La pena por el asesinato de Ana María Flores se atenuaba un poco con abrazos y palabras de pesar para sus familiares. El llanto era incontenible y cada ser querido de esta policía metropolitana, de 26 años, se acercaba al féretro café que estaba sobre una tarina en la casa comunal del sector de la Ajaví, en el sur de Quito.
Un Cristo metálico acompañaba el cadáver que se rodeaba de arreglos florales que se iluminaban con las luces de los implementos fúnebres. El salón estaba algo vacío y en el transcurso de la mañana de ayer allegados de la joven llegaban para despedirse.
Fue policía metropolitana de la capital hace apenas siete meses y pertenecía al área de tránsito, así lo recuerda su hermano menor. “A veces peleábamos, pero como lo hace todo hermano. Ella me quería igual que a un hijo”, recuerda este chico.
Él dice que su hermana trabajaba por contrato en la Policía Metropolitana y después de unos meses seguiría un curso para ingresar definitivamente a las filas de la institución.
El joven tiene puesto un terno negro y apenas puede hablar sobre la vida que compartió con Ana María y para ayudarlo se acercó su tío Carlos Gómez, quien no soportó derramar su llanto cuando recordó cómo la llevaba al jardín o el momento que aprendió a manejar la bicicleta.
Gómez hace poco se enteró que su sobrina quería ser policía nacional y para cumplir ese sueño trabajaba. “Era una persona muy extrovertida y nos hacía reír. Siempre tenía una sonrisa para nosotros”, dice el consternado familiar de la fallecida.Ambos seres queridos la consideran como una chica que no medía el peligro y que siempre lo afrontaba. “Si habían problemas, ella los afrontaba y no se cohibía de nada”, finaliza Gómez.
Su papel de madreAna María trabajaba duro para mantener a sus dos hijos. Se casó joven, pero luego se separó y vivió con sus padres, recuerda María Judith Yépez Gavilanes, abuela de la muchacha.
“La niña (Ana María) vivió conmigo a los 5 años mientras mi hija estudiaba. Luego se fue con sus padres”, dice Yépez Gavilanes.
Esta familia es oriunda de Cotacachi, en Imbabura, y Ana María nació en Ibarra, llegó muy pequeña a la capital y nunca pensaron que 26 años después la tragedia les arrebataría a la joven madre.
“Ayer recibimos la llamada y pensamos que era algún desacuerdo entre esposos. Pero la situación había sido diferente y mataron a mija”, recuerda entre sollozos su abuela.
Ana María tuvo una primera relación y con quien tuvo un hijo, luego tendría a su segundo retoño, pero sus familiares no precisaron si convivía con otra pareja.
El mismo dolor se vivió en la Funeraria Nacional del sector de la Tribuna del Sur de Quito. En ese lugar estaba siendo velado Wilmer Patricio Petit Herdoíza, quien también falleciera el domingo en la mañana junto a Ana María.
Sus familiares no quisieron dar más declaraciones sobre el joven, a quien cariñosamente lo conocían como “Papa Lucho”. Sus allegados no hablaron tampoco sobre el progreso del caso, ya que después del crimen los sospechosos, que habrían asesinado a la pareja de amigos, fueron detenidos en el sector de El Placer, al centro de Quito.
Prisión preventivaLos cinco detenidos por el caso del asesinato de Wilmer Patricio Petit Herdoíza y de Ana María Flores Gómez se encuentran en prisión preventiva por el delito de asesinato. La audiencia de formulación de cargos se llevó a cabo la madrugada de ayer, en la Unidad de Flagrancia, de la avenida Patria, al norte de Quito.
Los hechos se dieron desde la noche del sábado, ese día Wilmer Petit no fue a su casa luego de trabajar, según comentó su padre Edmundo Petit. Según se conoció, este guardia, de 30 años, estaba en compañía de Ana María Flores, del policía Wilson Mediavilla Andrade y de otras dos personas más.
Los cinco amigos habrían estado farreando en una discoteca de la J, sector del sur de Quito. Cuando eran las 02:00, el grupo decidió ir hasta el bar llamado Los Pesántez, en la calle Guanando, en Santa Rita.
Después de unas horas llegaron alrededor de 10 individuos de acento costeño y ellos habrían pedido una gran cantidad de jabas de cervezas.
Entre música y licor el ambiente se puso tenso porque una de las personas que estaba en el grupo de Petit se levantó a cambiar las melodías que arrojaba la rocola del bar. Esto provocó la furia de uno de los hombres que recién arribaron a la cantina e insultó al sujeto que cambió de tonada el ambiente bielero.
El afectado no se quedó atrás y le habría devuelto los improperios al costeño, dando comienzo a la batalla campal. Los 10 recién llegados habrían tomado las botellas para agredir al grupo rival y un pico quebrado le abrió el hombro al policía Mediavilla Andrade.
Otro de los botellazos habría
herido en la cabeza a Petit Herdoíza y uno de sus amigos, en plena pelea, derrotó a puños a uno del grupo costeño. La furia entonces se avivó y para evitar pérdidas mayores el grupo de cinco salió del sitio por la evidente desventaja que tenían.
Los costeños, sin embargo, siguieron al grupo con el fin de acabar con la pelea, pero se dio un giro inesperado durante la riña, ya que Ana María Flores habría intervenido en la gresca para detenerla y allí habría recibido los dos disparos que acabaron con su vida.
Wilmer Petit tuvo lo peor porque, según el padre de la víctima, habría recibido tres impactos de balas por la espalda, causándole una agónica muerte. Mientras que su amiga, Ana María, fue herida de gravedad en la espalda y en el pecho.
La huida de la escenaLa detención se produjo luego de dos horas de ocurrido el crimen, en el sector de El Placer, en el centro capitalino. El auto fue divisado por un uniformado que estaba controlando el ciclopaseo del sector de Atahualpa, cerca de la escena del crimen.
Como el policía estaba con su auto particular, él emprendió la persecución que se complementó con un helicóptero. “El uniformado lo perdió en el sector de El Tejar (centro de Quito), pero se contactó de inmediato para que se dé apoyo”, recordó Diego López, comandante del Distrito Eloy Alfaro, luego de las detenciones.
Dentro del auto se encontró la posible evidencia que los inculpe en el delito, una pistola de 9 milímetros. Además, la policía detalló que cada uno tenía más de 1.000 dólares en su poder y la suma ascendería a los 5.000 en total.
Los “angelitos”Los sujetos se movilizaban en un Grand Vitara SZ blanco y la policía investiga las razones para que cada uno tenga la cantidad de dinero hallada. De igual manera, los uniformados indagan las circunstancias de esa reunión en el bar denominado Los Pesántez.
La policía también informó que dos de los detenidos tienen antecedentes penales por robo y asesinato. Los cinco fueron identificados como Luis Alfredo Arboleda Andrade (21 años), Eduardo Fernando Bass Matamba (36 años), Delemberg José Álvarez Coello (21 años), Miler Isaías Vernaza Caicedo (28 años) y Jaime Fernando Zambrano De Mera (23 años).