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Un rockero que busca la Presidencia

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Por sus venas corre la pasión por la música -es amante del rock clásico- y la política. Pero llegó un día en que Mauricio Rodas Espinel, de 37 años, tuvo que decidir uno de estos dos caminos.
Quiteño de nacimiento, de padre cañarense y madre guayaquileña, se presenta en la palestra pública como uno de los ocho aspirantes a ocupar la Presidencia de la República.
Acceder a él no es difícil, quizá porque recién se presenta en el escenario político. Las escalinatas del cerro Santa Ana es el punto de encuentro para conocer al hombre, más que a la figura pública.
Llega a las 10:30, aunque la cita estaba prevista para las 09:30. “Teníamos una reunión con miembros del movimiento pero ya estamos listos”, expresa. Sin prisa comienza el diálogo a un costado de las escalinatas, ante la mirada de unos pocos paseantes que a esa hora suben y bajan del tradicional sitio.
Viste una indumentaria casual: camisa de mangas largas y un pantalón oscuro. Habla sin pausas pero medita cada palabra.
Expresa con orgullo que es un ecuatoriano completo. “Nací en Quito, pero mi padre Gustavo Rodas nació en Cañar; mi madre, Victoria Espinel, es guayaquileña y mi abuelo Armando Espinel Mendoza es manabita”.
Gracias a esas raíces diversas es que Rodas afirma conocer desde muy pequeño varios puntos del país. Menciona a Guayaquil:  “por mi madre pasaba algunos periodos en esta ciudad desde pequeño, recuerdo que iba mucho al parque Centenario que todavía conserva el verdor típico y sus alrededores”.
Gustaba mucho ir con sus primos al estadio Modelo (actualmente Alberto Spencer) a ver los partidos de Barcelona o Emelec. Eran mediados del 80 cuando todavía no existía el estadio Monumental o el remodelado Capwell y los partidos de los equipos del Astillero se jugaban en el coloso de la avenida de las Américas.
Simpatiza con Barcelona, pero es hincha de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. “No me peleo ni con el uno ni con el otro”, comenta mientras ríe. De esas remembranzas tiene frescas en su memoria las charlas de su abuelo don Armando Espinel Mendoza, liberal, abogado y senador por varias ocasiones y poseedor de una vasta biblioteca en su casa.
Su padre Gustavo Rodas era de tendencia de centroizquierda. Fue diputado y militó en el partido Izquierda Democrática hasta finales del 70. La última  vez que participó como candidato fue en las elecciones de 1979.
Su tío Armando Espinel Elizalde fue secretario general de la Administración en el gobierno de José María Velasco Ibarra y ministro de Turismo en el régimen de Sixto Durán-Ballén.
“Tenía mucha afinidad con mi abuelo, era fascinante  escuchar sus anécdotas. Fue una de las primeras influencias importantes de mi vida, junto con mi padre”, sostiene el candidato.
La conversación se interrumpe por un momento, pues un morador del cerro se acerca para saludarlo y para desearle éxito en las próximas elecciones. El candidato acoge sus palabras y lo invita a quedarse un momento para escuchar la plática.

Su formación académica

Estudió la carrera de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Quito y gracias a una beca fue a Estados Unidos donde realizó dos maestrías: una en Administración Pública y otra en Marketing Político.
Participó en un concurso para ocupar funciones temporales en las Naciones Unidas y trabajó en una oficina en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en Chile y México.
En el segundo país efectuó una investigación en temas sobre medio ambiente y desarrollo sustentable; formó una consultoría cuando tenía 28 años, donde asesoraba a funcionarios públicos en el diseño de políticas públicas de combate a la pobreza.
Dirigió una fundación por cuatro años y en ese periodo realizó una investigación sobre políticas públicas. Allí salió el índice Ethos de la pobreza; “fue un trabajo innovador que tomó tres años y contó con la asesoría de expertos mundiales; el trabajo fue presentado en Harvard, en CNN en español, fue resaltado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y reconocida por la revista The Economist. Lamenta que en Ecuador haya sido duramente cuestionado, sobre todo por el Gobierno.
Hace un paréntesis a la conversación. Es el momento para subir el cerro. En uno de los negocios ubicados en el escalón 123 compra un batido de frutilla; la dueña del negocio, una mujer madura lo atiende aunque insiste en que no se le tomen fotos. De todas formas saluda a Mauricio Rodas quien devuelve el gesto.
Mientras disfruta de su compra observa los alrededores; le llama la atención el orden y los coloridos detalles de las casas de este regenerado sector de Guayaquil.
Es momento de asistir a la otra entrevista, pero no deja de comentar otra faceta de su vida, como la labor social. Hace años, con varios amigos visitaba zonas populosas de Quito como Toctiuco, Carapungo, Turubamba, el Comité del Pueblo y áreas rurales como Calderón y La Bota.  
Algo que  llama la atención es su apariencia nada informal pero sin perder la elegancia. Si bien admiró el idealismo hippie nunca estuvo de acuerdo con su estilo de vida. Además, “nunca tuve la posibilidad de usar el cabello largo porque es rizado  y no se hubiera visto nada bien (risas)”. Se considera de un espíritu libre, alejado de estereotipos.
Ahora se enfrenta al desafío de demostrar al país por qué él es una buena opción para la Presidencia. Cuenta con el apoyo de su familia, amigos y de su esposa María Fernanda Pacheco Punceles, de nacionalidad venezolana y de quien, según dijo entre risas, aprendió hasta bailar merengue.
Llegó el momento de despedirse, al bajar las escalinatas algunos curiosos lo saludan, “ya empiezan a reconocerlo”, dicen sus acompañantes. Es el inicio de un desafío que solo él sabe hasta dónde podrá llegar.

Faceta musical

De joven compartió sus estudios secundarios (primero en el colegio Intisana y luego en el Tomás Moro) con la música. “Toco el piano y desde los 15 hasta los 19 años fui parte de una banda de rock clásico en Quito llamada Tabú como tecladista, mi amigo Sebastián Ordóñez (coordinador nacional de campaña) tocaba la guitarra”, asegura.
De esa faceta, agrega, tiene gratos recuerdos cuando participaba en conciertos, fiestas de amigos, kermeses en colegios, matrimonios y hasta los invitaban a tocar en algún bar de la capital.
Lo que más le emociona de esa faceta es que hubo un concierto en plaza de Santo Domingo y su grupo compartió escenario con reconocidas bandas y artistas de la época, como Contravía, Barro y Ricardo Perotti, entre otros.
Por unos segundos se queda en silencio, como tratando de transportarse a esa época, pero continúa la conversación para señalar que es un confeso fanático del rock clásico y de grupos como The Beatles, The Police, Pink Floyd, Supertramp y Fleetwood Mac, aunque también le hace guiños, al new age.
Pero un nuevo género musical le llama la atención. Se trata de la música electrónica. “Tengo una hija de 17 años; ella me induce a veces a escucharla”, contesta.
Esa vena musical se la debe a su madre doña Victoria Espinel, pues por ella aprendió a tocar el piano desde los cinco años; ella era una amante del arte y en su juventud practicaba ballet y piano.
El pasillo, el tango y géneros tropicales como la salsa y el merengue también son su debilidad. “Siempre dudé entre la música y la política, finalmente primó la segunda”, confiesa.

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