Gorka Moreno, Guayaquil
Hay quienes aseguran que ya no ejerce como jefa de enfermeras en el área de Pediatría. Cuentan que, al parecer, pasó a ser “supervisora” a raíz de la tragedia, aunque no han trascendido los motivos que propiciaron su presunto cambio de puesto en el Hospital Federico Bolaños de Milagro. Ella elude hablar ante los medios de comunicación, pero algo cambió en su vida el pasado 11 de abril. Aquel día, un neonato murió por las graves quemaduras sufridas durante su traslado en una incubadora portátil desde el centro milagreño hasta el Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil, ambos gestionados por el IESS. Por ahora no está procesada, aunque la instrucción del caso, dirigida por la fiscal Margarita Neira, no ha concluido.
Sus declaraciones ante Neira y la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros, efectuadas los pasados 29 de julio y 21 de mayo respectivamente, arrojan significativas novedades sobre un caso especialmente complejo por sus aristas técnicas. Ambas figuran en el expediente, al que ha accedido EXTRA.
“Le indiqué -a una auxiliar- que no se olvidara de poner los guantes con agua tibia -en la termocuna- (…). Es una técnica que hemos utilizado cuando no da la temperatura idónea, pero con las debidas precauciones de los médicos”, apuntó.
Su versión de los hechos coincide en gran parte con la ofrecida por la propia auxiliar procesada junto a dos doctores cubanos, que llegaron al centro gracias al convenio de salud suscrito con el país caribeño. El Ministerio Público los considera sospechosos de un homicidio culposo por mala práctica profesional, que en la tipología aplicada a este supuesto establece penas de prisión de entre uno y tres años.
La auxiliar, como ya publicó este periódico, admitió que ella había puesto “cuatro o cinco” guantes dobles de cirugía en el aparato, pero “con agua tibia, no caliente” como alegaron los neonatólogos, quienes destacaron que esta práctica está “abolida” desde “hace muchos años” por los “accidentes” que generaba. Ahora bien, siempre ha defendido, al igual que otras compañeras, que ella se limitó a seguir las directrices de su superiora y que los médicos estaban al corriente del procedimiento, extremo que fue negado por los especialistas.
Tal y como avanzó ayer EXTRA, fue precisamente la entonces jefa de enfermeras de Pediatría quien solicitó el mantenimiento y reparación del equipo a su coordinadora. “Diez días atrás, se había utilizado sin ningún problema (…). El día del caso, no calentaba bien”, testificó.
El técnico encargado de la revisión constató tras el aciago suceso que la máquina no funcionaba correctamente y que tenía la batería dañada, de ahí que los profesionales del hospital recurrieran a este peligroso método para calentar el interior del equipo.
LAS HORAS PREVIAS AL VIAJE
El 9 de abril, poco después de que el bebé asomara al mundo, a eso de las 07:00, la jefa de enfermeras comenzó su turno. Entre las 10:00 y las 12:30, mientras los médicos buscaban cupo en un hospital de la urbe porteña para transportar a la criatura, revisó la termocuna, que comenzó a marcar una temperatura de 24 grados.
En torno a las 13:00, según manifestó, dos enfermeras la relevaron. Y, a eso de las 14:00, se acercó de nuevo a la “única” incubadora portátil del centro: “Observé que había llegado hasta los 29,4 grados, pero debía alcanzar los 34. Introduje mis manos y constaté que estaba fría. Lo normal es que alcance la temperatura óptima en veinte o treinta minutos”.
Pasadas las 14:30, llegó la notificación del Teodoro Maldonado Carbo. Había luz verde para llevar al neonato. Según su testimonio, la auxiliar procesada pasó a su lado en el momento en que ella estaba realizando tareas administrativas con el ordenador. Como en otras ocasiones, le pidió que colocara los guantes en el aparato, aunque no la supervisó porque, a su juicio, esa labor correspondía a sus compañeras.
Al igual que esgrimió la auxiliar, señaló que uno de los doctores sospechosos se encontraba con esta. Tal vez por eso recordara que los especialistas “tienen la obligación de tocar -al bebé- y valorar la integridad de este para que llegue en buen estado a su destino”.
A las 15:14, ella se retiró: “El traslado -llevado a cabo a las 16:00- quedó bajo la responsabilidad de las licenciadas que habían entrado de guardia y de los neonatólogos”.
Hay quienes aseguran que ya no ejerce como jefa de enfermeras en el área de Pediatría. Cuentan que, al parecer, pasó a ser “supervisora” a raíz de la tragedia, aunque no han trascendido los motivos que propiciaron su presunto cambio de puesto en el Hospital Federico Bolaños de Milagro. Ella elude hablar ante los medios de comunicación, pero algo cambió en su vida el pasado 11 de abril. Aquel día, un neonato murió por las graves quemaduras sufridas durante su traslado en una incubadora portátil desde el centro milagreño hasta el Teodoro Maldonado Carbo de Guayaquil, ambos gestionados por el IESS. Por ahora no está procesada, aunque la instrucción del caso, dirigida por la fiscal Margarita Neira, no ha concluido. Sus declaraciones ante Neira y la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros, efectuadas los pasados 29 de julio y 21 de mayo respectivamente, arrojan significativas novedades sobre un caso especialmente complejo por sus aristas técnicas. Ambas figuran en el expediente, al que ha accedido EXTRA.“Le indiqué -a una auxiliar- que no se olvidara de poner los guantes con agua tibia -en la termocuna- (…). Es una técnica que hemos utilizado cuando no da la temperatura idónea, pero con las debidas precauciones de los médicos”, apuntó.Su versión de los hechos coincide en gran parte con la ofrecida por la propia auxiliar procesada junto a dos doctores cubanos, que llegaron al centro gracias al convenio de salud suscrito con el país caribeño. El Ministerio Público los considera sospechosos de un homicidio culposo por mala práctica profesional, que en la tipología aplicada a este supuesto establece penas de prisión de entre uno y tres años. La auxiliar, como ya publicó este periódico, admitió que ella había puesto “cuatro o cinco” guantes dobles de cirugía en el aparato, pero “con agua tibia, no caliente” como alegaron los neonatólogos, quienes destacaron que esta práctica está “abolida” desde “hace muchos años” por los “accidentes” que generaba. Ahora bien, siempre ha defendido, al igual que otras compañeras, que ella se limitó a seguir las directrices de su superiora y que los médicos estaban al corriente del procedimiento, extremo que fue negado por los especialistas. Tal y como avanzó ayer EXTRA, fue precisamente la entonces jefa de enfermeras de Pediatría quien solicitó el mantenimiento y reparación del equipo a su coordinadora. “Diez días atrás, se había utilizado sin ningún problema (…). El día del caso, no calentaba bien”, testificó. El técnico encargado de la revisión constató tras el aciago suceso que la máquina no funcionaba correctamente y que tenía la batería dañada, de ahí que los profesionales del hospital recurrieran a este peligroso método para calentar el interior del equipo.
LAS HORAS PREVIAS AL VIAJEEl 9 de abril, poco después de que el bebé asomara al mundo, a eso de las 07:00, la jefa de enfermeras comenzó su turno. Entre las 10:00 y las 12:30, mientras los médicos buscaban cupo en un hospital de la urbe porteña para transportar a la criatura, revisó la termocuna, que comenzó a marcar una temperatura de 24 grados. En torno a las 13:00, según manifestó, dos enfermeras la relevaron. Y, a eso de las 14:00, se acercó de nuevo a la “única” incubadora portátil del centro: “Observé que había llegado hasta los 29,4 grados, pero debía alcanzar los 34. Introduje mis manos y constaté que estaba fría. Lo normal es que alcance la temperatura óptima en veinte o treinta minutos”.Pasadas las 14:30, llegó la notificación del Teodoro Maldonado Carbo. Había luz verde para llevar al neonato. Según su testimonio, la auxiliar procesada pasó a su lado en el momento en que ella estaba realizando tareas administrativas con el ordenador. Como en otras ocasiones, le pidió que colocara los guantes en el aparato, aunque no la supervisó porque, a su juicio, esa labor correspondía a sus compañeras. Al igual que esgrimió la auxiliar, señaló que uno de los doctores sospechosos se encontraba con esta. Tal vez por eso recordara que los especialistas “tienen la obligación de tocar -al bebé- y valorar la integridad de este para que llegue en buen estado a su destino”. A las 15:14, ella se retiró: “El traslado -llevado a cabo a las 16:00- quedó bajo la responsabilidad de las licenciadas que habían entrado de guardia y de los neonatólogos”.
“EL PROCESO FUE SUPERVISADO POR LOS NEONATÓLOGOS” El 10 de abril, un día después del traslado a Guayaquil, las dos enfermeras que habían relevado a la entonces jefa del área enviaron un informe a su coordinadora, en el que creían “importante” indicar que los dos médicos cubanos habían supervisado “permanentemente” la colocación de los guantes dentro de la termocuna. También remarcaron que, durante el desplazamiento, los neonatólogos se encontraban “a cargo” del pequeño, de modo que debían “vigilar” sus “parámetros vitales e integridad”, así como regular “la temperatura” de la incubadora. Pero tanto el padre como la abuela de la criatura manifestaron que los galenos no lo habían revisado en todo el trayecto, a pesar de que lloraba “desesperado”. Cinco minutos después de que bajaran con el recién nacido a la ambulancia para emprender el viaje a la urbe porteña, en torno a las 16:00, los doctores regresaron con él a Pediatría porque el bebé “no contaba con suficiente cantidad de oxígeno” en el vehículo. Esperaron unos diez minutos hasta que se solucionó el problema: “En ese tiempo, se monitorizaron sus signos vitales y su vía periférica. La especialista -la neonatóloga sospechosa- procedió a aspirar las secreciones -que el pequeño expulsaba por la boca-”, relataron. “Metió la mano en la termocuna, lo volteó y lo cogió de la espalda para succionar las secreciones. No había quemaduras y tampoco dijo que la máquina estuviera caliente”, matizó la auxiliar procesada. Esta también alegó que su superior “nunca” había elaborado “un protocolo” sobre lo que debían hacer ella y sus compañeras con los guantes. “La termocuna tenía falla. Calentaba fuerte o nada. De esto tenían conocimiento los doctores porque llevan años en esa área”, apostilló. Según ella, los médicos admitieron que habían conectado el equipo a la red eléctrica de la ambulancia. Y aunque estaba averiado, es posible que calentara el agua de los guantes… “Está claro que fue una negligencia médica”Observar las imágenes de su bebé quemado aviva el dolor de Tamara Franco. Pero no puede desprenderse de ellas porque le ayudan a mantener intacto su espíritu combativo. Entre lágrima y lágrima, Tamara expulsa la rabia acumulada. Las últimas noticias que han trascendido sobre el caso del pequeño, centradas en la avería que tenía la incubadora y en el uso irresponsable de guantes con agua para calentar el aparato, parecen indignarla. “Está claro que fue una negligencia médica. Desde un principio, sabían que la máquina funcionaba mal y, sin embargo, la utilizaron. ¿Por qué esperaron a que pasara algo así para repararla? ¿Y si anteriormente ocurrió algo parecido, pero nadie lo hizo público?”, maldice impotente. Por eso, ella reparte la responsabilidad entre “los doctores, las enfermeras, la auxiliar y, más aún, los directivos”. “Si los médicos sabían que no debían usarse los guantes, ¿por qué no lo impidieron si estaban allí? Para mí no son profesionales, porque no dieron ni la más mínima ayuda a mi hijo cuando este sudaba y se desesperaba. No hicieron absolutamente nada”, concluye. (AT) LEA TAMBIÉN: