
Al octavo día pasó el milagro para la familia de Camilo. César pasó de la tristeza a la alegría en cuestión de segundos. “Comencé a desesperarme porque veía a gente que estaba en las mismas condiciones que mi hijo y no despertaba, pero al octavo día me acerqué a la cama de Camilo y le empecé a hablar y decirle que íbamos a salir bien. Entonces sentí que mi hijo me tomó la mano y fue el milagro para mí ya que sabía que se iba a recuperar. Luego de cuatro días despertó pero no podía mover todo el lado derecho. Me fui a la capilla a rezar y dije: “Dios haz el trabajo completo”, añadió.En el rostro de Camilo apareció una sonrisa cuando escuchó a su padre decir eso. El “Gringo” añadió algo más: “cuando desperté del coma pensé que estaba en Quito. Junto a mi cama había una chica de mi edad y me dijo estás en Argentina me conociste. Se llamaba María Pía, era una amiga, la gente de allá fue un amor. Pasaron los días y mi padre me llevó un volante de bicicleta y empecé a gritar. Luego por mis propios medios me levanté de la cama pero no movía las piernas, inclusive los doctores decían que iba a quedar parapléjico”.