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¡Estela batalló contra la muerte!

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Hace varios días encontramos a Estela Velasco Granda acostada en una vereda en las calles Julián Coronel y Rocafuerte, en Guayaquil. Parecía que la muerte le arrancaba el alma, al punto que hasta un transeúnte oró en señal de despedida. Ella pudo pronunciar una sola palabra y fue para decir su nombre. Sus labios estaban resecos porque no había ingerido alimento, ni agua por varios días. Para colmo, los delincuentes le robaron una fundita donde guardaba el dinero que recibía de la caridad. Los moradores del sector llamaron a una ambulancia para llevarla hasta a una casa de salud, pero ninguna la trasladó, porque no tenía familiares que la representen. Los vecinos, conmovidos por el caso, decidieron bañarla y cambiarla de ropa. Al final, la mujer fue trasladada en un patrullero hasta el Hospital Neumológico Alfredo Valenzuela (LEA). La visitamos una semana después de su ingreso. Estaba en la cama 14 de la sala San Jacinto, y ahora tiene otro semblante, puede caminar, hablar y hasta sonreír. “La huesuda casi me lleva”, dijo. Llegó desnutrida, con tos, fiebre y flema. Tenía neumonía. No podía caminar y por eso hacía sus necesidades en la misma cama. Actualmente deambula por toda la sala. “Ha evolucionado muy bien y está de alta”, dijo Herlinda Herdoíza Ortega, jefa de la sala San Jacinto. “Me vi en EXTRA, estoy como cadáver, ¡qué horrible! Creí que me iba a morir. Creo que alguien me ha hecho daño, a lo mejor me sepultó en tierra de muertos”, comentó Estela al vernos en el hospital. “Me siento un poquito mejor, ya me paro, aunque a veces parece que me caigo. Quiero caminar bien para valerme por mí misma y ganarme mis chochitos, porque una no debe vivir esperanzada de otra persona. En este hospital estoy a cuerpo de rey, no me puedo quejar, uno debe ser agradecido. Esto me da ánimo para vivir. Recuerdo el tremendo baño que me pegaron las personas del sector, parecía que lavaban un camión, porque me echaban baldes de agua. Hace unos diez años que no sabía lo que era bañarme, esto me reanimó”, señaló riéndose. Agregó “no tengo familia, la que me crió se me murió. Ellos me criaron como empleada porque nunca me cedularon, no me dieron un poquito de ternura, ni siquiera la amistad, con eso digo todo. De mi madre solo sé que me regaló, mi papá falleció. Dicen que tengo nueve hermanos, pero no los conozco”, comentó Estela. Recuerda que tuvo dos compromisos, pero que nunca pudo tener hijos. “Cada vez que quedaba embarazaba los abortada, mi útero es infantil, me dijeron los médicos”. El destino para la anciana fue adverso desde que se enteró que su madre la regaló. Pero el golpe más duro que recibió fue la muerte del gran amor de su vida, un hombre bueno, quien tras sufrir un derrame cerebral y de quedar discapacitado, falleció. Desde entonces vivió desamparada, no pudo conseguir trabajo y para colmo le pidieron el pequeño cuarto que alquilaba. Luego, la soledad la llevó a deambular y el alcohol le abrió el camino a la indigencia. Recorrió las calles cargando trapos sucios y cartones. Varias veces durmió mojada por la lluvia hasta que enfermó de neumonía. “Sé hacer desde una sopa para mendigos, hasta comida para príncipes. Cociné en dos casas, en la de una profesora y una abogada. Pero una cosa sí les digo, nunca he robado un solo centavo a nadie”, aseguró. “Los cuatrocientos dólares que tenía en una bolsita se me los robaron unos miserables. Recuerdo que vi a un jovencito que andaba en pantaloneta”, dijo la anciana. ENCARGA LA PLATITA Por no tener una casa donde vivir, ni familiares para proteger, su dinero lo encarga a personas de su confianza. Una de ellas vive en Portete y Leonidas Plaza y guarda trescientos dólares. “Quiero que esa platita crezca como una semilla”, afirmó. En estos momentos ella necesita dinero, pues dijo no tener ni para una cola. EL ÁNGEL DE ESTELA Desde que fue encontrada moribunda, Victoria Vera se convirtió en su ángel guardián. Ella está pendiente de conseguir un asilo para que la indigente viva dignamente el resto de sus días y no vuelva a pasar penurias en la calle. “Tengo varios años ayudando a personas adultas mayores indigentes. Realizo las diligencias para que la acojan en un asilo, porque le dieron de alta y no tiene a dónde ir, pero conseguir un sitio para personas de la calle es imposible porque debe tener allegados y cédula. Estela carece de esto, tuve que ir al Registro Civil a solicitar que una brigada la cedulara en el hospital, pero me dijeron que las brigadas estaban en los pueblos. Entonces conseguí una ambulancia en la que la trasladé hasta el Registro Civil, donde le dieron el documento”, relató Vera. “Ella tiene su cédula, solo falta un lugar donde llevarla, pero que sea un sitio gratuito. Lo ideal sería que la señora vaya directo a un asilo, institución o casa hogar, porque si vuelve a la calle recaería otra vez y moriría”, dijo Victoria. SE REQUIERE UN ASILO Si alguna institución, casa hogar o asilo desea ayudarla puede llamar al teléfono 04-230-2099  



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