunales y los equipos de sonido retumban en las pocas casas de madera que se esconden en el follaje.
“Todos sabemos leer y escribir. Los chicos llegan hasta el bachillerato”, explica Ike mientras se dirige a una de las pocas viviendas tradicionales que hay en Tiwino.
La casa es también de hoja de monte y pertenece a la prima de Ike, Wiñame Ima. La vivienda es triangular y tiene un amplio espacio interno. Sus paredes y techo son hechos completamente de hojas y madera.
Wiñame también se dedica a la artesanía junto a su esposo Tiri Omaca, quien es un hábil constructor de cerbatanas de pambil. “Vendemos la artesanía principalmente en Misahuallí, en Tena y a las petroleras”, explica Omaca.
El encuentro con los waoJesús Esteban, obispo del Vicariato de Aguarico en Coca (Orellana), detalla que los waorani habitaban la ciudad alrededor de los años 50. “Ellos ocupaban la zona en donde se asienta actualmente la brigada de los militares”, dice Esteban mientras señala con su dedo a las edificaciones que se encuentran al sur del Coca, cruzando el río Napo.
El religioso cuenta que los primeros contactos que tuvieron los occidentales con los llamados aucas fue a través del Instituto Lingüístico de Verano (SIL, por sus siglas en inglés), entidad encargada en evangelizar a esta clase de pueblos en la lengua original de los mismos.
Luego vendrían los petroleros y finalmente el encargado de contactarse directamente con los waorani, monseñor Alejandro Labaka. Este último moriría asimismo por las lanzas tagaeri, en 1987, en Pastaza, mientras intentaba contactarse con esta etnia.
“Alejandro tuvo contacto con el grupo que actualmente está en conflicto, en Dicaro”, asegura monseñor Esteban e incluso cuenta que fue Alejandro Labaka que tuvo contacto con los fallecidos Ompure y Buganey.
Fue tanta la aceptación que tuvo el religioso que la madre de Ompure lo adoptó. “Por eso tuvimos la obligación de ir al entierro luego de la tragedia”, señala Esteban.
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