En la cancha el bacán era el “bello” Narciso Mina, pero en la tribuna Orlando Ramos Sarmiento es el “gordo bello” de la barra amarilla, quien es un hincha que luce la camiseta por donde sea que vaya.
El domingo, cuando Barcelona levantó la copa, no sabía si llorar o reír. Está feliz porque su equipo era campeón otra vez. Saltó y gritó hasta quedarse “ronco”, al otro día nadie le entendía lo que hablaba, se quedó sin voz de tanto gritar.
“Soy barcelonista desde que tengo uso de razón”, dice este hincha, quien todo lo que usa tiene el escudo del elenco “torero”.
Su carro está lleno de banderas, gorros, stickers, máscaras y todo lo que identifica al Barcelona. Hasta su billetera, calzoncillos, zapatos, camisetas, lo relacionan con los colores del Ídolo del Ecuador. Y ni hablar de su casa, donde las sábanas, almohadas y toldo son de color amarillo.
Ramos se gana la vida como taxista informal, pero su corazón es “amarillo” desde que tiene uso de razón. Vive en la cooperativa Dignidad Popular, de Las Malvinas, al sur de Guayaquil, y cuenta que desde pequeño se le escapaba a sus padres Bolívar Ramos y Gladys Sarmiento para irse con sus “panas” al estadio. “El dinero que me daban para la escuela lo guardaba y cuando Barcelona jugaba de local con eso me compraba el boleto”, señala Ramos, quien el domingo estuvo en primera fila apoyando al Ídolo.
El “gordo bello” dice que hasta su hija Dayana Stefanía, de 11 años, es barcelonista, porque empieza a recopilar recuerdos y detalles del club “torero”.
Lo seguirá a donde vaya
El “gordo bello”, Orlando Ramos, dice que no se ha perdido ningún partido del Ídolo del Astillero y que el 2013 lo seguirá así juegue en el infierno.
“Haré lo que sea por mi Barcelona y mi sueño es algún día viajar con la delegación, ya sea como hincha o formando parte de la utilería”, comenta este guayaquileño que lleva pegada la “piel” del equipo “torero”.
Recuerda que el día que más lloró por Barcelona fue en 1993 (26 de diciembre), cuando falleció Carlos “Frentón” Muñoz. “Recién habíamos quedado vicecampeones y toda la alegría se fue al suelo, porque con la muerte del jugador el equipo sufrió una terrible baja, me dio mucha pena, era imposible contener las lágrimas”, refirió el hincha, quien cada vez que salta en la tribuna hace sentir sus 200 libras de peso.