Quito al fin salió de la rutina. Para ello solo fue necesario poner en escena a dos grandes voces por tres horas que con sus profundos poemas hechos canciones hicieron vibrar a todo un coliseo que coreaba de pie y con los ojos cerrados.
Alrededor de 15 mil personas llegaron la noche del viernes hasta el General Rumiñahui para escuchar las prolijas voces de los españoles Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat.
Las luces del escenario se encendieron para recibir a los artistas. Sabina y Serrat aparecieron ante el público, se abrazaron, se sacaron sus sombreros y procedieron a saludar a sus seguidores.
“Buenas noches Quito, felicidades Barcelona”, exclamó Sabina, causando el primer alboroto en el lugar, mientras que Serrat consoló al equipo que dio el triunfo a Barcelona diciendo “tranquilos chullas (Deportivo Quito), llegará nuestro momento”.
El fanatismo del público por este dúo fue revelado cuando Joaquín tomó la guitarra y entonó tan solo una nota. Eso fue suficiente para que las quince mil almas reconocieran de inmediato uno de los temas insignias del cantautor: 19 días y 500 noches.
Lo propio ocurría cuando Serrat se hacía cargo del micrófono. Era como si entre los espectadores se hubiera repartido un cancionero con orden de los temas que se interpretarían, pues los conocían todos.
En este show la recién fallecida artista Chavela Vargas recibió un sentido homenaje con la interpretación de Sabina con su canción Por el bulevar de los sueños rotos.
Al finalizar el artista se sacó el sombrero y miró al cielo, como intentando invocar el recuerdo de su gran amiga Chavela.
El humor y las desigualdades que unen a los españoles se hicieron visibles desde el inicio, hablaban el uno del otro con un toque de picardía.
“En esta gira no hay sexo, y se preguntarán por qué, él (Serrat) no quiere. Está chapado a la antigua”, soltó sin timidez Sabina a manera de escándalo.
El público “apenado” por la triste realidad de Joaquín respondió con carcajadas.
Pero Serrat no se quedó atrás, también desató su sentido del humor refiriéndose a su compañero: “el muchacho no anda bien, son las consecuencias de una vida desordenada”, acertó haciendo hincapié en la cualidad de trotamundos que caracteriza a Sabina.
Los “pájaros” demostraron que juntos la pasan bien. Rieron, bailaron, brincaron y hasta hicieron malabares con tres pelotas.
Canciones de su último disco La Orquesta del Titanic y algunas de tiempos pasados fueron interpretadas por los artistas: Primero tú, luego el mundo, Amores que matan nunca mueren, Noches de boda, Tu nombre me sabe a hierva, Y sin embargo, Mediterráneo, y muchas más lograron calarse en el corazón de todos.
Normalmente cuando finaliza un concierto los espectadores aplauden y gritan “otra, otra”, entonces los artistas vuelven al escenario para entonar un par de canciones más e irse, pero eso no ocurrió con ellos.
Luego de despedirse salieron en dos ocasiones más, era incontenible la euforia del auditorio. Las tres horas de concierto quedaron cortas para la extensa lista de éxitos de este par de genios de la música.