
Elvia Morales caminaba en el filo de un abismo mientras cargaba a su hijo, de 3 años. De repente, el niño se soltó de sus brazos y cayó. Se golpeó la cabeza en una roca y murió.
Aquella pesadilla que perseguía a la mujer desde el pasado 15 de junio se volvió una realidad. Solo que el fallecido no era su hijo, sino su sobrino Baruc Morales, de 5 años. Él y ocho compañeros de escuela fueron arrastrados por el río Oyacachi, en El Chaco, provincia de Napo. “Cuando me llamaron a decir eso se me heló la sangre”, dijo Morales.
Luego del incidente, la señora llegó al viaducto desde donde ‘voló’ la camioneta que llevaba a los estudiantes a la unidad educativa. Se acercó al borde de la hondonada y vio la misma roca que se reveló en su pesadilla.
Lamentablemente, el cuerpo de Baruc, así como el de los otro siete menores de edad, fueron llevados por la correntada. “¡Qué desgracia estamos viviendo, Dios mío!”, detalló la tía del alumno que celebró su quinto cumpleaños el 6 de junio.
En su desesperación, la moradora quería conciliar el sueño para saber si así hallaría una pista para encontrar a la tierna víctima. Pero su mente no la dejaba dormir desde que supo del percance.
Los animalitos
La esperanza de la familia Morales era que su pequeño pariente llegara con la corriente hasta el sector del embalse del río El Salado, vía a Lago Agrio.
Esos anhelos volcaron a otros allegados de los accidentados al borde del río, cuyas aguas estaban tranquilas. La gente se sentaba en las piedras rojizas para descansar durante su angustiosa espera. Muchos no perdían de vista al líquido turbio, en busca de algún rastro de los desaparecidos.
En esa triste muchedumbre se escuchaban los lamentos de María Morales, abuela de Baruc. “Era mi nietito más consentido. Me decía que cuando fuera grande me compraría animalitos”, rememoró la habitante.
Sus lágrimas reemplazaban a sus palabras. Ella tomaba fuerzas para contar que su ‘guagüito’ era un fanático de los gatos, perros, pollos. El llanto se desató con furia cuando doña María recordó que el infante tenía un conejo.
“Él lo está esperando. Fue su regalo de cumpleaños”, precisó Rafael Morales, abuelo del alumno, que se paró junto a su esposa.
El chiquillo tenía la costumbre de recoger mariposas u otro insecto. Los guardaba en un vaso y pedía encarecidamente a sus abuelitos que los cuidaran. “Mijito era vivísimo, a pesar de la edad que tenía”, comentó Rafael.
Los seres queridos de Baruc conversaban con los padres de otros niños. En el tumulto se distinguía la chompa roja que portaba Elba Herrera, madre de Jamileth Erazo, quien también murió en el accidente.
Ella integró un grupo de búsqueda que se movilizó a Moradillas, sitio donde fue hallado el cuerpo de una estudiante. En ese lugar, “se vio la cabecita de alguien”, aseveró Herrera, sentada en una roca del Salado.
Sin embargo, hasta el mediodía de ayer no se encontraron otros cadáveres. Solamente se halló sin vida al conductor de la camioneta y a la alumna Giomara Guapi.