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¡Cayó de una cascada en medio del bosque!

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“¡Rescate, rescate!”, exclamaban repetidamente los socorristas del Cuerpo de Bomberos, tras auxiliar a una joven que se resbaló mientras escalaba una cascada en un sector montañoso, ubicado en el norte de Guayaquil. Julia María Coronado Pin, de 28 años, padeció más de seis horas con fracturas en algunas partes su cuerpo. Ella quedó tendida en el suelo, inmóvil, sobre las rocas de un riachuelo que pasa entre cerros y ductos subterráneos de la urbe porteña, hasta que llegó el primer grupo de la División de Rescate para salvarla. El accidente ocurrió el pasado sábado en un terreno desconocido para la mayor parte de los guayaquileños y que, además, su única forma de acceder es a través de tubos que están bajo la vía perimetral, en Ceibos Norte. Era tenebroso Para entrar al lugar hay que pasar por algunos canales y ductos de desagüe. Los primeros metros se veían como una inmensa cloaca. Los largos tubos invadidos por la oscuridad de la noche y el sonido del agua que corría en el interior hacían pensar que no había salida, parecía un túnel sin final, todo era tenebroso. A pesar de ello los socorristas ingresaron para salvar a Julia, quien estaba desesperada y se lamentaba del dolor sin poder moverse a dos horas de caminata por un arroyo, el cual baja de las montañas. El primer grupo de bomberos salió a las 16:45. “Apenas recibimos la notificación enviamos a un equipo junto al joven que alertó del hecho, pues él era el único que sabía cómo llegar al lugar”, informó el capitán Javier Córdova, jefe de Rescate. Los rescatistas tardaron dos horas para arribar al sitio donde estaba la chica. Los paramédicos la asistieron y la estabilizaron. Luego la colocaron en un camilla para planificar el descenso, pues tuvieron que escalar dos cascadas antes de llegar. Julia estaba a un lado de la tercera catarata. Se resbaló En el lugar los socorristas conversaron con la víctima para reanimarla, pero también hablaron con los siete jóvenes que la acompañaban para saber lo que ocurrió. “Ellos contaron que la chica, Julia Coronado, estaba escalando la tercera cascada, pero de repente se resbaló. Al caer se fracturó los brazos, las piernas y se golpeó en la columna, por eso no podía moverse”, mencionó el capitán Córdova. El rescatista agregó que “los muchachos no usaron los equipos ni la seguridad adecuada, ni siquiera una soga tenían. Es por eso que no pudieron evitar la desgracia”. Comenzó el descenso En la parte exterior del sitio, en la ciudadela Ceibos Norte, esperaban tres ambulancias del Cuerpo de Bomberos y un grupo de rescate, quienes mantenían la comunicación por radio con sus compañeros. Después, cuando los socorristas que estaban con Julia comenzaron a salir, otro grupo de bomberos avanzaba para llegar a la segunda cascada y ayudar con el descenso de la camilla. Hubo un tiempo en el que se perdió la comunicación, esto preocupó a los rescatistas de refuerzo, pero eso solo duró media hora. Los bomberos llegaban a la segunda catarata, estaban deshidratados y se terminaban las raciones, según informaban por radio. “Están agotados. Cargar una víctima en esas condiciones y en ese terreno es muy complicado”, comentó uno de los bomberos que esperaba en el exterior. Eran las 22:00 y aún no completaban el descenso, hubo complicaciones. Julia tenía escalofrío y tuvieron que detenerse para cubrirla totalmente. Ella estaba muy débil, pero los paramédicos trataban de mantenerla estable. Al cierre de esta edición, Julia María fue dada de alta a las 15:00 del hospital Universitario. Fueron más refuerzos Antes de llegar a la primera cascada los socorristas pidieron que un tercer grupo de rescatistas acuda al lugar, junto a ellos también estuvo un equipo de Diario EXTRA. Los bomberos tuvieron dificultades para llegar al riachuelo. Había demasiados árboles y maleza que imposibilitaban caminar en el lugar. En uno de los tubos había panales de abejas. Todo estaba oscuro y fue difícil verlos. Pasaron veinte minutos y los refuerzos llegaron a un lugar abierto, que estaba entre cuatro ductos, por uno de estos se llegaba al afluente después de pasar debajo de la vía Perimetral. Al llegar a la zona montañosa comenzó el ascenso. Había que caminar sobre el agua del riachuelo. Al observar a los lados la naturaleza dejaba anonadados a quienes estaban presentes. La poca luz no impidió disfrutar del maravilloso lugar que está escondido entre los cerros y los frondosos árboles que hay allí. El sitio no tiene una vía estable de acceso y por eso ningún vehículo de los bomberos pudo ingresar. Cuarenta minutos después, tras caminar sobre el riachuelo, podía mirarse la cascada. Los gritos de los rescatistas se escuchaban a lo lejos. Al llegar, los dos primeros grupos estaban sobre el chorro, mientras que el tercero les lanzaba botellas con agua para que se hidraten. Después de eso formaron dos cordones humanos: uno arriba para bajar con soga la camilla con la víctima y otro abajo para esperarla y movilizarla hasta un lugar seguro, pues el agua llegaba casi a la cintura. Los rescatistas fueron cautelosos y paulatinamente avanzaron por el sendero. En algunos sitios tuvieron complicaciones, sobre todo cuando debían subir o bajar alguna parte del cerro. Los otros excursionistas también caminaban cerca de Julia, temían por su estado de salud. Minutos antes de que los socorristas completen su hazaña, cerca de las 22:30, una señora y una joven llegaron al punto de control de los bomberos, donde esperaban la llegada y mencionaron que eran familiares de la víctima. Ellas prefirieron mantener silencio y esperar el rescate de la joven. Cuando los rescatistas llegaban a la ambulancia que estaba lista para el traslado de Julia a un hospital, los aplausos y los gritos de alegría de quienes estaban en el lugar se oyeron. Todos estaban contentos. Según los paramédicos, Julia estaba estable y fue llevada al hospital Universitario. “Este fue el rescate del año”, exclamó uno de los bomberos. Excursión se inició por la mañana Uno de los amigos de Julia, quien no quiso identificarse, contó que “ese lugar es un paraíso, por eso decidimos ir. Salimos (el sábado) por la mañana para disfrutar de toda su belleza”. En el momento del accidente, los jóvenes estaban desesperados. Según ellos, utilizaron aplicaciones GPS que tenían en sus celulares para tratar de ubicarse pero todas les fallaron. “Ellos se aventuraron porque el muchacho que dio la alerta era quien conocía la zona, pero él no quiso ir, según contaron. Pero lo llamaron y gracias a él pudimos llegar”, expresó Córdova. Al final los jóvenes, de entre 20 y 30 años, no quisieron hablar de lo ocurrido. “De esto se acordarán toda la vida”, exclamó uno de los espectadores.



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