
Agrandarse el trasero para recuperar a su marido hizo a Mercedes caer en la tentación de inyectarse biopolímeros sintéticos, una sustancia que ya mató a unos 15 venezolanos desde 2011: "Del dolor no soporto ni cinco minutos sentada", dice con voz quebrada.Fue hace dos años, entre la presión de sus amigas y la baja autoestima por el mal momento que pasaba su matrimonio, que Mercedes decidió ir a un salón de belleza en Caracas, donde le aplicaron en cada nalga 560cc del gel, una silicona no encapsulada - a diferencia de las prótesis - que se inyecta y se expande dentro del cuerpo."No investigué de qué se trataba, solo quién los ponía más bonitos", cuenta Mercedes mientras espera, de pie, en un consultorio para someterse a revisión con la esperanza de que haya posibilidad de retirarle los biopolímeros sintéticos, que migran en el cuerpo.Apenas unos días después de que le aplicaron la inyección a un costo de 5.000 bolívares (800 dólares al cambio oficial), comenzó a sentir un ardor intenso en los glúteos, un dolor con el que ha aprendido a convivir en medio de la recriminación de su familia."Pido perdón a Dios y a la Virgencita que pueda salir de esto, porque no llevo vida", dice con los ojos cerrados esta mujer de 45 años, que prefiere no dar su apellido.