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Ir en taxi-amigo puede ser un fastidio

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Acéptelo: hay una probabilidad muy alta de que su experiencia al momento de pedir y abordar un taxi-amigo (ejecutivo) resulte incómoda. Es cosa de todos los días escuchar a usuarios quejarse porque, según ellos, el servicio falla a la hora de satisfacer las expectativas que algunas cooperativas prometen como garantía infalible (confianza, buen trato o rapidez y puntualidad a la hora de la llegada del vehículo).
Si bien los taxi-amigos sacan de apuros y brindan facilidades para transportarse, no es menos cierto que durante las carreras se generan momentos molestosos para el pasajero.
Las incomodidades van desde el costo variable de una carrera hasta el mal genio del conductor. Esto último implica el riesgo de algún accidente ocasionado por una posible imprudencia al volante.
Según la Agencia Nacional de Tránsito, en el país existen 2.927 taxis ejecutivos habilitados legalmente para operar en 43 ciudades. EXTRA realizó dos recorridos y además consultó a seis usuarios para recopilar una serie de incomodidades que sienten ellos a la hora de movilizarse en un taxi-amigo. ¿A usted le resulta familiar alguna de ellas? (JMA)

Un osito dormilón...

Está bien que al chofer le guste escuchar a todo volumen bachata, salsa, reggaetón, heavy metal o lo que sea, pero debe hacerlo cuando esté sin pasajeros o en su casa, no cuando lleve a un cliente. Es común que una de las primeras cosas que hace el pasajero al subirse a un taxi-amigo es pedirle al conductor que baje el volumen de la radio o que cambie la emisora. ¡Ah, pero hay choferes que lo toman como ofensa! Ese “bájele un poquito” significa que algunos, en gesto de rebeldía, apaguen la radio de forma grosera. El cliente queda confundido, pues no sabe si le pidió que bajara el volumen o le insultó a la mamá.

¿Cuál es el apuro?

Rápidos y furiosos. Percepción común entre los consultados: un porcentaje alto de conductores de taxis ejecutivos siempre anda apurado: se “desinflan” o golpean el volante cuando no pueden salir de un embotellamiento, refunfuñan cuando el cliente cambia de destino o agrega una carrera no programada. O simplemente están bravos, de entrada. “Una vez le dije al conductor: si quiere matarse, mátese solo. Iba demasiado rápido por la vía a la Costa y tuve que advertirle”, comentó Diana Cevallos, una de las usuarias entrevistadas por este Diario. Según ella, a raíz de aquel episodio comenzó a usar taxis de otra compañía.

“¿Mijita, ya me tiene la comida?”

No solo es irrespetuoso,  sino tremendamente irresponsable. Hay conductores que van pegados a su celular mientras conducen y creen que nunca les va a pasar nada. Parece que no fueran conscientes del riesgo mortal que implica aquello para el pasajero. De paso, obligan a que el cliente se entere de sus asuntos personales (usualmente conyugales) que revelan mientras están al teléfono. Los temas favoritos de los conductores al celular: preguntarle a su esposa/novia si está listo el almuerzo/cena, organizar una salida para más tarde/mañana, preguntar cómo están los hijos y coordinar alguna carrera especial con algún cliente “pelucón”.

“El Guasmo... ¿eso es  por Samborondón, no?”

Debido a diversos factores, cada vez es más común ver a conductores jóvenes trabajando en compañías de taxis. Eso no tendría nada malo, de no ser porque la mayoría ¡no conoce la ciudad! Está bien que no ubiquen algún “hueco lámpara” o una dirección complicada, pero que desconozcan barrios o sitios populares de la ciudad es inadmisible. A veces no sirve de nada darles la dirección exacta de un destino, con número de casa y de manzana. Ellos terminan consultando por radio, o por celular, a otro colega que les da las indicaciones necesarias. Al usuario le toca hacer de GPS y, de paso, soportar una demora que era evitable.

¿Cero nueve qué?

La molestia puede comenzar desde el momento en que el cliente llama a una compañía a solicitar un vehículo, pues la persona que contesta (usualmente una mujer apurada) es poco atenta. Esto ocasiona que la llamada dure más de lo esperado.

Ejemplo de llamada

Cliente: Buenas tardes. Necesito un taxi, por favor.
Operador: ¡¡¡¿NÚMERO?!!!
Cliente: Mmm... 09-9...
Operadora: ¡¡¡¿08 qué?!!!
Cliente: No: ce-ro, nue-ve, nue-ve...
Operadora: ¿Primera vez que llama?
Cliente: No, señorita. Le repito:
ce-ro, nue-ve, nue-ve...
Además, es probable alguna confusión
Operadora:  Ayúdeme, ¿cómo está vestido/a?
Cliente: Chompa café y jean azul.
Operadora: Listo, chompa azul y jean café. Ya le envío.

“Ando con un HP”
“Central, bríndeme la QRV”. “Deme la QSY”. “10-4, central, voy con un HP”. ¿Códigos nucleares? ¿Lenguaje secreto? Es habitual que los conductores se comuniquen, a través de transmisores portátiles, con la oficina central o con sus compañeros en códigos radiofónicos. Pero esto puede generar confusión en el pasajero. “Uno no sabe qué están diciendo o qué información comparten. De paso, tienen ese aparato a todo volumen”, señaló Roberto García, usuario. Una duda común es el significado de “HP” y “MP” utilizados habitualmente. Un taxista explicó a EXTRA que el primer código define a un “hombre pasajero” y el segundo a una “mujer pasajera”.

Ayer costó $5, hoy $7

A pesar de que la Ley estipula la obligación del uso del taxímetro, es muy frecuente que la tarifa de una misma carrera varíe de un día a otro. Un conductor que conversó con este Diario explicó que factores como el tráfico o la hora -si es de noche hay que sumarle un dólar- influyen en el precio. Pero hay ocasiones en que las diferencias de tarifas son considerables y no respetan valores establecidos. En dos consultas hechas a una misma compañía, con una hora de diferencia, una carrera desde Los Ceibos hasta Riocentro Entre Ríos subió de $9 a $12. “Ahí depende del conductor”, indicó la operadora.

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