El martes 1 de enero del 2013, en la mayoría de los guayaquileños reinaron la tranquilidad y la mesura, solo unos pocos se amanecieron en las calles con la música en alto volumen. Otros celebraron entre familiares y amigos, pero lo hicieron con prudencia y respetando el derecho al buen vivir del resto.
“¡Que viva el año nuevo!”, gritaban algunos de los que no pegaron el ojo bailando con la música a todo volumen, a quienes no les bastó un solo día para celebrar, sino dos. Otros prefirieron tomar y colocar piscinas para refrescarse cada vez que sentían calor.
“Me quiero hacer leña tomando, porque mi mujer me botó de la casa”, dijo un hombre que yacía sobre el pavimento en estado etílico.
Pese a la quema masiva de monigotes, la mayor parte de calles de la urbe porteña amanecieron limpias, solo unas cuantas mantenían las huellas de incineración de los muñecos. Lo bueno es que ahora se fabrican los “años viejos” con papel y cartón, material que facilita a los trabajadores de Puerto Limpio que realicen su trabajo en menos tiempo.
Fue clave la presencia policial en las calles para controlar cualquier tipo de desorden que se pudo ocasionar. La gente también colaboró y muchos no se extralimitaron durante la despedida de fin de año.
Desde la tarde del lunes del 2012, hasta el mediodía del martes del 2013, las mesas de necropsias de la morgue de Policía lucían vacías, porque no hubo muertos, algo contrario a lo que ha sucedido en años anteriores.