Carlos Anchundia Tumbaco, GuayaquilUna niña de diez meses es la única que se alimenta diariamente. Cuando llora, tiene el pecho de su mamá. Los otros nueve hermanos deben esperar a que alguien les ayude para llenar sus barriguitas.
Pero la comida pasa a segundo plano para Graciela Olivo Manzaba, de 37 años, cuando se acuerda de que su casa puede caerse en cualquier momento.
Ella vive en la cooperativa Janeth Toral, por la famosa entrada de la 8. Allí tiene su vivienda de caña y madera que poco a poco se va destruyendo. Las tablas del piso tienen huecos y están podridas.
Los niños deben caminar con cuidado. Si se descuidan, sus pies pueden quedar atrapados o con heridas. Lo que más les preocupa es que un fuerte aguacero podría derrumbar la casa.
“Me da miedo, cuando hace viento se mueve y si caemos, mis hijos corren peligro... pueden morir aplastados”, sostiene la mujer, que se llenó de hijos sin pensar que el padre se iría con otra mujer, dejándola con la pesada carga de cuidar a sus diez retoños, la mayoría menores de edad.
SE LAS INGENIA Graciela debe ingeniárselas para conseguir alimentos. A veces, sus hijos lloran porque tienen hambre y ella debe calmarlos aunque sea con un vasito de agua.
“Se me parte el alma verlos así, pero debo soportar esto. Es duro para mí, a veces hasta he pensado en suicidarme para no verlos sufrir, pero luego reacciono y me tranquilizo porque ellos me necesitan”, dice, mientras cruza los dedos de sus manos y mira al piso.
“Gracias a usted, esta semana pasaremos tranquilos porque tendremos comida”, comentó aquel día cuando EXTRA la visitó y le regaló unos víveres que conseguimos, luego de una pequeña campaña apoyada por los compañeros Ivonne Lago, Amelia Andrade y Byron López, presidente del Comité Paralímpico del Ecuador, que también ayudó con alimentos.
Para conseguir la comida, Graciela ayuda los fines de semana a una señora que tiene un restaurante por el sector. También recoge botellas vacías que luego las vende y con eso reúne dos o tres dólares por semana y corre a la tienda a comprar fideos o una libra de arroz para hacer una sopa.
Otras veces, su mamá le envía víveres o amigos del barrio la apoyan y así lleva su pesada carga. “Hasta que Dios me dé fuerzas, lucharé por mis nenes”, señala.
DOS HIJOS SE PIERDEN Graciela tiene 10 hijos: David (19), Omar (17), Wellington (15), Briggitte (11), Javier (8), Niurka (7), Marlon (6), Moisés (5), Jeremías (4) y Bianca Noemí de 10 meses.
Dos de ellos, dice Graciela, tienen problemas. “Por ellos también sufro, quisiera que me ayuden para rehabilitarlos, son jovencitos y me duele verlos así”, confiesa. Cuando habla de ellos, cierra los ojos y llora. “Por favor, ponga en la EXTRA que necesito ayuda para los dos chicos”, suplica durante el diálogo.
Si alguien desea extender la mano a esta familia que necesita ayuda urgente, puede hacerlo llamando al 099-463-7182. Ella necesita que una persona de buen corazón la salve de una desgracia, construyéndole una casita. También necesita que saquen del vicio a sus dos hijos.
NO CONOCE A SU PAPÁGraciela tampoco conoce a su padre. En su cédula dice que se llama Navalo Valentino Olivo Rubio, pero hasta hoy no sabe si vive o muere. “Me gustaría saber algo de él, ojalá pueda encontrarlo”, refiere.