Treinta y cuatro años después hubo noticias de la mujer que una ciudadana holandesa buscaba con desesperación. En el 2005, Cristina Molina envió su historia por correo electrónico a la redacción de EXTRA para encontrar a su madre biológica.
Para 1978, justo en los días en que Guayaquil lloraba la muerte del “Ruiseñor de América”, Julio Jaramillo, en dos casas de salud diferentes se comenzaban a escribir las vidas de una abuela y de su nieta.
Aquí es donde el destino determinaría su separación. Sentada junto a sus muletas en la esquina de Chimborazo y El Oro, sur del puerto principal, Jacinta Santillán recordaba que en aquel tiempo ella llegó hasta el hospital León Becerra con su hija de un mes y medio de nacida para que la atiendan de una severa infección intestinal que contrajo por su descuido, ya que tenía que atender a su madre enferma en el hospital Luis Vernaza.
HIJA RUMBO A HOLANDA
Pese a su pobreza Jacinta señaló que trató de cumplir con sus dos responsabilidades, pero no pudo y por falta de dinero dejó a su hija en manos de los médicos.
Reconoce que después de quince días perdió el rastro de su niña y no supo dónde buscarla. Pensó que se la habían robado y entonces, con el problema de su madre, tuvo que desistir de toda búsqueda y aferrarse al milagro de encontrarla algún día.
Según informaciones recogidas luego, la hija de Jacinta fue entregada a un hogar de adopción que la cedió a una pareja de holandeses que llegaron a la ciudad buscando un bebé. Así definitivamente ocurrió la separación de madre e hija. Llena de tristeza, esta mujer no pudo superar este trauma y poco a poco fue cayendo en la depresión. Sin poder acceder a un empleo, terminó pidiendo caridad en la calle para subsistir.
RENACE LA ESPERANZA
34 años después, en una esquina de la antigua casona universitaria de Guayaquil, Lili Lindao la encontró y decidió llevarla a un restaurante, para luego invitarla a su casa para aliviar en algo su situación, sin sospechar la triste historia que esta señora llevaba en su corazón.
Así Jacinta le reveló el dolor de una madre y porqué vivía en las calles. Las lágrimas, que aún no se secan en ella, una vez más mojaban sus mejillas, mientras que de sus pocas pertenencias sacaba el recorte del reportaje escrito en el 2005 en Diario EXTRA, en el que una holandesa buscaba en Ecuador a su madre biológica.
Esta nota periodística es el tesoro más preciado que Jacinta tiene en su vida, porque le dio la certeza que su hija, de quien pensó había muerto, estaba viva y que es una mujer de bien.
Luego de contar su historia, esta sexagenaria guardó la copia del recorte de EXTRA que fue obtenido en la hemeroteca de la biblioteca municipal.
Hoy la esperanza de un reencuentro renace en esta mujer, quien pide al Creador más vida hasta besar el rostro de su hija abandonada hace 34 años, y a quien iba a llamar Cristina Sánchez Santillán. Mientras tanto, la calle le brinda a Jacinta la oportunidad de seguir sobreviviendo de la caridad, esperando solo el gran día: el de su felicidad total.