Xavier Salvador Obando, QuitoLa vida decidió alejarlos “sin pedir permiso”, pero luego de 25 años Ana Rosa Poroso viajó desde el sector de Epiclachima, en el sur de Quito, hacia la Mitad del Mundo para reencontrarse con su hijo, Alfredo Párraga.
Las ansias en ella eran notorias, la desesperación recorría su cuerpo. El tráfico en la capital prolongaba la espera y los nervios querían literalmente “comérsela”. “Se me va a salir el corazón. No sé qué me dirá; espero que no me reclame nada”, comentó la mujer.
SE LO LLEVÓLos ojos de doña Ana se volvieron cristalinos y las lágrimas invadieron su rostro cuando recordó el último día que pudo estar con su primogénito.
Por su mente pasa el recuerdo de la humilde maleta azul que armó para que su hijo vaya con su padre. Nunca pensó que lo vería luego de varios años.
“Él me quitó a mi pequeño. Cuando terminaba el jardín, el padre de Alfredito me dijo que lo llevaría por 15 días a Manabí; nunca más supe nada”, comentó con la voz entrecortada.
“ME HICE MONJA”Ana Poroso tiene 44 años, la mayoría de los cuales dedicó a encontrar a Alfredo. “Lo busqué por Quinindé y Guayaquil, pero no tuve respuesta”, agregó.
Decidió radicarse en el sur de la capital hace ya 17 años. Sus condiciones económicas no han sido las mejores. “Me fui para una iglesia donde me acogieron por seis meses. Me hice monja para ver si Dios me ayudaba a encontrarlo”, recordó.
EL REENCUENTROWilliam Mantilla, dueño de la academia donde entrena Alfredo, quería que todo fuera una sorpresa. Mientras Ana esperaba en el local, el “Chupete” Párraga ingresó saludando a todos.
La madre veía los anaqueles con aretes y piercings. Él se sentó y miró. Su primera reacción fue levantarse y “amarrarla” con un fuerte abrazo. El llanto de doña Ana fue incontenible.
“Quiero que me perdones, yo nunca te abandoné. Solo quiero que nunca más te vuelvas a ir”, fueron las primeras palabras de Ana Rosa Poroso a su hijo.
Alfredo salía de la obra donde trabaja rumbo a la casa para almorzar y su “uniforme” estaba sucio. Eso fue lo que menos le importó en el momento de volver a estar con su madre.
“Ya he llorado durante muchos años. La vida me ha golpeado tan fuerte que no me salen las lágrimas, pero estoy emocionado. Gracias EXTRA. Ahora solo quiero abrazarla y poder conversar con ella”, expresó el joven.
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