Recibió varias puñaladas y cortes en un ataque feroz, presuntamente a manos de su expareja, que pudieron costarle la vida. Aunque ya se muestra bastante recuperada de sus heridas físicas, los recuerdos de aquel fatídico 25 de noviembre no dejan de atormentarla.
María Angélica Vélez, residente en Guayaquil, parece tener muy claro que el supuesto autor de los hechos pretendía asesinarla. Fue la conversación mantenida con su hijo días después del suceso lo que la sacó de dudas. El niño, de diez años, se sinceró. “Mijo, cuando yo esté asesinando a tu mamá, háblame y hazme entrar en razón”, le habría dicho presuntamente el padre al pequeño hace un mes.
Por desgracia, la víctima, profesional de terapia respiratoria, no supo a tiempo lo que él estaba planeando contra ella porque, tras diez meses de separación, no quería regresar a su lado.
El día de la agresión, el padre de sus dos hijos llegó a casa, teóricamente con la intención de visitar a los menores. En un primer momento, se le notaba tranquilo.
Al parecer, se enfureció cuando ella empezó a reclamarle los dos meses de atrasos en el pago de las pensiones alimenticias. Tras un breve cruce de palabras, el hombre se despidió. Pero en lugar de salir del inmueble y sin que nadie se diera cuenta, puso seguro a la puerta. Después pidió permiso a su exsuegra para ir al baño. Allí permaneció un largo rato y, acto seguido, se dirigió a la cocina, donde se demoró nuevamente en salir.
María Angélica se extrañó ante sus erráticos movimientos, lo siguió y lo encontró hablando por teléfono. Él colgó y, entonces, la agredida simuló que iba a lavarse las manos.
Cuando cerró la llave del agua y se dio la vuelta para salir, su expareja la agarró del cabello y le escupió una frase lapidaria: “Te lo dije. Si no eres mía, no eres de nadie. Yo te mato”. El siguiente paso fue asestarle una puñalada en el pecho.
Los niños, aterrados, empezaron a gritar. Así que la madre de la víctima, que se moviliza en una silla de ruedas, tomó la escoba y trató de defender a su hija. Pero el hombre continuó atacándola. “Mis hijos presenciaron todo. Le pedí fuerzas a Dios y, por ellos, decidí luchar por mi vida. Él no tuvo piedad. Fue al pecho directamente”, resalta conmocionada.
Verse ensangrentada le hizo pensar en la muerte. Pero su deseo de aferrarse a la vida era tal que ni siquiera sintió dolor por las dos puñaladas.
La reacción
El niño de diez años salió en defensa de su madre, pero no como su padre esperaba. Agarró una jarra de jugo y se la lanzó. La posterior intervención de la abuela del menor resultó crucial, ya que logró quitarle el cuchillo.
Los alaridos de los pequeños alertaron a los vecinos, que en ese momento disfrutaban del partido entre Emelec y Liga de Loja. Al ver que se congregaban en el exterior de la vivienda, el sujeto intentó huir. Pero no lo logró. Entre varias personas lo agarraron e intentaron lincharlo. Solo la llegada de la policía lo salvó.
“Mi hija tenía miedo, no quería acercarse a mí”En medio del alboroto, nadie se percató de que la hija pequeña de la víctima, de cuatro años, salía despavorida de la casa al ver a su madre en el piso, bañada de sangre. Y optó por refugiarse en una vivienda aledaña. Ahora, a la agredida le preocupa especialmente el daño psicológico que el suceso haya dejado a sus dos criaturas. “Mi hija tenía miedo, no quería acercarse a mí. Recién hace poco lo hizo. La imagen que ella tenía es que estaba muerta”, indica.
Un hermano de María Angélica aporta un detalle aún más doloroso. Tras el ingreso de la mujer en el hospital, le dijo a su sobrina que la iba a llevar a visitarla. La menor se puso contenta.
Como no podía acceder al centro debido a su edad, su madre, aún en silla de ruedas y con varios parches que cubrían sus heridas, salió a recibirla a la garita. La niña no pudo soportar el impacto visual de la escena. Se marchó corriendo, entre chillos, gritando que aquella no era su mamá. Su tío tuvo que pedir ayuda a un guardia para que la agarrara. De modo que el esperado reencuentro no pudo darse en ese instante.
Pide justiciaDespués de diez años de matrimonio y tras dos separaciones “por múltiples agresiones”, que derivaron en una boleta de auxilio, la afectada ya no quiere saber nada de él. Solo desea que pague por lo ocurrido.
Para que sus niños no sufran más, ha decidido no hablarles mal de su papá y les ha dicho que se encuentra hospitalizado.
Mientras tanto, esperará a que se resuelva su divorcio, cuyos trámites inició hace meses, y a que las autoridades “hagan justicia por el intento de femicidio”.