A sus 24 años, Débora Del Rosario disfruta a plenitud el trato que recibe de sus compañeros y maestros del colegio a distancia Don Bosco, en la Florida Norte, de Guayaquil, donde estudia el octavo año de básica. Ella fue aceptada tal como es, una trans femenina que usa uniforme y el baño de mujeres. A la joven le gustaría trabajar en una entidad bancaria.
“Es una estudiante dedicada, aquí se respeta su condición sexual y decisión. Puede venir vestida como se sienta mejor”, señaló Nora Naranjo, coordinadora del centro educativo, quien también imparte clases en el curso de Débora.
Cuando necesita el baño, usa el sanitario de mujeres. “Mis amigas a veces me acompañan, ellas no me dicen nada. Me siento una chica. Ir al de varones me da vergüenza”, señala.
Naranjo cree que el hecho que Débora utilice el baño de mujeres no afecta o incomoda a ninguna de sus compañeras, ya que ella siempre se ha comportado como una “dama” y así la identifican sus amigos. Más bien, piensa que no sería recomendable que usara el de varones. “En este plantel no existe discriminación alguna”, enfatizó la docente.
LA VIDA COTIDIANA
Todos los sábados, la joven trans, quien todavía no ha hecho el cambio legal de sus nombres masculinos a femeninos, se levanta a las 06:00 para alistarse e ir al plantel educativo. A las 07:00 debe estar en el aula, siempre trata de llegar puntual.
En el salón de clases, Débora comparte el pupitre de madera con María Peñafiel.
En el aula hay 60 compañeros y la mayoría son mayores de edad. Los pocos menores también la acogieron tal como es.
Es respetuosa con las reglas que imparte el plantel y no exagera con su presencia, no usa maquillaje escandaloso, solo se cubre las pecas.
Tiene dos uniformes, los cuales alterna para los exámenes y recibir clases: blusa blanca y falda azul, y camiseta y pantalón. Ella prefiere las medias nylon grises y zapatos negros de taco.
“Me encanta el uniforme”, dice la joven estudiante mientras sostiene su cuaderno y lápiz.
Antes de ingresar al plantel, Débora saluda con los vendedores ambulantes que se ubican en los exteriores. Suele comprar chupetes para obtener calorías y aplacar el frío de la mañana.
Durante el recreo sale al patio a conversar y reírse de las ocurrencias de sus amigos.
Su imagen femenina ha sido aceptada, tanto que sus colegas piensan escogerla como candidata a reina del curso.
“Mis compañeros me quieren y no se burlan de verme vestida así. Esto me permite seguir adelante y cumplir mis metas, de ser alguien en la vida”, dijo feliz.
UNA MUY BUENA AMISTAD
No tiene problemas con nadie, el respeto es mutuo en este salón de clases. Ella tampoco es víctima de bromas. “Algunos me llaman por mi apellido, Del Rosario, otros me dicen Débora”.
Como toda estudiante participa de los eventos del colegio y recibe invitaciones a las fiestas. Los muchachos la tratan como una chica guapa.
La trans vive apenada por haber perdido diez años sin estudiar, dejó de hacerlo porque por su condición sexual algunas veces le negaron la matrícula en ciertos planteles.
“Me dolió tanto que no me aceptaran, ya fuera una profesional”, comentó.
Débora es aplicada y quiere ser una de las mejores alumnas. “Estoy bien en la mayoría de las materias, en unas tengo 19 y 20; solo en matemáticas saqué 11, pero eso lo recupero”, comentó sobre sus calificaciones, tras los exámenes del primer trimestre.
SUS INICIOS
Al igual que otras trans, desde niña dice haberse sentido atraída por los chicos. A los 15 años, cuando reveló su verdadera inclinación sexual a su madre y fue regañada, se fue de la casa.
En la calle le tocó pararse en la Primero de Mayo para subsistir. Pasó penurias con desadaptados que la solicitaban para satisfacer sus bajos instintos.
Pero de este lugar su progenitora la rescató luego de encontrarla.
Desde entonces Débora encaminó su vida, se dedicó al estilismo y a terminar los estudios.
Vive en la cooperativa 3 de Diciembre, frente a la ciudadela San Felipe, con su madre y hermanos.
Tiene su negocio, un gabinete de belleza, ubicado a pocas cuadras de su domicilio, allí ha adecuado una pequeña habitación donde guarda las cosas que no entran en la casa de su madre.
Con el dinero que gana de este trabajo paga sus estudios, compra ropa y ayuda a su familia.
Por su belleza adquirida con hormonas y silicona ha ganado reinados en algunos concursos organizados por compañeras trans.
A Débora no le faltan los pretendientes, ha tenido varios novios, entre ellos un policía, según contó. En la actualidad tiene una pareja con quien comparte sus momentos libres.
“ES MI HIJA Y LA HAGO RESPETAR”
Para Ana Banchón fue duro aceptar que su hijo se vistiera de mujer y se convirtiera en Débora, por eso lo regañó en la adolescencia.
Débora es la intermedia de cinco hermanos, tres varones y dos mujeres. Su padre falleció cuando tenía dos años de edad.
“A 15 se fue me fue de la casa, lo busqué, porque lo extrañaba y lloraba por él, pero a los tres años lo encontré y me lo traje de vuelta conmigo”, recuerda la progenitora.
“Sufrí mucho para aceptarlo, pero al ver que era tranquila, terminé viéndola como hija”, confiesa.
Cuenta que cuando su hijo nació el médico le dijo que tenía más hormonas femeninas que masculinas y que debía ponerlo en tratamiento, pero no le creyó. “Me admiré y me dije que el doctor estaba loco. No le hice caso, pero el tiempo le dio la razón”, comentó.
Doña Ana tiene su propio negocio de comidas, pero es Débora que la ayuda con los quehaceres domésticos, cocina, trapea, lava, es bien hacendosa.
Por tener un hijo trans Ana manifiesta haber sido víctima de discriminación. “Pero saco la cara y no dejo que nadie hable mal de ella”.
“Gracias a Dios en el colegio que está la han aceptado tal como es y creo que se va de largo en el estudio. Pienso que los padres que tienen hijos como Débora no deben botarlos a la calle, es preferible que los apoyen en todo lo que sea necesario. Sé que duele ver a un hijo varón vestirse de mujer, pero es mejor aceptarlos que lanzarlos a la perdición”, indica Banchón.
“ESTAMOS AVANZANDO”
“Se avanza en derechos de a poco en Ecuador. Es cierto que nuestra Constitución lo garantiza, pero muchas veces no se ejecuta. Esto lo vimos con el caso de nuestra compañera Tania Cruz con quien tuvimos que poner una queja legal por la condición de la matrícula a su identidad de género”, señaló Diane Rodríguez, presidenta de Silueta X.
La activista está complacida que Débora haya tomado la decisión de estudiar y que el colegio la haya aceptado con su propia identidad de género, sin generar controversias.
“La identidad es lo más preciado de los seres humanos y si nos privan de nuestra identificación, entonces no somos ciudadanos. Es por esto que muchas trans dejan de estudiar, porque en la mayoría de colegios les prohíben su identidad femenina sujeta a fundamentalísimos”, dijo Diane.
Para ella, el ejemplo de estos dos colegios debe ser seguido por otras entidades educativas, “para asegurar una nueva generación de trans capacitadas con la posibilidad de acceder a campos laborales profesionales y terminar con el estereotipo de la peluquería y el trabajo sexual, no porque sean malos, sino por ofrecer otras oportunidades, y que estos no sean los únicos, sino que tengamos la oportunidad de escoger nuestra profesión de una gama de carreras de estudios, como la mayoría de heterosexuales lo puede hacer”.
ASÍ OPINAN
Ab. Nora Naranjo, coordinadora de la extensión.
“Nosotros somos fieles a la Constitución, en este colegio recibimos a todo tipo de personas Glbti, o con capacidades especiales. No discriminamos a nadie”, señaló la abogada Nora Naranjo, coordinadora del plantel educativo.
El caso es que se trata de un buen estudiante que tiene mucha expectativa por salir adelante, quiere triunfar y lo va a lograr a través del estudio y la capacitación, cómo se le puede cerrar las puertas.
Está en el octavo de básica. Todos lo respetamos y puede venir vestido como se sienta mejor, señaló la docente.
Agregó que el mismo respeto se da a quienes todavía no se han definido como Débora (no han salido del clóset) y las personas de diferentes culturas que lucen trajes diferentes a los que usamos.
William Chóez, compañero de aula de la trans.
“Cada persona tiene derecho a ser lo quiere y eso hay que respetar. Débora es una compañera más del aula, es mi amiga y la respeto. Ella también sabe darse su lugar. Es llevadera con todos”, señaló William Chóez.
María Peñafiel
“Me llevo muy bien con Débora, es mi compañera de banca, con ella puedo conversar temas de novios y estudiar porque es responsable. La veo como una amiga. Es verdad que usa el baño de mujeres y estoy de acuerdo en esto, porque así es como se comporta, no estaría bien que usara el de varones”, señaló María Peñafiel, compañera de banca de la trans.
“Creo que a nadie se debe juzgar por su condición sexual, nosotros tenemos que respetar a las personas tal como son”, señaló la muchacha.