Redacción Guayaquil
Un tierno abrazo compensó los diez días de angustia que vivió Gloria Farías por buscar a su hermano Ramón, quien desapareció el 6 de marzo al salir de su domicilio en el recinto Villanueva, del cantón Naranjal.
Ella recorrió varios sectores e instituciones, y como último recurso acudió a EXTRA para que se difunda su desaparición.
La publicación de los datos y la fotografía del pariente extraviado, en la página 2 de nuestra edición de ayer, dieron sus frutos a las pocas horas. Ella estaba en su trabajo en una bananera, cuando la llamaron para comunicarle que su hermano menor estaba en un sector del suburbio de Guayaquil.
En efecto, Ramón Amable Farías, de 45 años, pasó las últimas tres noches bajo un árbol de mango ubicado en una esquina de las calles 22 y la K (o Primer Pasaje y calle 44A), en el suroeste de Guayaquil.
Los vecinos le facilitaron un colchón, un plástico negro; y con una estructura metálica de una rampa le armaron una improvisada carpa para que duerma.
La moradora Tania Rodríguez indicó que el viernes, como a las cuatro de la tarde, vio a Farías -una persona con síndrome de Down- cuando ella vendía corviches.
“Estaba sucio. Un chico lo bañó, le acomodamos el colchón. Le puse un banco y le hemos estado dando de comer”, dijo la señora.
Además de los alimentos, entre ellos le proporcionaron ropa y unas sábanas para que se cubra del frío.
Con señas y a medio hablar, Ramón decía que ya había comido. Se daba un abrazo como muestra de que anhelaba reencontrarse con su pariente.
El subteniente Galo Portilla expuso que los vecinos le reportaron la novedad el sábado y trataron de ponerse en contacto con otros medios para ubicar a sus familiares.
Ayer en la mañana, tanto la vecina Tania como el agente policial y su compañero de patrullaje, al leer EXTRA, se percataron que Ramón era buscado por los familiares.
De inmediato se contactaron con Gloria Farías, quien debió dejar a su hija como reemplazo en el trabajo para volver a viajar a Guayaquil e ir por Ramón.
El viaje se le hizo largo. Cuando arribó a la terminal terrestre de la urbe porteña, Gloria buscó un taxi que la llevara hasta el suburbio.
Al mediodía, la señora arribó muy angustiada al sector. La recibió el agente Portilla y de inmediato caminó hacia su hermano, que sentado le metía cuchara a una tarrina de comida que le proporcionaron minutos antes.
Ramón dejó de comer y abrazó a su hermana, quien lo levantó y volvió a abrazarlo. Él le secó las lágrimas y con un “ya... ya...”, volvió a estrecharse en el pecho de su pariente.
En medio de los comentarios de los vecinos, Gloria agradeció la ayuda a su hermano y se despidieron. (IC)