Apenas las turbinas del avión se encendieron, Aurora Toro comenzó a llorar. No podía creer que la agenda del papa Francisco en el Ecuador haya terminado tan rápido.
La aeronave que trasladó al sumo pontífice hasta La Paz, en Bolivia, despegó aproximadamente a las 13:00. Aurora levantó su mano y corrió a lo largo de las mallas del aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, pidiendo la bendición aunque sea desde lejos.
Ella estuvo en la terminal aérea a las 11:30. Su único objetivo fue despedir a la máxima autoridad de la Iglesia católica. “Se me va mi padre celestial”, repetía una y otra vez. Nadie comprendía por qué esa expresión la invadía de tristeza y de emoción.
Lastimosamente Aurora perdió a sus padres y no tiene hijos. Comentó a EXTRA que vive sola en el sector de la Quito Norte, desde donde tomó el primer bus que la trasladó hasta el aeropuerto para no perderse el final de este evento histórico.
La visita del santo padre le dejó un mensaje de amor y fraternidad, dijo la señora de 61 años, quien llevaba en sus manos una pancarta con la imagen del sucesor de Pedro. También un saco de lana con el que se cubrió de los fuertes vientos que corrieron en Tababela, al nororiente de la urbe capitalina.
Pero esa combinación de tristeza y alegría no solo embargó a Aurora, sino también a Ruth Toapanta y Mercedes Portilla. Ellas llegaron desde Yaruquí y tuvieron que caminar durante tres horas para poder sentir de cerca al papa por última vez.
De todos los mensajes que dijo el papa durante los eventos como la misa campal en el Bicentenario, la ceremonia de bienvenida y otros, a Ruth le quedó uno y cree que es el más importante. “En una frase decía que las personas tenemos que arriesgarnos a amar”.
Mientras que Mercedes se inclinaba por la unión familiar. Ambas miraban desde lejos cómo el avión en el que la autoridad eclesiástica partía para otro país, se movía lentamente. Incluso se treparon en el cerco para mejorar la visibilidad.
En sus manos sostenían imágenes de Francisco. Guardaban la esperanza de que el líder del Vaticano las bendiga desde el aire, así como a los objetos que llevaron. Si lo hizo, nadie lo sabrá. No se conoce con certeza si él u otro papa volverán a pisar el Ecuador.