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¡El lienzo divino de Yaguachi!

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Yaguachi Nuevo nació  de la leyenda del milagroso lienzo de San Jacinto.  La fina pintura en tela de algodón, que la trajo un maderero que vivió varios años en Polonia, tierra natal del santo, solía esfumarse y luego aparecer colgada de un árbol, justo donde hoy queda la gran Basílica del hermoso cantón.
Según Francisco Requena, escritor español del siglo XVI y autor del libro Tradiciones americanas, San  Jacinto falleció de causas naturales en 1257, fue beatificado en 1527 y canonizado en 1597.
El expárroco de Yaguachi, Roberto Pazmiño, señala en su libro El santo andariego que en 1579 llegaron de Europa a Guayaquil los diez primeros dominicos españoles, quienes estaban encargados de administrar los santos sacramentos y oficios divinos a los habitantes del puerto principal y sus comarcas vecinas, que incluía a Yaguachi, que en aquella época era parroquia de Guayaquil. Por ende, la existencia del santo fue predicada a los pocos pobladores.
“Posteriormente, los dominicos asignados a Yaguachi son trasladados a Chongón y el culto y veneración a San Jacinto se hizo más grande”, indica el escritor.
En ese entonces se habló de la aparición de un lienzo que contenía la imagen de San Jacinto y que colgaba de un frondoso árbol de pechiche.
Raúl Sánchez, escritor ecuatoriano y autor de varias obras, manifiesta que la historia de la aparición del lienzo inició tras la llegada de un maderero a estas tierras. Este vivió muchos años en Polonia y trajo entre sus cosas un hermoso lienzo de algodón en el que estaba plasmada la imagen de San Jacinto.
Sánchez explica en sus libros Antesala de la independencia y  Yaguachi, escenario de luchas, historia y milagros, que los relatos del escritor español de la época colonial, Francisco Ocampo, en su obra Leyendas y tradiciones de la Costa ecuatoriana, dan cuenta de que la imagen fue pintada en 1570.
El maderero acostumbraba a     viajar desde Guayaquil a Yaguachi Viejo. Cuando llegaba la noche  solía acampar cerca de una espesa montaña y de un canuto sacaba la  pintura y la colocaba en un árbol de pechiche. Luego, junto a los pocos moradores del sector, se arrodillaba a orar.
Sin embargo, cuando se retiraba del lugar guardaba el lienzo en su canuto, pero desaparecía inexplicablemente. Minutos después lo hallaba colgado en un árbol de pechiche.
Tiempo después, el maderero decidió donarlo al templo de San Antonio de Padua en Yaguachi Viejo.
Desde 1700, Yaguachi atraía a devotos de otras comarcas, quienes rendían tributo al santo.  
La historia devela que en 1757, un incendio consumió la iglesia de San Antonio de Padua y el lienzo milagroso se quemó, pero posteriormente se elaboró una réplica del original, la misma que hoy reposa en la Basílica Catedral de Yaguachi.
Para 1767, este lugar estaba conformado por 45 casas de paja, 1.100 habitantes, muchos de ellos expertos en el uso de armas, con las cuales hacían grandes caseríos. Los moradores eran negros, mulatos y mestizos, a excepción de 13 blancos.

OTROS ESCRITORES

La historia del lienzo también  fue escrita por el italiano Antonio Mitalli, expárroco de Yaguachi Nuevo  entre 1887 y 1891. La obra, llamada Rasgos de la aparición milagrosa de San Jacinto, relata la visión del lienzo, la misma que fue publicada en 1888.
En sus escritos, el clérigo indica  que el árbol estaba en un sitio montañoso, a siete kilómetros de distancia del río Babahoyo, siguiendo el cauce hacia arriba del río Yaguachi, justo donde hoy está asentada la Basílica Catedral.
El lienzo luego de ser donado por su dueño a la iglesia siguió perdiéndose, pero una vez cuando fue encontrado por  unos vaqueros, el padre doctrinero de ese entonces  organizó una procesión en la que lo trasladó hasta la capilla del poblado, pero la pintura también se esfumaba y aparecía en el frondoso árbol de pechiche.
 
NACE EL NUEVO  YAGUACHI

Los habitantes de Yaguachi Viejo comprendieron que donde estaba el árbol de pechiche era el lugar donde San Jacinto quería ser venerado, por lo que se construyó una ermita en la que colocaron la imagen que constantemente era visitada por los fieles. “En medio de esta leyenda y el incendio donde quemó el lienzo, nació Yaguachi Nuevo”, señala Raúl Sánchez, escritor de historia y leyendas de este cantón.

FESTEJOS

Hoy, los pobladores celebran sus fiestas patronales, la Basílica Catedral es la mayor atracción de propios y turistas. Una hermosa obra que también tiene su historia desde su construcción en 1944.

INVITACIÓN A LAS FIESTAS

Milton Guerrero, canciller de la Arquidiócesis de San Jacinto de Yaguachi, quien ayuda en la coordinación  del programa de la celebración, cuenta que San Jacinto nació en Polonia y que  fue un fraile dominico que predicó en varios sitios de Europa.
Durante sus prédicas, manifiesta Guerrero, el santo cargaba pesadas imágenes de la Virgen María. Era bien consagrado a la fe, tanto que los constantes ayunos y penitencias que hacía quebrantaron su salud.  Falleció el 15 de agosto de 1257, a la edad de 74 años, por causas naturales.
Guerrero  comentó que en 1982,  el Papa Juan Pablo Segundo entregó a monseñor Bernardino Echeverría, arzobispo de Guayaquil en ese entonces, unas reliquias de San Jacinto,  luego de enterarse de la inmensa devoción que la gente sentía hacia el santo.   Las reliquias reposan dentro de la Basílica, una  es  la pequeña urna de bronce que contiene fragmentos de huesos de su cráneo.  
A un costado de la urna en la Basílica cuelga una copia del lienzo original que aparecía colgado del árbol y que se quemó durante un incendio.
 El original, según el escritor español Francisco Requena, se quemó en la antigua iglesia de San Antonio de Padua. La copia tiene más de trescientos años. En ella aparece la  imagen de San Jacinto en el día que entregaba su vida a Dios.
“Él es el patrono de Yaguachi. Por eso invito a todas las personas asistir este 16 de agosto,  en especial a las misas y procesión”, concluyó el padre Milton Guerrero.

LAS DELICIAS A LA VENTA

Desde inicios de este mes, las calles céntricas de Yaguachi están copadas de puestos de venta de  dulces y artesanías.
Eduardo Cujilema Pachacama, de 68 años, es oriundo de Riobamba, lleva 35 años vendiendo las delicias que prepara para las fiestas de Yaguachi. El hombre viaja  junto a su mujer e hijos.
“Yo mismo hago mis dulces de guayaba, membrillo, maní y ajonjolí en mi paila de bronce”, señaló contento, porque espera obtener buena venta en esta semana. “Me quedo todo el mes, pero hay otros que no. El año pasado saqué mil quinientos dólares”, dijo el comerciante, quien tiene su puesto instalado.

La basílica catedral de san jacinto

En el año de 1945, el sacerdote Manuel Paz Ruiz decide edificar la actual construcción de hormigón armado, hoy llamada Basílica Catedral de San Jacinto de Yaguachi, templo que por sus adornadas molduras engalana al hermoso cantón.
El 18 de junio de 1980, el Papa Juan Pablo II le otorga el título de Basílica Menor, señala Raúl Sánchez, quien ha plasmado la historia en su libro Antesala de la independencia.
Paz Ruiz, el sacerdote de aquella época, pidió la colaboración de varios de los pocos pobladores de Yaguachi para la construcción de la majestuosa obra. Una de estas personas que colaboraron con ideas y mano de obra fue don Joaquín Montiel, de 78 años.

“AYUDÉ EN LA CONSTRUCCIÓN”

“Fui parte de aquella construcción de la Basílica Catedral en lo que compete la arquitectura. Recuerdo que tenía 23 años”, señala Joaquín mientras observaba la iglesia.
Comenta que ayudó a pedido del sacerdote Manuel Paz Ruiz, quien llegó a Yaguachi el 5 de octubre 1942. Este   inició la construcción del nuevo templo en 1945. La obra terminó el 9 de marzo de 1970.  “El costo fue de 2’569.763 de sucres”, dijo el maestro.   
Recuerda que en ese tiempo habían muchos carpinteros porque las construcciones eran de caña. Uno de los pocos que sabían de estas labores era Joaquín.
El cemento, fierro y resto de material que se utilizó para la hoy Basílica fue traído de Alemania. Llegaban a Yaguachi a través del río.
“Quienes dirigieron la obra fueron el ingeniero Luis Frata y Armando Tandazo”, señala  Montiel.  
Cuando la gran iglesia era construida, uno de los trabajadores murió accidentalmente al intentar saltar de un andamio a otro para no regalar un pedazo de guineo a otro compañero.
“Trabajábamos hasta altas horas de la noche, y cuando íbamos a cobrar el padre    nos decía que la mitad de nuestro sueldo era para San Jacinto. Fuimos los mayores colaboradores”, comenta Montiel. Paz Ruiz  era oriundo de Cotacachi, duró 25 años como párroco de Yaguachi, en 1986 falleció de una afección al corazón.
 Para no olvidarse, Montiel tiene anotados en una hoja de cuaderno  ciertos detalles importantes de cuando trabajó en la catedral, como la cantidad de dinero que se recaudó de la primer fiesta que se hizo en honor a San Jacinto con la finalidad terminar con la  construcción del templo. “Se recolectaron cinco mil sucres”, manifestó. También plasmó en el papel que la obra costó 2’569763 sucres.
El yaguachense considera que aquellas fiestas que hicieron eran mejores que las de ahora, porque asistía mucha gente, en especial de la Sierra. “Ahora ha disminuido un poco la concurrencia debido a que en varias partes también celebran a San Jacinto”, dijo.



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