Sus efectos son impredecibles, sobre todo cuando se corta con krokodil o metanfetamina. El riesgo de morir por una sobredosis está latente en todo momento, pero el camino hacia la destrucción total de un adicto a la ‘H’ normalmente tiene varias fases.
Por primera vez, una especialista desgrana el proceso degenerativo de un consumidor medio, que jala unas cinco fundas al día. Julieta Sagnay, psiquiatra del Instituto de Neurociencias y directora de la Clínica de la Conducta, explica que, a los dos años, aumentan las probabilidades de que el drogodependiente fallezca.
EXTRA ha simulado esa degradación física con ayuda de una maquilladora profesional.
ETAPA 1. DE UNO A QUINCE DÍASEl consumidor comienza a sentir sequedad bucal, a presentar ojeras y a padecer estreñimiento, náuseas y vómitos. Su piel adquiere un tono terroso, su ritmo respiratorio se ralentiza y, en pocos días, ya se percibe un ligero adelgazamiento.
La adicción se forja a partir de la tercera dosis. La droga se adhiere a los neurotransmisores de opiáceos, que el cerebro produce de forma natural para combatir el dolor o generar placer, y se transforma en morfina.
En ese proceso tiene lugar una sobreestimulación neuronal, lo que lleva al cerebro a querer repetirlo. Poco a poco, este pierde su capacidad de producir neurotransmisores y reclama más dosis de ‘H’.
ETAPA 2. DE QUINCE DÍAS A UN MESSurgen las primeras alteraciones en el sistema nervioso del drogodependiente: trastornos de atención, insomnio, ansiedad, apatía… Además, las mujeres consumidoras a menudo ven cómo dejan de ovular y se les corta la menstruación.
A la tercera semana aproximadamente, ya aparecen laceraciones en la piel, sobre todo si el alcaloide se ha adulterado con krokodil, la droga más nociva y adictiva del mundo (una práctica muy común, especialmente en la región noroeste de Guayaquil, que fue adelantada por EXTRA el pasado 12 de mayo). La pérdida de peso va en aumento.
ETAPA 3. DE UNO A SEIS MESESEl rostro del adicto, que tiende a abandonar su higiene personal progresivamente, sufre una notoria transformación. Los efectos del narcótico son más que evidentes: sus mejillas y pómulos se hunden, la mandíbula se percibe más pronunciada...
El número de laceraciones crece en gran medida. Estas se abren y se tornan rojizas porque, fruto de la picazón constante, el drogodependiente se rasca sin cesar.
Los trastornos psicológicos también van en aumento. El decaimiento y la depresión acompañan ya al consumidor.
ETAPA 4. DE SEIS MESES A DOS AÑOSEl adicto presenta rasgos cadavéricos. La piel se pega a los huesos, las laceraciones se oscurecen y el alcaloide ‘quema’ el tabique nasal hasta ocasionar heridas internas, que derivan en una pérdida del olfato. Son muy comunes las enfermedades broncopulmonares, la neumonía y la tuberculosis fruto de la desnutrición. Los varones, además, tienden a padecer impotencia sexual. En esta etapa ya hay daños cardiovasculares palpables. El consumidor empieza a sentir miedo y busca métodos para desintoxicarse, a menudo por su cuenta.
El síndrome de abstinencia es más agudo. Mientras en un drogodependiente nuevo dura en torno a una semana, a los dos años puede prolongarse por más de veinte días.
ETAPA 5. A PARTIR DE LOS DOS AÑOSEl afectado parece un zombi. Algunos pierden cuarenta kilos. Las laceraciones se ennegrecen en las zonas laterales del rostro, mientras que se vuelven pardas alrededor de los pómulos.
Aumenta el riesgo de padecer fallos renales y hepáticos. Aparecen úlceras gástricas y el deterioro cognitivo es tan alto que puede convertirse en irreversible. De ahí que algunos adictos sufran alucinaciones esporádicas, aunque los cuadros psicóticos no son muy frecuentes.
Las venas y arterias tienden a colapsarse. Y el ritmo cardíaco disminuye en gran medida, de modo que el drogodependiente puede morir de un infarto o de una insuficiencia respiratoria porque su cuerpo se ‘olvida’ de respirar.
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