Aladino no es puro show. El hombre dice que canta en todo tipo de eventos con las mismas ganas, ante “aniñados” o gente del pueblo; en locales de Miami y Nueva York, como en el suburbio porteño.
Pese a vestir con un sombrero de paja toquilla y una camisa a rayas no muy llamativa, el artista no pudo pasar desapercibido. Hicimos el recorrido por los bares y chongos de la 18, mientras el cantante entonaba a capela los coros de sus temas clásicos Penas y Asciéndeme a marido. Como político en campaña, el intérprete de Perdóname estrechaba las manos a todo aquel que se le acercaba. Entramos en dos burdeles y las meretrices se acercaron a ver de cerca a Enrique, hasta que se dieron cuenta de la presencia del fotógrafo de EXTRA y muchas se metieron en sus cuartos.
Sin embargo, “Sonia”, una sensual afroecuatoriana de jean apretado y pequeño brassiere, no tuvo miedo a la cámara y conversó con el célebre visitante. La mujer confesó ser admiradora del rocolero y le comentó sobre cómo ella empezó a trabajar a temprana edad en la prostitución. “Respeto mucho tu trabajo y no podemos juzgar lo que hacen. Hay que valorar a las mujeres, ya que todos nacimos de una”, le comentó el artista. Estas palabras conmovieron a la muchacha, quien emocionada le dio un beso en la mejilla.
EL “CHINCHULÍN”
Tras firmar unos autógrafos salimos del lupanar y continuamos el camino hasta que Aladino se encontró con “Simón”. “¿Te acuerdas de mí? Nos conocimos en el año 1977, en la época de ‘Chinchulín’”, exclamó el hombre, mientras sujetaba una botella de cerveza sobre la vía pública.
Vargas Mármol recordó la anécdota de cuando lo conoció y aclaró que ese “Chinchulín” que mencionó “Simón” es nada más ni nada menos que Pablo AníbalVela. “Esa era la primera chapa del ‘Rey de la cantera’”, aseguró el rocolero.
EL SHOW “RELÁMPAGO”
El bohemio se nos unió en el trayecto hasta llegar al Tíbiri Tábara, un bar donde la salsa y rocola suenan “que da miedo”. Fuimos hasta el fondo del local a buscar al administrador para que nos permita poner unas canciones, ya que Aladino “estaba aquí”. El sujeto nos miró con incredulidad hasta que alzó la cabeza y vio al cantante y el alboroto que se formaba en los exteriores de la cantina.
Los libadores que justamente minutos antes escucharon los temas del “Mago de la rocola” no podían creer que ahora lo tenían en vivo y en directo. Como por “arte de magia”, Aladino apareció y sin mucha “alharaca” pidió un micrófono y empezó a cantar.
Como esto fue algo sorpresivo, el cantante no tenía cds con pistas de sus temas. Y tuvo que improvisar con otras melodías. Se lanzó El preso, de Fruko y tus tesos; e hizo levantarse a la gente de sus sillas. Un borrachito se le lanzó encima para darle un efusivo abrazo “rompe costillas”. Luego el cantante entonó Detalles, de Óscar de León; y algunas damiselas del chongo de a lado, que se ocultaron en sus cuartos, sacaron sus cabezas por el zaguán para ver este show “relámpago”.
Pero el populacho esperaba la música “pepa” y pedía sus éxitos. Deseaban escuchar eso que dice: “Quiera Dios, encuentres hombre en tu vida que te dé todo el cariño que quizás yo no te di”. El dj del bar puso Penas y Enrique dio rienda suelta a esa melodía que está impregnada en el corazón del pueblo, con ese sabor que le pone el “maní salado, queso y mortadela” y el cosquilleo del “ráscame aquí”.
Los libadores pidieron más, pero el rocolero tenía que ir a una cita con una “mujer bolera”. El borrachito que momentos antes lo abrazó se quedó gritando para que no se vaya. La gente no creía que su ídolo, el de tantas rocolas, compartió con ellos. Por ahí algunos recordaban que Héctor Napolitano se pegó unas tocadas junto a meretrices en una rumba bohemia. De ahí, ningún otro artista famoso se había atrevido a cantar, sin tarimas que los divorcien de su público, frente a frente y sin reparos, directo al corazón del pueblo. Aladino llegó y cantó como por arte de magia.