Tito Carlos Yanchapaxi Yagual no puso resistencia al ser detenido por la Policía el lunes pasado, mientras vendía pan en una carreta en las calles 24 y Callejón Parra, en el suroeste de Guayaquil. Se lo acusa del asesinato de Bella Gabriela Alcívar Monserrate, quien fue decapitada el 27 de octubre del 2006 en el hotel Molina, ubicado las calles Olmedo y General Páez, de Machala.
Yanchapaxi Yagual ingresó con su novia Bella al hotel, donde horas después la mató a puñaladas y la decapitó. De inmediato embaló el cuerpo y pagó dos dólares a un chambero para que botara el paquete en la basura, llevándose solo la cabeza en una maleta, la cual, según su testimonio, arrojó por la ventana de un bus que lo trasladaba a la urbe porteña.
El cuerpo fue hallado horas más tarde y sus familiares tuvieron que enterrarlo sin la cabeza. Nueve meses después se halló la extremidad en un basurero y su madre la unió al cadáver de su hija, quien fue enterrada en el cantón Simón Bolívar, en Guayas.
Lo único que se sabía de Yanchapaxi era que se dedicaba al comercio y que viajaba desde Guayaquil a Huaquillas y Perú.
Tras su captura, Sonia Margarita Monserrate, madre de Bella, revivió los amargos momentos que atravesó en la capital orense, a donde viajó para reconocer al asesino de su hija.
Tras las diligencias del fiscal René Ormaza y el trabajo de agentes de la Policía Judicial, Tito Carlos confesó que la mató “por celos”, según consta en el parte policial.
La tristeza no se ha ido del rostro de la progenitora, quien por viajar a Machala tuvo que dejar solos a sus dos hijos menores de edad y a sus cinco nietos que se quedaron huérfanos.
Sonia mantiene a su familia con lo que gana por su trabajo en el restaurante del hotel Alborada, en el puerto principal.
“Sigo viviendo en Bastión Popular y además de mis dos hijos, conmigo están Junior, Cindy, Eduardo Byron y José. Los cuatro están en el colegio y el último en la escuela”, dijo mientras relataba que perdió las esperanzas de que capturen al asesino de su hija.
“Días después de su muerte vine para impulsar la captura de ese maldito, no encontré a la autoridad y preferí dejarlo todo en manos de Dios, debiendo soportar las preguntas de mis nietos cada fin de año, navidad o cumpleaños. En lugar de alegrarnos nos sentábamos a mirar los retratos de mi Bellita”, manifestó Sonia.
Agregó que ahora “doy fe de la palabra de Dios. Si bien tengo el corazón limpio de odio para ese pobre hombre, lo menos que puedo pedir es que la justicia de los hombres recaiga para quien cegó la vida de un ser que lo único que hizo fue entregarle su confianza y cariño. Quiero hablar con este sujeto, solo quiero que me responsa... ¿por qué mató a mi hija?”.