Con uñas y dientes, contrabandistas, en especial dos mujeres bien paradas, en Ibarra, se enfrentaron a aduaneros y policías para evitar que les incauten la mercadería ilegal que traían desde Colombia y que pretendían entregar en los mercados de Quito y Guayaquil.
En el sur de Ibarra, sector La Quinta, se vivió un verdadero caos. Los curiosos salieron de sus viviendas para presenciar el tremendo alboroto que se formó. Incluso se cerraron tres calles a la redonda. A toda costa, los gendarmes trataban de ingresar a un inmueble donde se escondió el chofer identificado por su padre como José C. Se trataba de un camión Hino, cajón de madera, placa ICI-636, color rojo, que transportaba un cargamento de productos de aseo, como Suavitel, y focos incandescentes, valorado todo en unos 2.000 dólares.
Según Wilman Valenzuela, jefe de Operaciones del Destacamento de Yahuarcocha , el conductor trató de evadir el control. El carro fue perseguido por la Panamericana hasta llegar a La Quinta en la vía a Urcuquí, donde al parecer chocó a un taxi que se movilizaba por el lugar.
El sargento Mauricio Chipanta resultó con un rasguño en la cara. Las autoridades no se imaginaron que los contrabandistas (sobre todo dos mujeres) los iban a recibir a punta de rasguños, puños y palabras de “grueso calibre”.
La consigna de las féminas era clara: nadie se iba a llevar la mercadería. Con piedras y ayudados por dos hombres rompieron el candado y lanzaron a los curiosos para que se les lleven la “merca”, sin embargo la policía no los dejó y retiró a la gente del lugar.
Al final de la “batalla”, que duró casi hora y media, el carro no pudo ser retenido en el lugar ni tampoco la mercancía que caja por caja fue ingresada a la casa. Eugenia Congo, más conocida cono “Heydi”, comentó que el cargamento pertenecía a diez personas y gritando contra los aduaneros dijo “Todo esto porque no les entregamos dos mil dólares para dejarlos circular por la Panamericana”, versión que fue desmentida por Valenzuela, quien argumentó que son reincidentes como contrabandistas.
La mujer aceptó que desde hace veinte años se dedica a esto. Hasta el cierre de nuestra edición, dos personas permanecían detenidas.