Cristina Eugenia Reyes Hidalgo es una mujer de un metro con ochenta centímetros que se roba la atención de todos donde quiera que va, no solo por su estatura, imponente como la de Athenea (la diosa de la guerra, sabiduría y las artes en la mitología griega) o la sensual Sonja, la guerrera, si no porque es dueña de una belleza descomunal capaz de inmovilizar a cualquier aprendiz de galán, en cada una de sus categorías.La exconcejala de Guayaquil y actual candidata a asambleísta por Guayas, distrito tres (Tarqui, Durán, Samborondón, Posorja y Playas), por Madera de Guerrero, hace sentir su poder magnético una fresca mañana de miércoles (9 de enero), en una popular cafetería de Urdesa, en el norte de Guayaquil, donde pactó su cita con EXTRA a las 08:30. Llega puntual arreglando su larga cabellera ondulada color castaño que resalta en su ligero y corto vestido blanco con negro que deja al descubierto sus bronceadas piernas. Camina con elegancia, pero un extraño velo de misterio cubre su aura, como si la poesía hubiera alcanzado forma de mujer.Se sienta en un cómodo sillón después de saludar amablemente y pide un café cortado con una torta de choclo. Mientras saca de su bolso doce paquetes de chocolate que llevan su imagen, dos ejemplares de su último libro de poemas Yo Libertadora y un cuaderno negro de anotaciones marca Moleskine, habla sobre el panorama electoral y la frenética campaña de la oposición que busca arrebatarle la mayoría de escaños al oficialismo en la Asamblea.Esta guayaquileña, de 31 años, lleva la política en la sangre. Es nieta del coronel del Ejército Jesús Reyes Quintanilla, exgobernador de la provincia y héroe de la guerra de 1941 entre Ecuador y Perú. Sus padres se casaron a escondidas a principios de la década de los 80, ya que su madre Cristina Hidalgo llegó al puerto principal dos años antes desde su natal Chulucanas, en la región peruana de Piura, para estudiar Medicina en la Universidad de Guayaquil. Se ruboriza cuando se da cuenta de que revela el secreto mejor guardado de su familia y exclama apenada: “Mi mami me va a matar por esto”.Es que eran épocas de odio y confrontación surgidas desde el incario, las que las heridas de la batalla territorial de 1941 aún estaban abiertas y los vientos de guerra del Tahuantinsuyo todavía soplaban con fuerza en la región, por lo que un peruano no era bien visto por estos lares. Pese a ello, don Jesús y su esposa María Eugenia acogieron en su seno a la bella extranjera que se robo el corazón de su hijo, el joven Xavier Reyes Feijó, bisnieto del militar peruano Octavio Feijó –combatiente en la Primera Guerra Mundial por las fuerzas aliadas-.Él también gustaba de los temas de salud, por lo que se preparaba en la Universidad Católica. El destino lo unió a Cristina cuando tuvo que abandonar ese centro de educación superior por un problema en las calificaciones para ingresar a la Estatal. Fue un amor a primera vista, dispuesto a poner el pecho a las balas y resistir las vicisitudes geopolíticas en las respectivas fronteras.Lo peor vendría en enero de 1981, cuando el ejército nacional se enfrentó al Perú en una cruenta batalla focalizada en tres puntos militares de la histórica Cordillera del Cóndor: Paquisha, Mayaicu y Machinaza. Aunque el enfrentamiento terminó en febrero, la situación no era de las mejores. El 24 de mayo de ese año muere en un accidente aéreo en la montaña de Huairapungo (cantón lojano de Celica) el presidente de la República, Jaime Roldós Aguilera, junto a su esposa Martha Bucaram y toda su comitiva.Cristina nace con el nuevo gobierno (el de Osvaldo Hurtado) el 26 de agosto en la maternidad Enrique C. Sotomayor, como predestinada a seguir los pasos de sus ancestros. La primera de tres hermanos (le siguen Xavier, de 29 años, y Belisario, de 23) tuvo una sólida formación católica en el colegio Las Mercedarias. Desde los 13 años, además de alumna, fue catequista y profesora, aunque siempre prefirió como regalo de Navidad una guitarra a una muñeca.Al mismo tiempo en que organizaba misas, obras de teatro y pastorales con jóvenes, también se dejaba seducir por la fuerza de la música protesta, de la nueva trova cubana y de los temas románticos de José José, experimentando una serie de contradicciones que marcarán su vida para siempre.En este punto de la conversación, la cafetería, iluminada con luz tenue, parece un estudio fotográfico tras el alboroto que armaron los cronistas gráficos Wladimir Torres y Marcos Cárdenas. Los flashes incomodan a los madrugadores que daban su vida por un café cerca de las 09:00 y ponen en guardia a Cristina que se retoca de cuando en cuando. De fondo, Start me up, de los Rolling Stones.Su primer novio llegó a los 19 años, sencillamente “porque los hombres me tienen miedo”. Su prototipo de pareja en esa época no era precisamente un pastor evangelizador si no un humanista ligado a las causas sociales, con tendencias guevaristas, y este personaje, a quien prefiere no mencionar, tenía algunos rasgos. Sin embargo, no fue su príncipe azul.En el 2000, otra vez el destino la ubicó entre la frivolidad de las pasarelas y las mieles del conocimiento. Cristina ingresó a la Universidad Católica para estudiar Derecho, mientras paralelamente se convertía en la Reina de Guayaquil, luego de una fructífera carrera en el modelaje, así como también un corto periodo como reportera y conductora de noticiarios y misceláneos de televisión. Poco a poco era el blanco de quienes pensaban que ella era o “la reencarnación de la noche neoliberal” o la novia del “Che” Guevara.Cinco años después se graduó de abogada, no sin antes quedar en segundo lugar en Miss Ecuador y representar al país en el concurso Miss Mundo en China. Su vida dio un giro radical cuando en el 2005 conoció el amor en Filipinas, durante el Miss Tierra. Un empresario italiano de 38 años llamado Marcelo le robó el corazón, primero por internet y después en vivo y en directo. Conquistarla le tomó dos años. Hace una pausa en su café y pide un vaso con agua. El tema le resulta incómodo y la melancolía la invade sin querer.Se iban a casar y el intercambio de aros se había realizado en la casa de la novia en Guayaquil. Sin embargo, otra vez la política y la academia se cruzaron en su camino cortando el noviazgo en el 2008. Desde noviembre del 2007, Cristina dedicaba todo su tiempo a la Asamblea de Montecristi, que reformó la Constitución, sin descuidar a su “Marchelo”, pero esta situación comenzó a perturbar al hombre de su vida inevitablemente.De inmediato fue becada por el Colegio de Abogados de la Comunidad de Madrid para estudiar la maestría en Acción Política y Participación Ciudadana, lo que le sirvió para despejar su mente y espíritu. Como anécdota recuerda que mientras visitaba una exposición de obras del escritor uruguayo Mario Benedetti en la capital española, se encontró con su amigo poeta Benjamín Prado, quien la llevó al departamento del maestro de la canción popular ibérica Joaquín Sabina y bebió con él vino a raudales por la emoción. Sabina cayó rendido ante esos ojazos color miel y seguramente en trance le dedicó Vinagre de rosas, Calle melancolía y Praga. La fiesta terminó cuando la novia del “Genio de Úbeda”, la fotógrafa peruana Jimena Coronado, llegó al departamento y la acusó de coquetear con el músico en su cara.Gajes del oficio, dice mientras apura un sorbo de agua fría y los curiosos se acercan tímidamente a la mesa al reconocerla. Meses después modeló en Miami y coqueteó con la Revolución ciudadana, pero finalmente se inclinó por el movimiento Madera de Guerrero llegando a ser concejala de Guayaquil en el 2009.Tras un periodo de despecho, una que otra travesura con “personajes equivocados” y tres libros de poesía a su haber –Travesía (2001), Tierna Furia (2007) y Yo Libertadora (2012), Cristina quiere ser asambleísta para reformar leyes que garanticen la seguridad ciudadana y realizar proyectos de ley a favor de las mujeres para eliminar la violencia de género.Son casi las 11:00 y la mañana está brumosa. Ella sonríe y queda con el equipo en realizar una candente sesión fotográfica en las playas de Montañita, “mi hábitat natural”, el domingo siguiente para ilustrar esta nota. Había que aprovechar la apertura de la candidata que seguramente ahora los lectores agradecen infinitamente. Para la política, ella tiene la casta y está lista para la pelea, como Sonja, la guerrera, aquel mítico personaje medieval interpretado por la actriz danesa Brigitte Nielsen en la década de los 80.
Cristina Eugenia Reyes Hidalgo es una mujer de un metro con ochenta centímetros que se roba la atención de todos donde quiera que va, no solo por su estatura, imponente como la de Athenea (la diosa de la guerra, sabiduría y las artes en la mitología griega) o la sensual Sonja, la guerrera, si no porque es dueña de una belleza descomunal capaz de inmovilizar a cualquier aprendiz de galán, en cada una de sus categorías.La exconcejala de Guayaquil y actual candidata a asambleísta por Guayas, distrito tres (Tarqui, Durán, Samborondón, Posorja y Playas), por Madera de Guerrero, hace sentir su poder magnético una fresca mañana de miércoles (9 de enero), en una popular cafetería de Urdesa, en el norte de Guayaquil, donde pactó su cita con EXTRA a las 08:30. Llega puntual arreglando su larga cabellera ondulada color castaño que resalta en su ligero y corto vestido blanco con negro que deja al descubierto sus bronceadas piernas. Camina con elegancia, pero un extraño velo de misterio cubre su aura, como si la poesía hubiera alcanzado forma de mujer.Se sienta en un cómodo sillón después de saludar amablemente y pide un café cortado con una torta de choclo. Mientras saca de su bolso doce paquetes de chocolate que llevan su imagen, dos ejemplares de su último libro de poemas Yo Libertadora y un cuaderno negro de anotaciones marca Moleskine, habla sobre el panorama electoral y la frenética campaña de la oposición que busca arrebatarle la mayoría de escaños al oficialismo en la Asamblea.Esta guayaquileña, de 31 años, lleva la política en la sangre. Es nieta del coronel del Ejército Jesús Reyes Quintanilla, exgobernador de la provincia y héroe de la guerra de 1941 entre Ecuador y Perú. Sus padres se casaron a escondidas a principios de la década de los 80, ya que su madre Cristina Hidalgo llegó al puerto principal dos años antes desde su natal Chulucanas, en la región peruana de Piura, para estudiar Medicina en la Universidad de Guayaquil. Se ruboriza cuando se da cuenta de que revela el secreto mejor guardado de su familia y exclama apenada: “Mi mami me va a matar por esto”.Es que eran épocas de odio y confrontación surgidas desde el incario, las que las heridas de la batalla territorial de 1941 aún estaban abiertas y los vientos de guerra del Tahuantinsuyo todavía soplaban con fuerza en la región, por lo que un peruano no era bien visto por estos lares. Pese a ello, don Jesús y su esposa María Eugenia acogieron en su seno a la bella extranjera que se robo el corazón de su hijo, el joven Xavier Reyes Feijó, bisnieto del militar peruano Octavio Feijó –combatiente en la Primera Guerra Mundial por las fuerzas aliadas-.Él también gustaba de los temas de salud, por lo que se preparaba en la Universidad Católica. El destino lo unió a Cristina cuando tuvo que abandonar ese centro de educación superior por un problema en las calificaciones para ingresar a la Estatal. Fue un amor a primera vista, dispuesto a poner el pecho a las balas y resistir las vicisitudes geopolíticas en las respectivas fronteras.Lo peor vendría en enero de 1981, cuando el ejército nacional se enfrentó al Perú en una cruenta batalla focalizada en tres puntos militares de la histórica Cordillera del Cóndor: Paquisha, Mayaicu y Machinaza. Aunque el enfrentamiento terminó en febrero, la situación no era de las mejores. El 24 de mayo de ese año muere en un accidente aéreo en la montaña de Huairapungo (cantón lojano de Celica) el presidente de la República, Jaime Roldós Aguilera, junto a su esposa Martha Bucaram y toda su comitiva.Cristina nace con el nuevo gobierno (el de Osvaldo Hurtado) el 26 de agosto en la maternidad Enrique C. Sotomayor, como predestinada a seguir los pasos de sus ancestros. La primera de tres hermanos (le siguen Xavier, de 29 años, y Belisario, de 23) tuvo una sólida formación católica en el colegio Las Mercedarias. Desde los 13 años, además de alumna, fue catequista y profesora, aunque siempre prefirió como regalo de Navidad una guitarra a una muñeca.Al mismo tiempo en que organizaba misas, obras de teatro y pastorales con jóvenes, también se dejaba seducir por la fuerza de la música protesta, de la nueva trova cubana y de los temas románticos de José José, experimentando una serie de contradicciones que marcarán su vida para siempre.En este punto de la conversación, la cafetería, iluminada con luz tenue, parece un estudio fotográfico tras el alboroto que armaron los cronistas gráficos Wladimir Torres y Marcos Cárdenas. Los flashes incomodan a los madrugadores que daban su vida por un café cerca de las 09:00 y ponen en guardia a Cristina que se retoca de cuando en cuando. De fondo, Start me up, de los Rolling Stones.Su primer novio llegó a los 19 años, sencillamente “porque los hombres me tienen miedo”. Su prototipo de pareja en esa época no era precisamente un pastor evangelizador si no un humanista ligado a las causas sociales, con tendencias guevaristas, y este personaje, a quien prefiere no mencionar, tenía algunos rasgos. Sin embargo, no fue su príncipe azul.En el 2000, otra vez el destino la ubicó entre la frivolidad de las pasarelas y las mieles del conocimiento. Cristina ingresó a la Universidad Católica para estudiar Derecho, mientras paralelamente se convertía en la Reina de Guayaquil, luego de una fructífera carrera en el modelaje, así como también un corto periodo como reportera y conductora de noticiarios y misceláneos de televisión. Poco a poco era el blanco de quienes pensaban que ella era o “la reencarnación de la noche neoliberal” o la novia del “Che” Guevara.Cinco años después se graduó de abogada, no sin antes quedar en segundo lugar en Miss Ecuador y representar al país en el concurso Miss Mundo en China. Su vida dio un giro radical cuando en el 2005 conoció el amor en Filipinas, durante el Miss Tierra. Un empresario italiano de 38 años llamado Marcelo le robó el corazón, primero por internet y después en vivo y en directo. Conquistarla le tomó dos años. Hace una pausa en su café y pide un vaso con agua. El tema le resulta incómodo y la melancolía la invade sin querer.Se iban a casar y el intercambio de aros se había realizado en la casa de la novia en Guayaquil. Sin embargo, otra vez la política y la academia se cruzaron en su camino cortando el noviazgo en el 2008. Desde noviembre del 2007, Cristina dedicaba todo su tiempo a la Asamblea de Montecristi, que reformó la Constitución, sin descuidar a su “Marchelo”, pero esta situación comenzó a perturbar al hombre de su vida inevitablemente.De inmediato fue becada por el Colegio de Abogados de la Comunidad de Madrid para estudiar la maestría en Acción Política y Participación Ciudadana, lo que le sirvió para despejar su mente y espíritu. Como anécdota recuerda que mientras visitaba una exposición de obras del escritor uruguayo Mario Benedetti en la capital española, se encontró con su amigo poeta Benjamín Prado, quien la llevó al departamento del maestro de la canción popular ibérica Joaquín Sabina y bebió con él vino a raudales por la emoción. Sabina cayó rendido ante esos ojazos color miel y seguramente en trance le dedicó Vinagre de rosas, Calle melancolía y Praga. La fiesta terminó cuando la novia del “Genio de Úbeda”, la fotógrafa peruana Jimena Coronado, llegó al departamento y la acusó de coquetear con el músico en su cara.Gajes del oficio, dice mientras apura un sorbo de agua fría y los curiosos se acercan tímidamente a la mesa al reconocerla. Meses después modeló en Miami y coqueteó con la Revolución ciudadana, pero finalmente se inclinó por el movimiento Madera de Guerrero llegando a ser concejala de Guayaquil en el 2009.Tras un periodo de despecho, una que otra travesura con “personajes equivocados” y tres libros de poesía a su haber –Travesía (2001), Tierna Furia (2007) y Yo Libertadora (2012), Cristina quiere ser asambleísta para reformar leyes que garanticen la seguridad ciudadana y realizar proyectos de ley a favor de las mujeres para eliminar la violencia de género.Son casi las 11:00 y la mañana está brumosa. Ella sonríe y queda con el equipo en realizar una candente sesión fotográfica en las playas de Montañita, “mi hábitat natural”, el domingo siguiente para ilustrar esta nota. Había que aprovechar la apertura de la candidata que seguramente ahora los lectores agradecen infinitamente. Para la política, ella tiene la casta y está lista para la pelea, como Sonja, la guerrera, aquel mítico personaje medieval interpretado por la actriz danesa Brigitte Nielsen en la década de los 80.