No importó el frío. Lo primordial en ese momento era observar las estrellas que parecían que se podían tocar con las manos. La gente llegó desde la noche anterior, no quería perderse un solo detalle de lo que denominan el “cambio de era”. El escenario escogido fue el mirador de la laguna de Quilotoa, ubicado a 3.910 metros sobre el nivel del mar, el lugar sagrado de los ancestros indígenas.
Todo era magia. En este lugar de la provincia de Cotopaxi, del cantón Pujilí, no creían en que el mundo se acabaría. Ellos esperaron con paciencia el cambio de una época de tristeza a la de paz y alegría.
La gente no quería ir a casa, estaba consciente que ese día no se repetiría hasta después de varias décadas. A la medianoche estaba al filo de la laguna.
INSTANTES PRECIOSOS
La temperatura llegaba a 9 grados, las cobijas y los ponchos bien abrigados fueron los trajes de la noche. El viento susurraba y José Alberto Pasuña le hacía el dúo con el peculiar sonido que emitía de su instrumento andino “cacho”.
La gente esperaba su turno paciente detrás del telescopio que llevó el delegado del Ministerio de Cultura de Cotopaxi.
A las 02:00 las estrellas permanecían en el firmamento. De repente Juan, un niño de 7 años, le dijo a su mami María que observe el cielo. Todos los que estaban alrededor obedecieron. Dos estrellas sobresalían y brillaban más que las otras, Marcelo Pasuña, presidente de la comuna, explicó que eran los planetas Marte al oeste y Júpiter al este, que se alineaban con la Tierra.
Otros que no se conformaron con la explicación, se acercaron al telescopio para evidenciar la alineación planetaria. Entre ese jardín de luces y la línea perfecta en el cielo oscuro pasaron las estrellas fugaces. La alegría de los asistentes se evidenció y pudieron ser testigos de recibir las buenas energías para el cambio de una buena cosecha.
¿DÓNDE QUEDA QUILOTOA?
Quilotoa es una comunidad habitada por alrededor de 1.500 habitantes, a diez minutos de la parroquia Zumbahua, cantón Pujilí. A este sitio también se puede ingresar por Chugchilán, parroquia de Sigchos.
Desde la terminal terrestre de Latacunga, capital de Cotopaxi, salen buses cada hora, unos hacia Zumbahua y otros hacia La Maná; el último parte a las 19:15.
Entrando por Zumbahua, la laguna está a 10 minutos en carro, hay camionetas que hacen fletes. Tanto en Zumbahua, Chugchilán y Quilotoa existen hostales y hosterías, así como restaurantes.
Según la mitología andina habla que una guerra entre el fuego y el agua formó la laguna, su agua es de color verde esmeralda. Está en el cráter de un volcán, que permanece activo y cuyas fumarolas en el fondo calientan ciertas partes del agua.
Es una caldera de 3 kilómetros de diámetro. Es parte de la reserva ecológica Los Ilinizas. Bajar desde el borde del cráter hasta el nivel del agua toma media hora, para regresar se puede alquilar caballos a 8 dólares por persona y tarda una hora el recorrido. Está en límite de Pujilí con Sigchos.
LA FIESTA CONTINUÓ
En Quilotoa es la primera ocasión que el pueblo se organizó para realizar el recibimiento de estas buenas vibras. Para ellos fue una verdadera fiesta y querían aprovechar la energía de la laguna sagrada.
A las 06:00 Jorge Latacunga, alcalde de la comunidad, se paró al filo del Quilotoa e hizo un llamado a la comuna. Las palabras eran en quichua y en ellas pedía que se acerquen para recibir las energías del Quilotoa para el comienzo de una época de buenas cosechas.
Después de pocos segundos se escucharon los sonidos graves que emitían las bocinas (son de casi dos metros de largo, elaborado con madera). José Daniel Pachui y José Quispe fueron los encargados de levantar el pesado instrumento y anunciar el ritual indígena para recibir al “Amanecer galáctico”.
La fiesta no paraba. Hubo danzas y purificaciones en agradecimiento a la tierra, sol, aire y la lluvia. La ceremonia fue en el centro de la Chacana o Cruz Andina.
Liliana Casteblanco, turista colombiana, dijo sentirse renovada. Mientras que Patricio Molina, periodista de Latacunga, aseguró sentir en su cuerpo la energía de la laguna. En Quilotoa los comuneros esperan que este 2013 sea un año lleno de fe y esperanza, y más que todo de abundantes cosechas.