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¡Se apagó la vida de Henry Holguín!

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Escribo esta nota con un agudo dolor en mi alma, Henry Holguín fue mi jefe, la persona con quien me inicié en el Diario  Extra, pero un infarto cardíaco le arrebató la vida. El Creador le tenía separada una morada en el cielo.
Eran las 10:30 de ayer cuando mi compañero Napoleón Domenech me comunicó por teléfono que me dirigiera de urgencia hasta la casa de Henry, porque se encontraba mal. Realizaba  un trabajo periodístico en el norte de la ciudad, pero lo dejé a un lado.
 La noche anterior, en el cerro Santa Ana, conversé con Henry.  Allí estuvimos varios comunicadores que recibíamos un seminario de crónica periodística. En el sector turístico debíamos inspirarnos en algún tema para escribirlo. Al finalizar el recorrido me comentó que mientras nosotros estábamos arriba, él había hecho el reportaje al único dibujante en el lugar que le había hecho un retrato al Papa en Roma.
Dos días antes, mientras recibíamos sus clases, confesó sentirse contento con el equipo. Napoleón por celular me recordaba que debía ir de urgencia a su vivienda. Esta palabra taladraba en mi cabeza, por lo que le dije al conductor que “volara” a Ceibos Norte. Estábamos de extremo a extremo, pero, pese al congestionamiento vehicular que había, tratamos de llegar en el menor tiempo posible.
Anteriormente don Henry sobrevivió a dos infartos, por lo que teníamos la esperanza que esta vez también saldría victorioso. Era un hombre fuerte, no obstante luchaba contra la destructiva diabetes.
Demoramos unos treinta y cinco minutos en llegar al destino indicado. Los celadores de la garita de Ceibos Norte al ver la camioneta de EXTRA comentaron que había una emergencia en la casa de don Henry y que no había carro para trasladarlo a una casa asistencial.
Luego de ingresar nos estacionamos al pie de la vivienda de dos pisos que alquilaba, entramos de prisa hasta el comedor, allí yacía inconsciente sobre el piso mientras la mujer que trabaja en su casa intentaba darle aire soplándolo con pedazos de periódicos.  “¡Don Henry levántese!, usted no se puede ir, tiene pendientes muchas cosas, las crónicas del cerro Santa Ana!”. Pero no se levantó.  En pocos minutos llegó un taxi  con Napoleón y el doctor de Granasa (editora de los Diarios EXTRA y Expreso), Carlos Orellana, quien lo examinó una y otra vez, pero al terminar de hacerlo ordenó lo lleváramos hasta el hospital más cercano, que en este caso era el Universitario.
Varios policías en moto nos escoltaban  por la transitada vía  Perimetral. Ellos abriendo paso con los pitos y el ulular de las sirenas para circular. Camiones, autos, buses y tráilers se hacían a un lado.  
Íbamos en la camioneta de EXTRA, en el asiento trasero estaba  don Henry. Su cuerpo descansaba sobre las piernas de Napoleón y del doctor.
Llegar urgente a la casa de salud era otro reto. Luchábamos contra el tiempo, los minutos parecían eternos. Su  rostro tenía un color rojizo y la desesperación por ser oportunos nos consumía  por dentro. No podíamos hacer más, temíamos estrellarnos contra los carros.
Cuando llegamos hasta el hospital, Napoleón gritó: “¡Una camilla, una camilla!”, y los paramédicos actuaron rápido. Bajamos a nuestro fraterno amigo con la esperanza de que reaccionaría. Su cuerpo estaba frágil. La gente que observaba la escena lo reconoció: “¡Es don Henry Holguín, el Verdugo de Diario EXTRA!”, decían.
Los médicos empujaron la camilla y la  ingresaron a la sala de emergencias, tras darle oxígeno le aprisionaron su pecho para que su corazón volviera a latir. Esto duró más de veinte minutos, pero don Henry no reaccionó. “¡Vuelva, no se vaya, hay muchas cosas pendientes!”, exclamé a viva voz.  Pero él se había marchado minutos antes de llegar a la casa de salud.
“¡Hasta pronto eterno compañero y maestro!”.

Los restos de Henry son velados desde ayer en la Sala Exclusiva 2 de la Junta de Beneficencia de Guayaquil.

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