La alfarería era la principal actividad de los comuneros, así se llamaba a los habitantes de La Comuna, que se manejaba con jurisdicción propia.
Los milenarios comuneros se dedicaban a elaborar bellos objetos de barro o arcilla, con sus hábiles y creativas manos moldeaban inigualables utensilios y adornos.
La alfarería desapareció y hoy solo quedan los recuerdos de lo que un día fue el lugar de los más dedicados alfareros.
Actualmente viven 2 mil comuneros y más de 30 mil personas que se han ido asentando poco a poco en el tradicional lugar.
EL PERSONAJE
Doña María la más antigua del lugar
Sentada en una pequeña banca fuera de su negocio, doña María Manuela Tipantocta recuerda con nostalgia el pasado.
“Desde que nací he vivido en este lugar, pero ya no queda nada de lo que era”, indicó la mujer de 63 años.
María nació de una familia de alfareros y decidió también ser una artesana más; sin embargo, asegura que la tecnología fue haciendo que su actividad productiva fuera desechada en el baúl del olvido.
Al ver que las condiciones económicas empeoraban para su familia, la antigua alfarera decidió dedicarse a lavar ropa en los sectores contiguos a La Comuna, en donde habitan personas con altas posibilidades económicas.
Pero una vez más, dice María, la tecnología le ganó la batalla.
“Llegaron las lavadoras y yo perdí mi trabajo”, indicó la mujer.
A su avanzada edad, las fuerzas aún la acompañan; por ello, con la ayuda de sus hijas, hoy tienen una pequeña tienda de víveres, con cuyas ganancias logra pagar el arriendo de la casa donde vive y los servicios básicos.
Eso sí María sabe bien que en el lugar que nació morirá, porque allí aún siguen presentes los recuerdos de un lugar que añora con el alma.
LO BACÁN
La unión del barrio contra la delincuencia
Bien dice el dicho: “la unión hace la fuerza”, pues precisamente bajo ese precepto trabajan los moradores del barrio.
Al ver tanta delincuencia asechando sus hogares y manteniéndolos en zozobra, los vecinos decidieron crear el Comité de Seguridad, a través del cual controlan en gran medida la presencia de antisociales.
“Tenemos tres alarmas en diferentes casas y si vemos algo sospechoso, pues encendemos las alarmas y todos los vecinos salimos a ayudar”, dijo Ángel.
Como no han podido conseguir las alarmas comunitarias que proporciona el Cabildo, los habitantes del barrio decidieron colaborar con su propio dinero para instalar alarmas particulares y de esa forma ponerle un freno a los pillos.
EL PROBLEMA
Tan solo cinco cuadras de la calle principal del barrio Humberto Albornoz están pavimentadas, pero al poner un pie en la sexta la historia es diferente.
En invierno, las vías se convierten en verdaderos pantanos de lodo, mientras que en verano el polvo es insoportable.
Desde hace varios años, según los moradores, solicitaron ayuda a las autoridades municipales para adoquinar las calles, pero nadie escuchó sus peticiones.
“Nos hace falta el adoquinado, nosotros estamos dispuestos a colaborar”, manifestó Ángel Cevallos, habitante del lugar.
Pero ese no es el único problema, pues lo que más los tiene indignados es el alto índice delincuencial que existe en el sector.
Los vecinos aseguran que una banda merodea la zona para posteriormente operar en camionetas blancas y asaltar los domicilios del barrio con rapidez y darse a la fuga.
“La policía sí hace rondas, pero no son suficientes para poder permanecer tranquilos, los ladrones están mejor equipados que la autoridad”, sostuvo don Ángel.
Los moradores de La Comuna señalaron que por las noches es preferible no salir, para evitar los asaltos.
“Solo si ya nos conocen no nos hacen nada”, dijo una vecina.