Cuatro décadas después del accidente aéreo de Los Andes, convertido en tragedia para las familias de las víctimas y milagro para los 16 uruguayos que lograron sobrevivir, ambos grupos apuestan por atravesar el dolor y celebrar la vida y la memoria de los que no volvieron.
“Con el paso del tiempo lo que se dejó atrás fue la angustia, el sufrimiento, para dar paso a la esperanza, a la historia de sobrevivencia, solidaridad y amistad que vivimos en la montaña”, comentó José Luis “Coche” Inciarte, uno de los sobrevivientes.
El 13 de octubre de 1972, la aeronave Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya que tenía como destino Santiago y viajaba con 45 pasajeros -en su mayoría estudiantes y jugadores de rugby- se estrelló en la cordillera.
Doce personas murieron en el accidente, mientras que otras 17 fueron falleciendo en el transcurso de los días. Al final, 16 lograron sobrevivir tras comer la carne de sus compañeros muertos.
El grupo de sobrevivientes arribó el jueves a Santiago para conmemorar los 40 años del accidente y reencontrarse con el arriero chileno Sergio Catalán, hoy de 90 años, que posibilitó su rescate.
“Nunca hemos agradecido lo suficiente a los chilenos. Ellos fueron los que nos salvaron”, relató en rueda de prensa Roy Harley, uno de los que sobrevivió 72 días en la cordillera.
Ayer fueron recibidos por el presidente Sebastián Piñera, a quien obsequiaron una camiseta similar a la que vestían en 1972, mientras que hoy jugarán en Santiago un partido contra sus pares del club Old Grangonian.
Comieron carne humana
Diez días después del accidente, a través de una radio que lograron hacer funcionar con esfuerzo, los sobrevivientes escucharon que la búsqueda se había suspendido y los daban por muertos.
En ese momento, debilitados por la falta de comida, tomaron la decisión de comer la carne de sus compañeros muertos para poder seguir viviendo.
“Los años llevaron a que lo que primero impactó, que fue la noticia de lo que usamos como comida, dio paso a la historia de sobrevivencia y el mensaje de esperanza que la gente toma”, reflexionó Inciarte.
Tienen una fundación
Inciarte y Daniel Fernández Strauch son parte de la Fundación Viven, creada en 2006 para difundir la historia, la memoria de sus protagonistas y apoyar la donación de órganos.
En la institución conviven sobrevivientes con familiares de quienes no regresaron, como el caso de su secretaria, Beatriz Echavarren, hermana de Rafael Echavarren, quien falleció en la montaña.
“La fundación a mí me sanó”, dijo Echavarren.