Apenas mordió una manzana, la habitación se llenó con el sutil aroma de la fruta. Las luces caían tenues sobre su piel canela, perfectamente contrastada con unos felinos ojos verdes. Sacudió su rizada melena roja, la sujetó en una cola de caballo y quedó lista para el maquillaje.
Daniela Collantes recuerda que empezó su carrera en el modelaje cuando tenía entre 12 y 13 años. Su madre es quiteña y su padre guayaquileño, una mezcla a la que ella atribuye su encanto.
Con los años se perfeccionó en pasarela, fotografía y televisión. Hace cinco incursionó en el baile empírico y con este ha tenido la oportunidad de viajar a distintos destinos. Como ella mismo dice: “bailar es la forma más divertida de hacer ejercicio”.