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¡El amor lo mandó al más allá!

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Ayer por la mañana, el dolor se apoderó de los padres de Daniel Lisintuña, cuando se enteraron que el joven, de 26 años, se ahorcó con una soga en su habitación para terminar con su vida.
Cerca de las 09:30, los progenitores del muchacho llegaron hasta su domicilio, localizado en el barrio La lucha de los pobres medio, en el sur de Quito.
Ingresaron hasta la habitación de su hijo y al verlo colgado desde el techo sintieron que una parte de sus vidas moría junto a él.
Carlos Lisintuña, padre del occiso, aseguró que una desilusión amorosa motivó a su hijo a tomar la fatal decisión.
La víctima convivía desde hace cuatro años con una mujer, de quien se enamoró perdidamente, “pero hace un mes empezaron los problemas en la relación”, comentó el progenitor.
“Mi hijo se fue a una fiesta y se tomó algunos tragos, eso no le gustó a la mujer y le dejó botando”, dijo.
“Me ves hoy, pero no me volverás a ver”, fue la última frase que pronunció Daniel a uno de sus compañeros del trabajo en una construcción, que era a lo que se dedicaba desde que llegó a la capital.
Lo cierto es que la tristeza  habitaba permanentemente en el corazón del joven decepcionado de que el amor de su vida lo haya dejado.
Los padres del infortunado lloraban impotentes, mientras veían que el cuerpo frío de su hijo ingresaba en la ambulancia de medicina legal para ser trasladado a la morgue.
Los moradores del sector se hallaban alrededor de la morada para darle el último adiós a su vecino.
“No somos de Quito, somos de Cotopaxi, estamos aquí solos y no tenemos dinero para el entierro,  buscamos a alguien de nuestra tierra que nos dé una mano”, comentó el padre del fallecido.
Los acongojados progenitores caminaban de un lado a otro de la calle a la espera de que la ayuda llegara desde algún sitio, con la esperanza de que todo se tratara de una terrible pesadilla de la cual querían despertar pronto.
La madre solo tocaba su cabeza y limpiaba las lágrimas en su rostro, mientras en repetía “¡no puede ser!”.
El desamor se encargó de arrebatarles de los brazos a el último de sus hijos.
No quedó ni una carta en la que Daniel se despidiera de sus seres queridos, ahora solo esperan que descanse en paz. (MBM)

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