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¡En ollas arroceras calientan las compresas para terapias de niños!

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Pese a las dificultades, como no contar con presupuesto para administración ni mantenimiento, y tener que calentar compresas en ollas arroceras,  el Instituto  para discapacitados de Quinindé, Río Verde, atiende a 127 personas, entre adultos y niños.
Consiguieron el acuerdo ministerial y funcionó como escuela particular, pero no pudieron sostenerla. Luego pidieron apoyo al Patronato Municipal de Quinindé, obtuvieron recursos para los maestros y hace siete años se transformó en fiscal.
Su director Charles Godoy llegó hace cinco años. Aquí encontró una colchoneta, una camilla y una oficina. Realizó gestiones y lograron el financiamiento del Ministerio de Inclusión Social y Económica (MIES) para implementar el área de terapia física y otros equipos.
También la Vicepresidencia de la República aportó con dinero para el cerramiento, renovación del sistema eléctrico, remodelación de baterías sanitarias, cambio de techo y se abrió el espacio para la estimulación temprana, esto fue hace 4 años, dijo Godoy.
Hasta el año pasado les brindaban almuerzo escolar a  los padres y sus hijos con el aporte del Gobierno y de la comunidad, pero la modalidad cambió y ahora disponen de colada y galletas solo para los estudiantes. El problema es que la mayor parte de progenitores vive lejos y no cuenta con dinero para su alimentación.
Este instituto tiene cobertura en Quinindé y sus alrededores. “Los padres viajan con sus hijos 3 o 4 horas, por eso necesitamos la subsistencia para ellos”, dijo Godoy.
Jéssica Pincay, de 22 años, viaja dos días a la semana desde el recinto San Juan, vía Malimpia, el trayecto en ranchera dura más de una hora.
Jean Pierre Aveiga, de 4 años, es su hijo, tuvo una fiebre muy alta hace 3 años, después supieron que se trataba de meningitis. El cuadro empeoró y le provocó parálisis cerebral infantil, Río Verde se convirtió en su segunda casa. También asisten 12 niños con discapacidad múltiple, 8 con problemas auditivos, 70 con discapacidad intelectual y 37 padecen discapacidad física.

EXFUTBOLISTA COMO TERAPISTA

El exfutbolista Ataulfo Valencia colgó los botines en el 2006. Jugó en Deportivo Quito, Liga de Loja, Delfín y Liga de Portoviejo.
Pero, sin duda, en el Espoli dejó una huella imborrable, porque llegó a la Copa Libertadores y era conocido como “Don Ata”, además se ganó su espacio en el balompié ecuatoriano.
Ahora retirado se puso la camiseta del instituto Río Verde. Hace un año es el terapista de los niños y su sueño es equipar el espacio de terapia física.
Aquí hacen falta un electroestimulador, caminadora, una piscina, tanque de compresas químicas, camilla de bipedestación, infrarrojo, láser, magneto, bicicleta estática, ultrasonido, “Esta sala apenas tiene el 20% del equipamiento”, comentó Valencia.
“Me entristece trabajar y no contar con las herramientas necesarias”, dijo el exfutbolista, quien hizo un llamado a la comunidad y autoridades para que colaboren con los más necesitados: los niños.

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