Cuando Marcia Lidia Caicedo Vernaza recuerda su niñez en San Lorenzo (provincia de Esmeraldas), sus ojos brillan, frota sus manos y esboza la sonrisa de una niña pícara.
La binomio del candidato presidencial por la Coordinadora Plurinacional de las Izquierdas, Alberto Acosta, asegura que volvería a ensuciar las uñas de sus manos con lodo y enterrar sus pies en el manglar para recolectar conchas como lo hizo en su juventud para llevar algo de dinero a su hogar.
Antes de graduarse en la Universidad de Guayaquil, como abogada y de aceptar acompañar a Acosta en esta contienda política, Marcia “se enfrentó” a la pobreza. Desde los 12 años se preparó para asumir su “profesión” obligada como “conchera” con madurez y responsabilidad.
Con tres de sus 10 hermanos se calzaba las botas de caucho y se internaba en la telaraña de troncos y del fango para conseguir los moluscos que horas después debía vender para ganar dinero.
Cada día era una travesía. Mientras la candidata a vicepresidenta se alejaba de su natal San Lorenzo en bote todas las tardes para “conchar”, algunos de sus amigos se quedaban en tierra firme jugando.
“Sacar conchas es muy complicado, como lo es para un niño de esa edad ponerse botas, andar en bote”, recuerda Marcia, mientras en una de las salas del tercer piso de Gráficos Nacionales S. A. (editora de los diarios EXTRA y Expreso) intenta mostrar con sus manos que la habilidad para este oficio siguen intacto en ella.
Debía esperar que la marea bajara para ir en busca de las conchas y meter las manos en las raíces. Lo hacía por “religión” desde la 13:00. Regresaba a casa por la noche.
No se dio cuenta cuándo, pero se había convertido en una “especialista” en “conchar”, pero no podía superar a sus hermanos que recolectaban entre 600 y 800 conchas, mientras que ella se quedaba con 200.
“No usaba guantes, lo hacíamos directamente con las manos. Era tan solo una niña que tenía las manos dañadas”, indica Marcia, quien por tres veces terminó en la cama con fiebre por la mordida del pez sapo. “Se me hinchaba la mano, era terrible eso”.
LA VOZ DE SUS HERMANOS
Es la octava de diez hermanos, de los cuales solo viven seis. Una de las cosas que marcó la vida de la candidata de 37 años, fue su relación con tres hermanas sordomudas, “siempre quise saber qué piensan, siempre quise ser la voz de ellas”. Por eso, asegura, se esmeró para no descuidar sus estudios mientras trabajaba.
A los 17 años se graduó en el colegio católico 10 de Agosto. Durante su etapa estudiantil se destacó como alumna, lo cual le valió ser becada y comer mejor. Patacones, queso, arroz con menestra o seco de pollo eran los alimentos que la ayudaban a mantenerse en firme.
“Me sentía responsable y útil para mi familia, llegaba a mi casa y encontraba las ollas vacías. Yo sacaba 200 conchas y eso representaba como 5 dólares y no era nada para una familia de diez hijos. Mi padre era carbonero y lo que ganaba tampoco alcanzaba para comer”.
Se enorgullece de su vida. Dice que volvería a “conchar” porque “nunca odié ese trabajo”, porque se sintió digna “aunque sea con poco, pero contribuí a mi familia y mi realidad es similar a las de miles de ecuatorianos”.
Ampliar la labor de Moreno
Marcia Caicedo tiene definido su rol como posible vicepresidenta del país. Asegura conocer profundamente la pobreza en todos los rincones del Ecuador y las necesidades de los discapacitados.
Cree que la labor del actual vicepresidente, Lenín Moreno, “es buena,” pero que hay que ampliarla. “Se necesita hacer programas de investigación para conocer el inicio y orígenes de las discapacidades” y considera “importante prevenir y detectar las discapacidades en los niños”.
Sobre la labor de la fundación Manuela Espejo indica que “es una obra que se la tiene que reconocer, pero los ciudadanos tienen derecho a recibirla, no es una dádiva” y ella está dispuesta a continuarla.
“Yo conozco la pobreza, la he vivido, vengo de una familia muy humilde, no me da vergüenza haber sido “conchera” y para vencer todas las dificultades logré prepararme”.
Propone un bono de producción, no de asistencia, para los más necesitados. Ella dice que al actual Bono de Desarrollo Humano, que está en 50 dólares, no se le da utilidad.
“Propongo un bono de producción mejor que se utilice en una tienda comunitaria, donde se multipliquen esos 50 dólares; a ese millón 200 mil mujeres hay que enseñarles carreras prácticas para que puedan tener microempresas y no dependan del Estado”.
Aspira a que las mujeres beneficiarias del bono sean empresarias que produzcan y generen sus propios recursos para mantener a su familia.
“Queremos un país diferente, con justicia social, equidad, donde todos y todas seamos protagonistas y ser representados”, dice Caicedo, quien considera que el proyecto de Alberto Acosta es lo más cercano al pueblo y que tiene una propuesta incluyente participativa que busca “un cambio radical, una transformación del país”.