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Quedaron filmados no para la historia, sino para la Policía

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Llegaron de una a asaltar. Los tres hampones aparecieron sorpresivamente en el local de venta de equipos computarizados Jackie Rose Tex S.A., de la avenida Machala entre 1 de Mayo y 9 de Octubre, y apuntaron primero con sus armas de fuego al técnico Santos Guale.
La esposa del dueño del negocio, Laura Salcedo, quien estaba adentro, notó el movimiento extraño, se paró e intentó salir, pero no pudo porque en el corto y estrecho camino también fue encañonada junto con la contadora Marlene Quito.
Bajo insultos y amenazas de muerte las obligaron a caminar de manos y rodillas hasta llegar a la puerta del baño. Allí las juntaron con el técnico y con una cinta adhesiva les amarraron las manos hacia atrás y los colocaron uno encima del otro.
De los tres pillos que ingresaron, dos empezaron a vaciar las vitrinas, en tanto que el tercero se quedó afuera vigilando que nada obstaculice el asalto.
Un cuarto cómplice estaba frente al volante de una camioneta blanca aparcada a pocos metros del local.
Los hampones se apropiaron de laptops, computadoras de escritorios, teléfonos celulares, discos duros, pendrives, impresoras, monitores y otros artículos valorados aproximadamente en 36 mil dólares, según la propietaria.

Se tomaron su tiempo

Para llevarse los artefactos pequeños los colocaron en sacos y los evacuaron poco a poco.
Los ladrones, aquella mañana (como a las 10:30), estaban de lo más relajados realizando el asalto, “se tomaron su tiempo”, expresó la perjudica, a quien más de una vez vejaron porque ella alzaba la cabeza para verlos. Incluso, en su desesperación para lograr que se vayan les manifestó que había una cámara que los estaba grabando. Sin embargo los pillos no hicieron caso o no creyeron en su palabra  y continuaron  cargando la mercadería desde las vitrinas y el segundo piso del negocio, hacia la camioneta.
Salcedo explicó que los malandros conservaron la calma en todo momento, pues cuando alguien se acercaba a observar los artículos, ellos se hacían los disimulados.
Fueron interminables 20 minutos de zozobra y angustia para Laura, quien en su desesperación recalcaba lo de la filmación, que luego sirvió no precisamente para guardarla entre los gratos recuerdos, sino para las investigaciones policiales.
Añadió que este es el tercer asalto que sufre, pues el año pasado los asaltaron dos veces.
En esta ocasión ni las cámaras ni el botón de pánico los salvaron, pues los maleantes no le dieron importancia a la primera y la segunda nadie alcanzó a tocarla.

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