Por Boris Moyano Salguero
moyanob@granasa.com.ec
Con sus 28 años, 1,76 metros de estatura y su cabello creciendo después de las quimioterapias, Inés Panchano Lara es, sin duda, una guerrera que hasta ahora ganó la batalla más dura de su vida: la lucha contra el cáncer. Hace dos años le detectaron la enfermedad en uno de sus senos y las secuelas, si bien le provocaron cambios físicos, también le enseñaron a fortalecer su espíritu y descubrir que la verdadera belleza no está en lo exterior. Hoy en día, esta esmeraldeña, que representó a su provincia en el Miss Ecuador, reside en Guayaquil y desde hace tres meses es médico residente de la Clínica Kennedy. Además afina su campaña Lazos de Esperanza, con la cual pretende atender a los sobrevivientes del cáncer, y espera poder cumplir pronto su meta de convertirse en madre y especializarse en Cardiología en Buenos Aires.
¿En qué momento particular de su vida le llegó el cáncer?
Había regresado de La Habana (Cuba), donde cursé mis estudios de Medicina gracias a una beca. Allá durante mis prácticas había atendido a cientos de mujeres que tenían cáncer de seno, pero jamás imaginé que podría padecerlo.
Fue a finales del 2012 cuando sentí un pequeño bulto en el seno derecho, pero un primer diagnóstico descartó mi sospecha. Luego de dos meses volví a sentir algo extraño y Jaime Plaza, cirujano oncólogo, confirmó mi temor. Sufrí negligencia médica, porque me dijeron que no era nada malo y durante ese lapso mi cáncer subió a un nivel más peligroso.
¿Qué fue lo primero que pasó por su mente al conocer los resultados?
Creí que iba a morir. Como médico lo más difícil fue aceptarla porque sabía lo devastadora que puede ser. Cada vez que me hacía exámenes, al recibir los resultados, tenía una fuerte tensión porque pensaba que se había extendido hacia otros órganos. “Dios tiene otro propósito conmigo en esta tierra”, me decía a mí mismo para compadecerme.
También como médico sabía que el tratamiento podía fallar.
Sí, conocía de los riesgos, pero en ese momento no me importaban las quimioterapias ni llegar a una mastectomía, lo que quería era vivir. Al inicio padecía no solo por la enfermedad, sino al ver a mi madre sufriendo. Lo positivo de la enfermedad fue que me volví una mujer más fuerte. Desde ahí no me derrumbo como antes por cualquier cosilla.
¿Le extrañó haber mantenido una estrecha relación con enfermos de cáncer en Cuba y luego padecer la enfermedad?
Sí, es raro. Como estudiante, la última rotación que hice en la isla caribeña fue en oncología y a diario compartía con sus pacientes. Incluso la persona que me acogió en su casa en Cuba y que me preparaba el plato de comida tenía cáncer de seno y murió. Aún así no creo sea un karma o que esté pagando algo, sino que ha sido una enseñanza de vida para tornarme más fuerte.
“Nadie está exento
de cáncer”
¿Cómo confrontó esta lucha entre la vanidad y la salud?
Fue muy difícil ver por un lado las cintas y coronas de los reinados que acumulé y por otro, ver cómo se iba cayendo mi cabello y verme sin cejas. La cabeza la podía cubrir con una peluca a mi gusto, pero eso de la falta de cejas fue duro. Ahora uso las pelucas incluso sin necesitarlas (sonríe). En aquella época la gente no pensaba que tenía cáncer porque me esmeraba en tener una buena presencia y aptitud. Tenía dibujada una sonrisa ante todos.
¿Y cuando su feminidad resultó afectada?
Mis cualidades femeninas no desaparecieron cuando me practicaron la mastectomía. El hecho de extirparme un seno no me hizo más ni menos mujer. He aprendido a vivir sin mi seno derecho y así participé en el Miss Ecuador 2014 quedando primera finalista. De todo este asunto, más que mi feminidad, lo que más me afectó fue cuando la gente me tenía pena y les inspiraba lástima. Me llenaba más el apoyo emocional y que me recordaran que era una prueba para salir adelante. Nadie está exento de este mal, tanto así que un amigo lo padece.
¿Cómo enfrentó su primera quimioterapia, que fue justo un 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, días después de terminar una larga relación sentimental?
Fue un día trágico. Me habían dejado días antes y la pasé llorando. Incluso la segunda sesión también fue muy dura, porque fue un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
¿El amor no siempre lo vence todo?
En esta época ya no. Todo está centrado más en el interés en algo, en lo sexual y aún la gente para casarse se fija en los apellidos y el abolengo. El único amor en el cual puedes confiar es en el de la familia.
¿Ganó y perdió amigos en esta batalla?
En esos momentos me sobraron los dedos de una mano para contarlos. Sin embargo por la enfermedad hice muchas amistades con personas que pasaban por lo mismo. Recuerdo a una amiga de mi edad que atravesaba la misma situación, pero su cáncer hizo metástasis y falleció, ello a pesar de tener 5 años de que supuestamente lo había superado. Eso me apenó mucho y me puso en alerta que la enfermedad puede estar ahí latente.
Una lucha por vivir
¿Cuál fue su mayor apoyo en esta lucha?
Dios. Él me dio la fuerza espiritual para salir adelante. Él me aferró a la vida y a mi familia. No puedo olvidar la cara de mis padres cuando se enteraron y cuanto sufrían. Lloraban inconsolablemente; ahí entendí que para los padres los hijos nunca crecen y somos sus bebés de toda la vida. En la época me hice devota de la Virgen de Guadalupe e hice las paces con Dios. Dejé la rebeldía y vanidad a un lado.
¿Esa valentía siempre estuvo ahí o creció durante el proceso de la enfermedad?
Durante su evolución me fui fortaleciendo y me quise demostrar que podía ser una mujer fuerte. Esta evolución continúa ahora que me vine a vivir sola a Guayaquil, para crecer profesionalmente, hasta que consiga ser madre. Mi cáncer como no es hormonal sí me permite la maternidad.
¿Cambiaron las prioridades de su vida?
Antes pensaba en reinados y ahora en tener hijos, cinco, aunque se los tenga que dejar a los abuelitos para seguir avanzando en la medicina (se ríe).
¿Cuándo le ganó a batalla al cáncer?
Un 5 de diciembre del 2013, cuando terminé mis 30 radioterapias.
¿Cómo se siente físicamente caso dos años después?
Muy bien, llena de energía para trabajar. Trato de no pensar que pasé por esa enfermedad y llevar una vida normal. Acepto que tuve cáncer, aunque a mi padre no le gusta y aduce que ello me quita la oportunidad de tener una relación sentimental.
¿Se considera un ejemplo de vida?
No, porque al final solo sufrí la extirpación de una parte de mi físico y hay gente que sale adelante de peores situaciones. Dios me dio las herramientas para que supere esta prueba.
¿Entonces se siente bendecida?
Sí, ahora puedo verme frente al espejo y amar mis cicatrices, porque fueron lecciones de vida y Él en corto tiempo recuperó mi sonrisa.
¿Hay algún temor de que regrese el cáncer?
Paso con miedo y trato de vivir el día como si fuera el último. Los que no han pasado esta situación se pasan posponiendo cosas, ¡yo no! Por eso mi prioridad es alcanzar la maternidad. Si hasta los 5 años no me vuelve la enfermedad se puede decir que la he vencido en un 50% y estar tranquila un 50% más que ahora.
¿Algún mensaje que desee compartir a propósito de la proximidad del mes de la lucha contra el cáncer de mama?
Que se aprecien las pequeñas cosas de la vida. A veces pensamos que la felicidad está en cosas materiales y en realidad está a nuestro alrededor y no nos damos cuenta; está en el despertar, en el respirar, en comer, en el compartir con la familia. Eso es lo más importante. El cáncer no es muerte, es la posibilidad que nos dan para tener en cuenta de que estamos haciendo mal las cosas y este shock nos despierta.
moyanob@granasa.com.ecCon sus 28 años, 1,76 metros de estatura y su cabello creciendo después de las quimioterapias, Inés Panchano Lara es, sin duda, una guerrera que hasta ahora ganó la batalla más dura de su vida: la lucha contra el cáncer. Hace dos años le detectaron la enfermedad en uno de sus senos y las secuelas, si bien le provocaron cambios físicos, también le enseñaron a fortalecer su espíritu y descubrir que la verdadera belleza no está en lo exterior. Hoy en día, esta esmeraldeña, que representó a su provincia en el Miss Ecuador, reside en Guayaquil y desde hace tres meses es médico residente de la Clínica Kennedy. Además afina su campaña Lazos de Esperanza, con la cual pretende atender a los sobrevivientes del cáncer, y espera poder cumplir pronto su meta de convertirse en madre y especializarse en Cardiología en Buenos Aires.