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“Los swingers comparten el cuerpo, no el alma”

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“Carlos” lleva un par de años casado con su esposa “Gloria”. Cuando era adolescente, siempre le llamó la atención la cultura swinger. Para entonces llevaba una vida normal y se comportaba como cualquier chico de  13 años.
En alguna parte, no recuerda con exactitud dónde, alcanzó a leer la palabra que más tarde se convertiría en su modo de sexualidad, swinger.  
“Empecé a investigar en Internet y descubrir lo que realmente significaba”, comentó. Cuando conoció a Gloria y decidieron casarse, él le comentó a su pareja sobre convertirse en esta clase de parejas, donde la libertad sexual es absoluta y cada quién puede tener los romances que desee sin ningún problema.
Como Gloria no se opuso ni armó un escándalo, ambos adoptaron el intercambio de parejas como su cultura.
Germánico Zambrano, sexólogo psiquiatra con 31 años de experiencia, asegura que el primer boom de los club swinger comenzó en la época de los 60 y 70, y que en el país tomó forma hace aproximadamente 15 o 20 años.
Este estilo de vida se vio frenado en el mundo por la proliferación de la enfermedad del VIH, pero en los últimos tiempos ha tomado mucha fuerza.
Carlos asegura que mantener romances con quien él desee ha reforzado su relación como pareja, “reaviva el deseo sexual”, explica.
Para el especialista, convertirse en una persona swinger acarrea muchos más problemas que los de salud. “A largo plazo se complican las cosas. Es normal que digan que se revitalizan las relaciones y todo, pero no es así. Siempre terminan acercándose más a alguien por afinidad”.
Entre las características de personalidad de los swingers, Zambrano contempla varias.
“Se trata de gente con personalidad adictiva, inmaduros, con inseguridades sexuales, tendencias bisexuales, entre otras”, dice.
Uno de los ejemplos que Zambrano tiene es una pareja de esposos que acudió a su consultorio para intentar salvar la relación. Resulta que el hombre, con el fin de reavivar el romance, invitó a su esposa a convertirse en swinger. “Él quería cumplir la fantasía de tener a dos mujeres en la cama e invitó a su amiga”, lo que él no imaginó es que su esposa terminaría enamorándose de la otra chica.
Zambrano asegura que en una pareja no siempre existe la voluntad de las dos personas para ser swinger. “Muchas veces una de las partes lo hace por obligación, por chantaje o simplemente por complacer a su pareja”.
Las consecuencias de esto son los cargos de conciencia, el sentimiento de culpabilidad o la depresión.

“Obsesiones colectivas”

Para la iglesia, los denominados swingers no son nada nuevo, “sino más bien un arrastre de las obsesiones colectivas del pasado”.
Guido Bass, sacerdote del barrio Santa Rita, del sur de Quito, explica como en varias sociedades empezando por los grecos, la poligamia era una costumbre enraizada en la cultura.
La existencia de las bacanales en Roma es una muestra de este “estilo de vida”.
Bass comenta que en esa época, muchos años antes de Cristo, las orgías o como los swinger prefieren llamarlas “encuentros” estaban destinadas únicamente para personas con representación política, “se dice que estas reuniones eran para gente importante y que en estas además se planificaban golpes políticos, por eso luego fueron suspendidas”, manifestó el religioso.
Con la llegada de Jesús son los profetas los encargados de criticar el comportamiento polígamo y promulgar la fidelidad.
El sacerdote de Santa Rita no duda de que los encuentros carnales y el desenfreno que se vive en los clubs swingers puedan causar placer a quienes lo practican, pero explica que muchas veces ese placer es confundido por los seres humanos con la felicidad.
“Hay que dejar muy en claro que lo que ellos consiguen es una satisfacción corporal, más no espiritual”, dijo.
Para Bass, el comportamiento de los swingers “no es más que un desvío de la escénica del ser humano, donde lo único que importa es el cuerpo, la carne”, argumenta.
Gustavo, vocero de La Marca, una página web dedicada al mundo swinger, aclaró que lo que se comparte es solamente el cuerpo, más no el alma, ni el corazón.
Este planteamiento es contradictorio y no posee ningún sustento válido, dijo Bass.  “El ser es uno solo, y el amor implica fidelidad, respeto, ellos no pueden decir que su corazón pertenece solo a una persona”.

LO QUE OPINA LA GENTE

De diez personas que EXTRA cuestionó apenas tres dijeron que podrían acceder a que su pareja y ellos tengan varios romances, además del oficial. “Habría que ver qué ofrecen”, comentó sonrojado Luis Valencia.
Su esposa Marcela Ortiz  opina de manera similar, ambos tienen 25 años y creen que “sería una buena idea para acabar con la rutina”.
El resto de personas con las que consultamos opinaron que definitivamente “se volverían locos solo de pensarlo”.
La quiteña Marcia García asegura que la moral de una persona no solamente está ligada a las creencias religiosas, sino también al respeto propio.
“Más que nada me daría miedo de tener alguna enfermedad, o que me pase algo”, comentó.



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