Gustavo Quintana ayuda a enfermos terminales a morir desde hace 30 años en su país, Colombia, el único de Latinoamérica que contempla esta práctica. “No juego a ser Dios, soy simplemente un instrumento”, explicó.
Quintana es un polémico médico que, después de que un accidente automovilístico le hiciera pensar en la posibilidad de una lesión irreversible, dejó de salvar vidas para comenzar a asistir a quienes desean poner punto final a las suyas.
Este colombiano, que accedió a ser entrevistado por el diario bogotano El Tiempo, enfrenta todo tipo de críticas por su labor. Algunos lo llaman sicario; entre sus pares se ha ganado una mala reputación por -dicen sus contrarios- violar el juramento hipocrático. Para los familiares de uno de los pacientes que ayudó a morir “es un ángel que permite parar una vida angustiante de manera rápida y sin dolor”.
Este doctor admitió que durante un tiempo realizó su trabajo de manera ilegal. “Sé que me había podido meter a la cárcel, pero lo invito a que pase unos días con un paciente terminal, para que me diga si no haría algo por ellos, si pudiera”, se defendió. Llegó a la eutanasia número 100 en la que participa en noviembre. Ahora lleva 102. “No es una labor grata”, reconoció. “Cómo quisiera dar vida, pero es inevitable: todos en uno u otro momento hemos de morir. Lo que no comparto es que esa muerte sea indigna”, dijo.