La imagen de Brasil como anfitrión de la Copa del Mundo 2014 recibió un inesperado golpe por las denuncias de agresiones dentro del vestuario que lanzó el equipo argentino Tigre en la polémica final de la Copa Sudamericana 2012, disputada el miércoles y ganada por Sao Paulo.
“Esto sin duda va a tener un impacto negativo en la óptica internacional sobre la capacidad de Brasil de garantizar la seguridad de la Copa del Mundo”, dijo Pablo Azevedo, coordinador de un centro de investigaciones sobre deportes de la Universidad Nacional de Brasilia, donde siguen los preparativos del Mundial.
Pero la FIFA “es una entidad mucho más profesional que la Conmebol y es la encargada de administrar el Mundial”, añadió.
La FIFA, que en el pasado cuestionó los atrasos en la organización, renovó su voto de confianza en Brasil tras las graves denuncias del Tigre contra el cuerpo de seguridad del Sao Paulo y la policía brasileña.
NO SIGUIÓ JUGANDO
Lo que debió ser una final más de un torneo internacional entre las máximas potencias rivales del balompié sudamericano se tornó en el gran escándalo que abochorna a Brasil, cuando Tigre, el equipo visitante, rehusó regresar a la cancha para la segunda parte del encuentro, que perdía por 0-2 ante Sao Paulo en el Morumbí.
Fue casi media hora de confusión e incertidumbre. Tigre no regresaba a la cancha, la afición de Sao Paulo festejaba y los jugadores argentinos denunciaron que en los vestuarios, tras empellones entre los dos equipos en la cancha, agentes de seguridad del Sao Paulo la emprendieron a golpes contra ellos e incluso los amenazaron con armas de fuego.
Estas versiones fueron negadas por la dirigencia paulista y por el cuerpo de seguridad del Sao Paulo, que declaró que solo intervino para evitar que los jugadores de Tigre invadieran el vestuario del Sao Paulo.
Los hechos denunciados dentro del camerino no fueron captados por la prensa y solo las caras golpeadas de algunos jugadores y un rastro de sangre en una pared constituyen la evidencia del altercado.
Pese a la gravedad de los alegatos, el árbitro chileno Enrique Osses dio por terminado el partido y adjudicó la Copa Sudamericana al club paulista (tras la reglamentaria espera de media hora para que un equipo se presente a jugar), que estalló en festejos con su afición .