Aún no entiendo porqué pagamos una noche de hotel en Cuenca si estaríamos en la “vigilia amarilla” fuera del estadio Alejandro Serrano Aguilar junto a la hinchada del Barcelona, una parte del “Cuenquita” y los revendedores.Fue una noche inolvidable... Suena divertido, pero lo que nunca olvidaremos es lo que vivimos en el frío y en las heladas aceras y paredes del principal escenario azuayo.Todo por una entrada para el partido de hoy entre Deportivo Cuenca y Barcelona. Esto no estaba escrito en el plan de viaje, pero fue una sensación increíble ver cómo un equipo puede hacer milagros.Colchas, almohadas, carpas, banderas y hasta un peluche estaban presentes. Seguidores de todo el país llegaron al sitio, y claro los primeros puestos los ocupaban personas que comprarían las entradas para revenderlas.TREMENDO FRÍOLlegamos a la medianoche al estadio. La verdad estábamos acostaditos esperando que los ojos se cierren, pero era mejor vivir lo que hacían los hinchas por una entrada, pese a que en casi todo el mundo, menos aquí, se la adquiere por Internet.Llevo una chompa azul del Godoy Cruz, de Argentina, para que nadie diga que llevaba los colores de sus equipos. El taxista nos mira asustados cuando le decimos que vamos al estadio, sonríe y nos dice que el partido es el domingo.El fotógrafo Carlos Yagual le dice: “Tranquilo, Jerson va a coger puesto y ver si hay Internet para trabajar”. Ir a esa hora al Alejandro Serrano Aguilar no era normal.El frío era intenso y el tráfico a las 00:00 copaba tres cuadras del escenario, como si el partido estuviera a punto de comenzar.Había camisetas y banderas amarillas por todas partes, esto era la “vigilia del Barcelona”, pero ojo, las entradas recién las venderían la mañana de ayer.“OYE MONO”...Las primeras 25 personas ya se habían desvelado la noche anterior y las caras de revendedores no se las quitaba nadie.“Oye mono, no tienes una chatita por ahí”, era una frase que me la repitieron varias veces integrantes de la Sur Oscura de Cuenca. Lo que buscaba era un buen café o chocolate caliente, pero los vendedores no aparecían, es más, un “morlaco” que pedía le diga “el David” bromeaba: “Aquí no hay nada caliente, todo es frío, pero vea periodista para calentarse mejor es que comience a saltar como lo hacemos nosotros, venga grite con la Sur Oscura, sé que no lo puede hacer, pero por el frío es necesario”.Una que otra botella de trago bien escondida circulaba entre el grupo. Era de esos puros que huelen a gasolina.A las 00:10, un policía les expresó a los que gritaban que podían bailar y hasta festejar un gol, pero si él veía que “chupaban” se los llevaba a la cárcel para que allá esperen la hora del partido. “Están advertidos, es prohibido tomar en las calles, ya lo saben, después no digan que no les avisé”, exclamó.Una chica simpática le contestó: “Tranquilo mi ‘body’ que aquí nadie tomará, lo que buscamos son las entradas nada más, es mejor que despierte a esos dirigentes que están durmiendo y que nos vendan las entradas”.Había personas que dormían, claro bien tapadas por el clima y con las manos puestas en los oídos, como diciendo “no hagan bulla que deseo dormir”.Pedro Beltrán, un cuencano 100% barcelonista, con una inmensa bandera no dejaba de gritar, estaba tan feliz de vivir esta experiencia que repetía: “Esto nunca se vivió aquí, no lo puedo creer, ese es mi Barcelona, jamás ha pasado esto de venir a pasar la noche por una entrada, solo mi equipo lo puede hacer, esto se lo contaré a todos”. Su bandera era gigante y servía también como una especie de poncho para otros seguidores.Los hinchas trataban de dormir, pero era imposible, los fanáticos tenían ganas de gritar: “Un solo ídolo tiene el Ecuador”, a ratos parecía que era la pretemporada en la madrugada.Eran las 01:00, pero por el ambiente parecía las 19:00. Las miradas buscaban café o agüita de hierbaluisa, como venden en la madrugada en Guayaquil, pero acá no se las encuentra ni de broma.Les aseguro que si sabía que iba a pasar esto me ponía un negocio de venta de café. Quienes más sufrían eran los fanáticos de El Oro, Guayas y Manabí, ya que el frío ganó terreno.