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¡“Malena”, el chef de las nenas del chongo!

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Llegó a Guayaquil a los 26 años huyendo de los prejuicios de sus parientes, quienes descubrieron  su homosexualidad justo la noche en que egresaba como administrador de empresas.
“Malena”, como se la conoce en el mundo de la cocina y del night club donde se desempeña, es una de las cocineras preferidas de las “boquitas pintadas” y maestras del tubo.
Regalando un minuto de su tiempo, entre pedidos de platos a la carta, mesas y la cocina,  Luis Alberto Sánchez, de 52 años, tenía una historia que contar afuera del night club El Gato, uno de los  más grandes de la ciudad porteña.

SE EXILIARON A GUAYAQUIL

Sus manos limpias y su delantal pegado a su cuerpo lo distinguen entre la clientela. Se toma un descanso y cuenta que nació en el cantón 24 de Mayo, en Manabí. Comenta que no creció con sus padres, sino con sus tíos y abuelos que le dieron todo lo que pedía.
Por cosas de la vida, precisamente la noche en que egresaba de la Universidad Técnica de Manabí, la felicidad la traicionó por beber unos tragos demás.
Uno de sus tíos, que sospechaba de la inclinación sexual de Luis, lo descubrió y entonces abandonó la casa que lo cobijó desde niño para marcharse con su enamorado diez años menor a él.
Al llegar  a esta ciudad, todo fue muy duro, sin nadie que los recomiende pasaron semanas y meses sin tener a dónde ir, hasta que  encontró trabajo como operador de máquinas de una empresa. Luego, por circunstancias de la vida, llegó a un restaurante que necesitaba un ayudante de cocina.

MUNDO DE LA COCINA

Sin saber nada sobre el oficio, “Malena” se arriesgó y empezó su aventura con las ollas y los cuchillos. “Tortuga Bay fue el primer restaurante en el que laboré”, dijo. Ahí conoció a Carlos Amador y Amparo Guillén, a quien cataloga como una mujer de trabajo y honesta.
Tras un año en este puesto se empleó en un restaurante de Urdesa, cuyo propietario era un productor televisivo, por alrededor de cuatro años. “Malena” dominaba   los secretos del sabor y de la cocina, pero fue la esposa de José Beltrán, uno de sus últimos jefes, quien le regaló los implementos de su restaurante que iba a cerrar. Entonces, con mesas y cocinas, “Malena” puso su propio negocio, era la oportunidad que tanto había anhelado.
Seis años trabajó en su local hasta que los inspectores municipales le notificaron que la zona donde vendía comida era solo de uso residencial.
Sin opción a seguir dejaba a los “pelucones” de Circunvalación y Guayacanes, en Urdesa, el último punto donde sus manos saciaron los paladares de los clientes.
Hasta ese momento nunca imaginó acercarse al mundo de los centros nocturnos, menos cocinar para las damiselas de la noche.
Al ver que cerraba las puertas de su local, un comensal se le acercó para proponerle que se haga cargo del restaurante del night club El Gato. Y así lo hizo, llegó y desde hace siete años engancha con su sazón a las “boquitas pintadas de la noche”.
 Hoy en día, y gracias a las relaciones sociales que la cocina le dio, logró “palanquear” a su esposo en el Consejo Provincial de Manabí.

A LOS BRAZOS DE SU AMOR

Comentó que todos los domingos, a las tres de la madrugada, toma el primer bus que sale para Portoviejo para pasar el día entre los brazos de su amado que lo espera.
Al consultarle sobre aquel adagio popular “amor de lejos,  amor de pendejos”, ríe, frota las manos y nos sorprende.
“Soy de mente abierta, llevamos 26 años juntos, con él converso bastante, ambos nos conquistamos y estamos enamorados hasta los huesos. Además le he dado la libertad para que tenga relaciones con mujeres mientras no esté con él. Sé que me ama de verdad, porque aún sigue conmigo y no ha embarazado a nadie, ni ha formalizado relación alguna, la carne es débil y entiendo a mi esposo”.
Con esta opinión, “Malena” terminó la conversación porque las chicas de la noche hacían cola para que les sirva. Eran las 20:00 y tenía poca comida, por lo tanto debía preparar más.
Atrás de su cocina, un vidrio oscuro deja ver las luces psicodélicas del mundo del erotismo. Mientras tanto, “Malena” sigue su marcha al cocinar para estas jóvenes con el sueño de algún día ejercer su profesión.



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