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“Te cumplimos, papá”

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“Huellas suaves en la tierra, como de pisadas de ancianos; pedazos de la vida de otras gentes que, distantes en el tiempo, compartieron nuestro espacio y nos dejaron lugares sagrados”, reza parte de un pensamiento de Carlos Núñez Calderón de la Barca.Las letras de este corto poema quedarán en las mentes de quienes acompañaron a Henry Holguín Cubillos en los momentos más preciados de su vida.Al medio día de ayer, sus restos fueron sepultados en el lugar que conoció hace 20 años, la comuna Salango, en Puerto López, Manabí.“Ese era su sueño y estamos haciendo que se cumpla. Cuántas veces no vino acá y se encerró hasta cinco días para escribir sus historias”, comentó entristecido Alfonso Pinoargotty, propietario de la hostería Piqueros Patas Azules, donde siempre elegía la cabaña número 4 para hospedarse.A las 10:00 de ayer, amigos y familiares que llegaron de varios destinos del país se reunieron alrededor del féretro donde reposaba Henry.Unos lloraron y otros trataron de contener sus lágrimas, aunque para la mayoría fue difícil. Luego, algunos intervinieron sobre una tarima para darle su último adiós.Jerson Ruiz, su compañero en Diario EXTRA, entre sollozos recordó algunas anécdotas que vivió junto a Henry Holguín.“Siempre me decía que cuando muera le ponga su bandera de Barcelona. El viernes no la tenía, no me lo esperaba, y mandé a conseguir una”, comentó Jerson.También reveló que “Henry me pidió que le ponga junto a sus restos una libreta y una pluma. Le estoy cumpliendo y solo el tiempo nos mostrará cuál era el motivo”.Pasaban los minutos y el momento de trasladar a Holguín hasta el camposanto se acercaba. A pocos metros de la capilla ardiente, en una lona se leía un extracto de la poesía que Henry repetía cuando viajaba a aquel lugar.“(...) lugares sagrados que gritan el silencio, que nos tratan de narrar, que nos tratan de decir que allá, que aquí y que ahí vinieron, amaron y murieron: gente como tú o como yo, absolutamente iguales y distintos”.Este párrafo fue leído por Rolf, un amigo de Henry. Todos callaron y cada uno de los presentes agachó su cabeza y trató de comprender por qué “El Verdugo” pidió la lectura de esa poesía y por qué decidió -aún en vida- descansar en aquel lugar.Pasaron menos de cinco minutos y el cofre mortuorio fue tomado por algunos trabajadores de la hostería. Ellos lo pusieron en sus hombros y, apoyando sus manos en la parte baja del féretro, caminaron hacia la orilla del mar.El cortejo fúnebre empezó frente a la comuna Río Chico. Una hora después, tras recorrer las principales calles de Salango, el cuerpo de Henry llegó al cementerio general.En el trayecto se unieron decenas de personas para acompañar a Holguín hasta su última morada. A diferencia de otros cementerios, el de Salango es pequeño y está junto al mar, como él lo deseaba.“Le cumplimos, papá, le cumplimos”, repetía Henry, su hijo. Los lugareños construyeron una bóveda lo más cerca posible del mar. Eran las 12:30 de ayer y aún estaba fresco el cemento que usaron para edificar su tumba, vertía por los lados.Los arreglos florales fueron colocados encima de la bóveda y dentro de su caja, junto a él, se fueron los objetos que él había pedido, entre estos un ejemplar de Diario Extra y la camiseta del Deportivo Cali. Tampoco faltó el “aguardientico paisa”, que antes de ser colocado a él, fue bebido -en parte- por sus allegados.Un pariente mencionó que Henry siempre repetía, en tono jocoso, que su deseo de reposar junto al mar, era para que algún día llegue una fuerte ola, lo saque de su tumba y lo arrastre hasta la China.Ayer, esos recuerdos traían nostalgia para sus seres queridos. Esta vez no aguantaron. Se “quebraron” apenas cerraron su caja y lo introdujeron a esa pequeña construcción gris que guardará sus restos para siempre.Henry, su hijo, colocó el primer ladrillo que cerraría el panteón. Luego, el tiempo se hizo eterno, cuando un albañil, con una caja de madera llena de material pétreo, debía culminar la obra.El jornalero hacía su labor y los habitantes comentaban que era un orgullo tener a Henry Holguín, “El Verdugo”, en ese pequeño pueblo, ubicado entre las montañas y el mar de Manabí.Al finalizar el acto, lentamente, algunos familiares y conocidos de Henry se retiraron del lugar, mientras que a otros aún les retumbaba en sus cabezas el final de la poesía de Carlos Núñez Calderón de la Barca: “Vestigios de cultos de creencias no más absurdos que los que ahora practicamos, vestigios que desconocemos e ignoramos olvidando que muy pronto nosotros esas huellas dejaremos”.EL PADRINO DE LOS “CHIGATAS”Alfonso, quien conoció a Henry hace dos décadas, recordó que “El Verdugo” fue elegido como el padrino de los “Chigatas”. Según el amigo, así los conocen a los pescadores de la península de Santa Elena.“Hace cinco años Henry vino a Salango y había un festival de pesca artesanal. Él siempre los motivaba. Ese día ellos regresaron con más de 40 mil pescados. Eso fue increíble y lo nombraron su padrino. Ellos viven muy agradecidos con él y es una pérdida irreparable la que ellos han sufrido”, comentó Alfonso.EL VIAJEPara llegar a Salango, desde Guayaquil, hay que recorrer más de 251 kilómetros. Los familiares y amigos de Henry Holguín lo acompañaron para cumplir su último deseo: ser sepultado cerca del mar.Eran las 23:30 del sábado y las olas del mar rompían en medio del habitual silencio de la noche, en esa comunidad de Puerto López.A la misma hora, la carroza que transportaba los restos de Henry Holguín Cubillos llegaba al lugar, seguida de varios vehículos desde que salió de la urbe porteña.Sus seres queridos, incluidos sus amigos, hicieron lo posible por viajar junto a él, a la tierra prometida, donde siempre quiso habitar y ahora descansará en paz.Henry falleció de un infarto al miocardio, la mañana del pasado viernes, en su casa, ubicada en la ciudadela Las Cumbres de los Ceibos, en el norte del puerto principal.

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